Alguna vez, en este mismo espacio, contábamos una anécdota en la cual, la cantante argentina Nacha Guevara, lamentaba su suerte luego de que la llegada de la democracia tras la dictadura militar, había hecho que fracasara su más reciente disco de protesta. Toda proporción guardada, Veracruz parece repetir la historia.
Resulta que durante los dos últimos años, el gobernador electo Miguel Ángel Yunes se enfrascó en una virulenta disputa personal en contra de Javier Duarte. De uno y otro costado, se dijeron lo impensable; hicieron públicos sus bienes, sus propiedades, sus relaciones comprometedoras y salpicaron hasta a las familias.
Ello permitió a Miguel Ángel mantenerse, gratuita y permanentemente, en los medios de comunicación. Lo mismo en Veracruz que a nivel nacional. El derecho de réplica fue un obsequio que siempre agradecerá a Duarte. Y la mala fama que ya acompañaba a la administración que fenece, lo convirtió en un lobo con piel de oveja, es una víctima de un régimen perfecto, acosado por atreverse a denunciar.
Esta estrategia le funcionó a la perfección. Tanto, que en su tercer intento por alcanzar la gubernatura del estado –ya lo había buscado a través de Gerardo Buganza y él mismo- lo logró. Una población encabronada por el enriquecimiento compulsivo y desproporcionado de una clase gobernante corrupta e inexperta le allanó el camino. No hizo falta siquiera hacer una oferta de gobierno: con denunciar bastaba.
Y en esas estábamos, cuando llegó la justicia y lo arruinó. La caída de Javier Duarte le arrebató un discurso efectivo que había utilizado por años, y de repente, se quedó sin argumentos; su enemigo público ya no estaba en escena, y con ello, su némesis carecía de sentido. Empezó a trastabillar, a equivocar el discurso y el actuar; empezó a caminar de manera errática a su asunción, más preocupado porque la propia justicia también lo alcanzara a él mismo.
Lo que ha sucedido en el Palacio de Gobierno no es más que un espectáculo, aún cuando haya quien diga que esto es un acto de ceguera. Los recursos no están ahí, y por tanto, actuar como veladores es un acto mediático que no encontrará solución alguna. Ni para las autoridades municipales ni para la población que reclama servicios.
A menos que la intención sea precisamente apropiarse del edificio para evitar que se cumpla el proceso de entrega-recepción que había de iniciar esta semana. Si esperan encontrar documentos comprometedores, se ve difícil que lo logren, considerando que ya eran muy pocas las dependencias que ahí despachaban.
Y dirán que el gobernador electo poco tiene que ver con la decisión de los presidentes municipales de mudarse a trasnochar al palacio de gobierno. Pero cuando ofrece una conferencia de prensa en la que exige que se cubran los adeudos pero que no se pidan recursos al gobierno federal, y que en este movimiento aparezcan sus vástagos como protagonistas, empeña su credibilidad.
Tal vez no se ha dado cuenta que ya ganó. Que debe dejar de pelear en cada escenario posible. Que debe devolver a los ciudadanos la confianza que han perdido y quienes observan con preocupación el activismo excesivo y protagónico para lograr una legitimidad que ya alcanzó en las urnas. ¿Para qué traer camiones llenos de gente desde Boca del Río? Ya no es necesario exacerbar el caos: ¡estamos al límite!
Sería mezquino desear que le vaya mal a Miguel Ángel, porque como sucedió con Duarte, le irá muy mal a Veracruz.
Es tiempo de serenarse. El anuncio de los integrantes de su equipo de transición es una buena señal. Si bien muchos de ellos no son expertos –algunos incluso beneficiarios económicos de los acuerdos oscuros con la fidelidad-, tienen una buena carta de servicios. Muchos han sido funcionarios que fueron desplazados en estos doce años.
En efecto, Veracruz requiere de más justicia y menos espectáculo. Debe prevalecer la política, para bien de quienes se van y de quienes llegan. De lo contrario, estarían cultivando el huevo de la serpiente.
La del estribo…
En su desesperación, los pregoneros del duartismo quisieron dejar sembrada la idea de que la asunción de Flavino Ríos fue la última concesión al prófugo Javier Duarte. ¿Por qué habrían de hacer concesiones si sabían lo que venía? La designación del Gobernador interino tuvo otros protagonistas, uno de ellos, un ex gobernador con quien Flavino nunca ha perdido contacto.