Era mediados del año 2008. En ese entonces 199 ayuntamientos de Veracruz aceptaron unirse al proceso de bursatilización de la parte que les correspondía del impuesto a la tenencia vehicular. Esta medida les redituó dinero fresco, casi inmediato, que pudieron utilizar en inversiones productivas y ayudó a reactivar la economía regional.

Hubo, sin embargo, municipios que no aceptaron este mecanismo. Quizá el más importante fue Boca del Río, en ese entonces presidido por quien hoy ocupa nuevamente ese cargo, Miguel Ángel Yunes Márquez.

En virtud de que no se sumó al proyecto de bursatilización, ese ayuntamiento no recibió recursos adicionales, pero eso poco o nada pesó en el proyecto de desarrollo que se había planteado el alcalde.

Eran tiempos en los que el país era dirigido por un panista, Felipe Calderón. Las relaciones de Miguel Ángel Yunes Linares, padre del alcalde boqueño, eran inmejorables a nivel federal, y gracias a ello llegaron a ese municipio recursos adicionales, muy superiores a los que habría recibido si se hubiera adherido a la bursatilización.

Después de Yunes Márquez llegó un alcalde priista, Salvador Manzur, a quien le llegaban intactas las participaciones vinculadas al impuesto a la tenencia vehicular, toda vez que no habían sido afectadas con bonos bursátiles. Manzur nunca mencionó que eso era gracias a la postura asumida por su antecesor.

Hoy Miguel Ángel Yunes Linares es gobernador electo de Veracruz. Habrá de tomar posesión el primero de diciembre y desde ahora anticipa que habrá de encontrarse con un gobierno en ruinas, con la violencia desatada, con una deuda pública que limita severamente el flujo de efectivo y con un gasto operativo que ahoga a la administración estatal.

Ante ese panorama, Yunes Linares no encuentra otra salida que buscar la ayuda del gobierno federal. Anunció que envió una misiva al Presidente Enrique Peña Nieto para pedirle que destine a Veracruz elementos de las fuerzas armadas federales para que se hagan cargo de la seguridad desde ahora, y que intervenga para que las finanzas públicas sean rescatadas.

Una vez conocido el resultado de la elección del pasado 5 de junio, en este mismo espacio se advirtió sobre la circunstancia que encontraría Miguel Ángel Yunes Linares a su arribo al cargo de Gobernador. Se señaló, además, que no podía darse por sorprendido, pues desde antes de confirmar su candidatura tenía muy claro cuál era la situación de Veracruz, tanto en materia financiera como en seguridad.

Ya lo apuntó acertadamente el analista Arturo Reyes Isidoro: Yunes Linares asumirá la gubernatura en diciembre y habrá de hacer frente de inmediato al pago de dos quincenas de la burocracia estatal, y en cuanto inicie el 2017 tendrá que pagar, además de los salarios, la segunda parte de los aguinaldos.

A todo eso debe sumar la parte que el gobierno estatal debe aportar para cumplir puntualmente con el pago a pensionados y jubilados.

Ya no hablemos de la larga, larguísima fila de acreedores que buscarán solución al rezago en el que ha incurrido la administración estatal.

Pero muy bien lo apuntó el senador José Yunes Zorrilla: Yunes Linares no puede estar atenido a que el gobierno federal le resuelva sus problemas, pues el Presidente Enrique Peña Nieto tiene sus propios retos, sus propios compromisos.

Se anticipa un nuevo y severo recorte en el presupuesto de egresos federal, con la finalidad de abatir el déficit que viene arrastrando ese nivel de gobierno desde hace al menos ocho años.

Ya las empresas calificadoras han encendido las luces de alerta por el nivel de endeudamiento del Gobierno de México, por lo que se requiere de una estricta disciplina financiera que aligere esa presión.

No es el mejor momento para esperar un rescate económico desde la Secretaría de Hacienda. Toca que el próximo gobernador se siente con los bancos acreedores, que lo haga también con proveedores y contratistas, y plantee nuevos esquemas de pago que le dejen cierto margen de maniobra.

Toca, además, ajustarse una vez más el cinturón, abatir al máximo el gasto operativo y hacer lo que tanto presumen los políticos y casi nunca cumplen: «Más con menos».

No será, ni de chiste, un bienio sencillo.

 

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