¿De verdad nos tenían que echar a perder la fiesta? ¿De qué tamaño es el temor a la rechifla o al repudio espontáneo de la masa? ¿Era necesario someter a los xalapeños a la monserga que significa tener que soportar a los 400 pueblos hasta en la noche mexicana? ¿Para qué llevar el encono político a la fiesta cívica más importante? Como decía nuestro filósofo recién fallecido: “Pero qué necesidad”.

En nuestra infancia, solíamos reunirnos con otros niños para hacer de la vida una celebración. Una cascarita de futbol, una sesión de anécdotas propias y de los padres que terminaban en sonoras carcajadas o cualquier otro juego propio de una época en que no había televisión ni videojuegos.

Todo iba bien hasta que llegaba el chamaco mamón, el gandalla, aquél que muchas veces ni siquiera iba a la escuela y el motivo de su existencia era fastidiar a los demás, ese a quien todo mundo prefería darle la vuelta. Apenas ofrecía un saludo, la expresión era directa y descarnada: “ya le cayó caca a la leche”. Así va a pasar con nuestra noche mexicana.

Hace casi dos décadas me tocó estar por casualidad en las entrañas de la organización de la noche mexicana. Corrían los primeros días de septiembre y los últimos del gobierno de Patricio Chirinos. La plaza Lerdo era un mosaico variopinto de expresiones y movimientos ciudadanos que habían puesto en predicamento el desarrollo de las fiestas patrias.

Así, se intensificó la negociación. Unos accedieron a retirar sus campamentos al menos durante la celebración de la noche del grito y el desfile del 16 de septiembre, otros encontraron solución a sus problemas, pero otros más, ante la falta de acuerdos, tuvieron que enfrentar a la fuerza pública una noche anterior.

La mañana del 15 de septiembre, la plaza Lerdo lucía limpia y dispuesta para la fiesta. La gente caminaba con libertad. Ya por la noche, como se acostumbraba desde entonces, decenas de colonos afines al gobierno se dispersaban entre los miles de ciudadanos que asistían espontáneamente para observar el espectáculo musical y de luces, así como la arenga del mandatario.

Sin polemizar en opiniones, Patricio Chirinos no era precisamente un gobernador muy querido o cercano a la gente, sin embargo, gozaba del respeto que los veracruzanos prodigaban a los gobernantes y a sus instituciones. Era entonces un estado en paz.

Pero resulta que ahora es al revés: hay que ocuparla. Hay que pagar por traer a un grupo de mercenarios que defiendan la plaza, que intimiden, que hostiguen, incluso que agredan si es necesario. Cuando ya no hay nada que perder, no importa el costo político que eso represente. Hace cinco años, nadie imaginó que así sería el último capítulo.

Por cierto, como lo dije alguna vez, la celebración de la fiesta de independencia no es de Peña o de Duarte. Quienes no quieran ir a la noche mexicana, que no vayan; si no lo quieren ver por televisión, que tampoco lo hagan.

Pero pedir por todos los medios –principalmente las redes sociales- que no asistan a los festejos es un despropósito. Es cercenar nuestra propia libertad de festejar nuestra identidad; es autocensurarnos de celebrar, como lo hacen todos los países del mundo, nuestra fiesta nacional. En nada ayuda a la crítica situación del país y de Veracruz seguir incitando a la división y al rechazo.

No es el gobierno quien nos convoca, es nuestra propia historia. La arenga no la inventaron ellos, es la expresión misma de la fundación de la patria. Esta celebración es de todos nosotros, de los mexicanos, no es de los políticos ni de quienes se aprovechan para expresar sus filias y fobias. Es de las pocas cosas que nos hacen coincidir en este polarizado país.

Por eso es que da tanto coraje que traigan a nauseabunda hermandad de los 400 pueblos a robarnos nuestra fiesta. La presencia de la raza de César del Ángel y sus secuaces en la plaza Lerdo nos hizo rememorar esos pasajes de nuestra infancia… ¡ya le cayó caca a la leche!

La del estribo…

¿Qué espera el Presidente Enrique Peña Nieto para recibir en Los Pinos al gobernador electo de Veracruz, como ya lo hizo con el resto de los estados que tuvieron elecciones? ¿La resolución del Tribunal Electoral o el de la PGR?