Once mil millones de pesos no serán suficientes para cubrir los gigantescos pasivos que enfrenta Veracruz. En esencia, esa cantidad fue calculada para resolver los compromisos que el gobierno de Veracruz debe enfrentar hasta el final de presente año, esto es, salarios, pensiones y aguinaldos.
Miguel Ángel Yunes, el gobernador electo, ya levantó la mano y le mandó decir a la Federación que si va a desembolsar esos recursos, que mejor se espere y se los entregue a él, que él les dará mejor uso.
La respuesta del gobernador en funciones fue concreta: Que no se desespere, que más de la mitad de estos fondos los encontrará en caja cuando asuma el poder.
El caso es que están peleando por dinero que todavía no tienen. La Secretaría de Hacienda está revisando si cuenta con la disponibilidad para hacerle llegar esos recursos a Flavino Ríos, pero con la advertencia de que llegarán en calidad de anticipos de participaciones federales, de manera que en algún momento la administración estatal habrá de resentir la cobertura de este nuevo pasivo.
El gobierno de Enrique Peña Nieto no le haría llegar, en una sola exhibición, los 11 mil millones de pesos. Lo más probable es que, dependiendo de su disponibilidad, la Secretaría de Hacienda le deposite en varias etapas este recurso.
La entidad veracruzana reviste especial importancia para el gobierno federal, pero desde el centro se tiene bien documentado que el hoyo financiero es tan grande que no hay recurso que alcance para taparlo. Serán muchos años de severa disciplina fiscal los que habrá de invertir Veracruz para abatir estos pasivos.
Pero alguien tiene que empezar y eso le tocó a Flavino Ríos. Su objetivo en este brevísimo lapso de gobierno es recuperar el orden y atender de forma prioritaria los temas más sensibles para la población. Esto es, garantizar el pago de salarios a la burocracia, el aguinaldo, y las pensiones.
La deuda con proveedores y contratistas está documentada y fueron creados los fideicomisos con los que habrá de ser cubierta, pero no será pronto.
Están a punto de cumplirse las dos primeras semanas de la gestión de Flavino Ríos como gobernador y hoy Veracruz ya no es noticia obligada en el tema de inseguridad, mientras que los asuntos financieros pendientes empiezan a encontrar su cauce.
Viene la etapa más complicada. Dentro de 20 días el gobernador en funciones habrá de entregar el informe anual de labores, de una administración que no le tocó a él. Al mismo tiempo sus colaboradores deberán seguir trabajando en la entrega-recepción y en las tareas que les sean asignadas para que la entidad se mantenga en marcha.
No hay tiempo para las guerras mediáticas o las grillas de pasillo. Veracruz requiere de mano firme en la recta final de esta administración, en tanto que de la próxima administración se requiere claridad en el rumbo y seriedad en el cumplimiento de los compromisos.
Tan delicado es que la actual administración recurra al apoyo del gobierno federal, como que Miguel Ángel Yunes vaya a Washington en busca de apoyos que, por obviedad, no serán gratuitos.
Es cierto, Veracruz enfrenta severos problemas de liquidez, pero sus autoridades deben actuar con suma prudencia antes de volver a hipotecar las finanzas estatales.
Hasta la fecha no se ha escuchado de la próxima administración de algún plan para reducir el gasto operativo, para aplicar medidas adicionales de austeridad, o para generar mecanismos recaudatorios más eficientes.
No es posible que toda la carga financiera se sostenga con más deuda.
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