Desde los atribulados años de las crisis económicas, hace ya más de tres décadas, el tema del precio del dólar ha sido recurrente para explicar toda clase de sinrazones de la economía global.
A riesgo de pecar de inocente e ignorante, voy a referirme a las preguntas que se hace la gente común cuando ve en los aparadores bancarios como el billete verde rompe con el principio básico de la física: todo lo que sube tiene que bajar. De inicio, tendríamos que suponer que los mercados financieros y sus inversionistas, no son más que unos niños inocentes y asustadizos, que ante cualquier sombra temen al peor de los fantasmas y a cualquier brisa, suponen el peor de los huracanes.
¿Cómo es posible que los dueños del dinero se teman a sí mismos? ¿Es lógico decir que hay nerviosismo en los mercados financieros cuando en realidad ellos son los únicos poseedores de la riqueza?, y por tanto, deciden cómo y en qué sentido se mueve y multiplica. ¿Por qué no decir que todo es una gran simulación para ganar millones de dólares en minutos?, sin esfuerzo alguno, más que el de la voluntad de quebrar empresas, empobrecer países y manipular la economía de la aldea global. No lo dirá el capital, pero las verdaderas conciencias deben hacerlo.
El aumento sostenido del dólar en las últimas semanas, ha padecido toda clase de explicaciones. Algunas que francamente alegran el corazón a causa de la risa. Si el debate Hillary-Trump puso a temblar el mercado cambiario a grado tal de llegar a un precio nunca antes visto, ¿por qué cuando no había debates –y me refiero a los últimos tres años- el precio del dólar siempre estuvo a la alza?
¿Y si los mercados sólo dijeran: no le hagan caso al hurón naranja y concentremos en lo nuestro? Habrá quien diga que si Trump llega al poder, habrá consecuencias económicas graves para la economía mundial. Es cierto. Pero aún faltan dos debates más y la elección presidencial. ¿No sería mejor ponerse nerviosos un poco más adelante?
Me suena lógico que el tipo de cambio tenga que ver, por ejemplo, con la tasa de interés fijada por la Reserva Federal. Y que si ésta se modifica, tendría un efecto inmediato en el valor de bienes y servicios de exportación. También la compro. Pero si como sucedió hace algunos días, resulta que las tasas se mantienen en el mismo nivel, ¿por qué el dólar no baja? ¿No será que la ganancia que los inversionistas no obtuvieron, se puede lograr por la vía de una devaluación gradual y simulada del peso mexicano?
Los especialistas –no creo que lo sean tanto, sino sabrían como detener esta película de horror financiero-, explican que hay otros factores que también juegan en el tema de por qué sube el dólar o, en su defecto, baja el peso, entre ellas, la caída en los precios del petróleo (lo que se ha combinado con una baja en la producción y exportación de petróleo en México); la falta de optimismo en los mercados internacionales respecto a la recuperación económica global y de México; y la desaceleración de las economías en Grecia y, principalmente, China.
Y uno se pregunta: ¿si la crisis petrolera es global, porque otras economías no devalúan sus monedas? ¿Por qué los mercados internacionales no se ponen de acuerdo para echar desmadre en lugar de perder el optimismo ante la más insípida noticia? ¿Por qué la debilidad de las economías de Grecia y China nos pega más a nosotros? ¿Sólo por ser el perro más flaco? ¿Dónde están entonces nuestras reservas internacionales para evitar que eso pase?
Así, el precio del dólar es un cuento que nos debemos de tragar. La realidad es más fácil de explicar: los dueños de los dólares deciden especular y retenerlos, so pretexto de la más pueril situación política y social. La escasez provoca el aumento del precio no sólo del dólar sino de cualquier producto. El precio del dólar en realidad está determinado por la combinación del miedo y la ignorancia.
La del estribo…
La decisión de la Comisión Nacional de Justicia Partidaria de suspender los derechos de militante al gobernador Javier Duarte y otras seis personalidades –Gabriel Deantes y Arturo Bermúdez, entre ellas-, es apenas la punta del iceberg de una compleja red de intereses y complicidades. Algunos nombres llamaron la atención por su escaso vínculo con el Partido, pero una vez que la PGR entre en acción, todo tendrá sentido.