El centro del debate es si en realidad era necesario ese encuentro entre el Presidente Enrique Peña Nieto y el candidato del Partido Republicano a la Presidencia de Estados Unidos Donald Trump.

De la gran mayoría son conocidas las expresiones que ha tenido Trump en contra de México o de los mexicanos.

Hace año y medio habló de la construcción de un muro para evitar que más mexicanos crucen la frontera con Estados Unidos: «No quiero nada con México más que construir un muro impenetrable y que dejen de estafar a Estados Unidos», dijo en aquella ocasión.

Días después agregó: «México no se aprovechará más de nosotros. No tendrán más la frontera abierta. El más grande constructor del mundo soy yo y les voy a construir el muro más grande que jamás hayan visto. Y adivinen quién lo va a pagar: México».

En junio de 2015, cuando Trump lanzaba su candidatura a las elecciones primarias del Partido Republicano, dijo: «Cuando México nos manda gente, no nos mandan a los mejores. Nos mandan gente con un montón de problemas, que nos traen drogas, crimen, violadores…».

¿Recuerdan cuándo se usaron esas mismas palabras? Durante el bloqueo económico a Cuba, en referencia a los famosos «balseros», que eran cubanos que buscaban exiliarse en Estados Unidos. Un sector tan radical y resentido como el que representa Trump acusaba a Fidel Castro de «mandar la escoria» en esas balsas.

La elección del sucesor de Barak Obama está resultando más complicada de lo que los mismos analistas de Estados Unidos calculaban. La ventaja que mantiene la demócrata Hillary Clinton desde que se definieron los candidatos, se ha ido reduciendo y nadie puede asegurar, con toda certeza, el resultado con el que habrán de encontrarse el 8 de noviembre.

La duda a la que se enfrentaba el Gobierno de Enrique Peña Nieto, frente al discurso antimexicano de Donald Trump, era si convenía dejar que el destino hiciera su parte y que el candidato republicano fuera derrotado en las urnas, pero…

¿Y si Donald Trump gana?

Antes del encuentro Peña-Trump el escenario en caso de un triunfo republicano era catastrófico: Una inmediata caída en nuestra bolsa de valores, el precio del dólar disparado por encima de los 30 pesos, fuga de capitales y la inflación sin control.

Todo ello, sólo por la perspectiva negativa que generaría el trato de México con su poderoso vecino del norte.

Antes, Trump hablaba de gravar las remesas de dólares que envían a sus familias los mexicanos radicados en Estados Unidos («Es una decisión fácil para México: hagan un pago único de 5-10 mil millones de dólares para asegurar que continúe el flujo de 24 mil millones de dólares de remesas al país al año», ha dicho), y hablaba de modificar los términos del Tratado de Libre Comercio porque, en su opinión, favorece más a nuestro país que al suyo.

A partir de su entrevista con Peña Nieto el discurso antimexicano de Trump se redujo a un solo tema: Si se construye o no el muro entre ambos países y quién habría de pagarlo.

Hoy están tendidos los puentes de comunicación entre el Gobierno de México y el candidato republicano, lo que no existía antes.

El encuentro tuvo, además, otra consecuencia favorable: La candidata del Partido Demócrata, Hillary Clinton, definió su postura respecto a México, algo que había desdeñado durante toda su campaña. La propuesta de Clinton en materia migratoria contempla promover una reforma integral para crear un camino a la ciudadanía, mantener unidas a las familias, y permitir a millones de trabajadores a salir de las sombras.

La reunión de Enrique Peña Nieto con Donald Trump fue, en estricto sentido, un acto de política.

La disyuntiva del Gobierno de México era tomar una medida francamente antipopular hoy, o ser señalado en noviembre de no haberse preparado para el peor escenario posible: El triunfo de Donald Trump.

 

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