Eso de aumentar el precio de la gasolina y las tarifas eléctricas precisamente el día del informe del Presidente Peña Nieto es algo que suena a suicidio. ¿De verdad alguien en el gabinete odia tanto al Presidente? O de plano, ¿son tan necesarios para la economía nacional los 2 centavos que aumentará la gasolina Magna como para echarle a perder el día?
Atrás ha quedado la época en que el informe de Gobierno no era otra cosa que el día del Presidente. Los más chavos no lo recuerdan, pero hace apenas dos décadas el país se paralizaba, se suspendían las clases y toda la clase política del país sacudía la naftalina de sus trajes para ir al informe del tlatoani. Ser convidado al banquete era un privilegio.
Como en cualquier ceremonia de culto, los súbditos esperaban con ansias las palabras, las señales, los anuncios que iluminaran el oscuro pasillo del futuro de la nación entera. Era preciso saber quiénes seguían en el Olimpo y quienes habían caído de él. Durante horas, el mandatario podía prodigar cifras en todas las áreas imaginables de la administración, sin que fueran presa de la desconfianza y el escarnio.
Hoy el Informe de Gobierno del Presidente sigue siendo una efeméride muy importante en la agenda política del país. Sin embargo, para el actor principal, se ha convertido en una difícil aduana que generalmente pone en evidencia los múltiples fallos que observa el gobierno en turno. Los atribulados ciudadanos poca atención prestan al evento, de no ser por la contra campaña que partidos políticos, analistas y adversarios del Presidente endilgan en los días por venir.
Bueno, pues resulta que este jueves es el Cuarto Informe de Gobierno de Enrique Peña Nieto. Y ante la crisis de popularidad y la sacudida que ha sufrido su gobierno en varios frentes –principalmente en el económico y el de gobernabilidad-, el Presidente ha decidido cambiar el formato, respondiendo fundamentalmente al mandato autoritario de la comunicación política y las redes sociales.
No habrá ceremonia en San Lázaro ni en recintos alternos. Por el contrario, se trata de remendar el acartonado monólogo en el que el Presidente siempre tenía la razón. En diversos foros hablará de diversos temas con grupos de población específico, principalmente jóvenes.
Desde la semana pasada, en la página de la Presidencia de la República, se ofrece un avance del contenido del Cuarto Informe de Gobierno, donde se muestran detalles de los cinco ejes del mismo: México con educación de calidad; México prospero; México incluyente; México en paz y México con responsabilidad global.
En realidad, temas poco atractivos para quienes, ese mismo día, tendrán que sufrir el aumento de precios en las gasolinas y la electricidad. Esto ha generado un muy mal ambiente al Informe de Gobierno y ha dado argumentos para descalificar cualquier cifra o estadística que se quiera anunciar como logro de su administración. La gasolina y la luz pegan directamente en el bolsillo doméstico. No es macroeconomía.
Y en este ambiente tan politizado en la víspera del informe, ayer muchos fanáticos de la quiniela sexenal daban por ciertos una cascada infinita de cambios en el gabinete, que más bien sonaban al arranque de la precampaña sucesoria. Los cito sólo para el anecdotario: Osorio Chong a Sedesol y Roberto Campa a Segob; Meade a Hacienda –en el caso de Videragay, lo ubican en la candidatura del Edomex, algo que aún está muy lejano-; Pedro Joaquín Codwell al Vaticano, y del Vaticano, Mariano Palacios a Sedatu o Sener.
Pero ahí no para. La Procuradora Arely Gómez regresaría al Senado para dejar su lugar a Renato Sales. Rosario Robles saldría de manera definitiva del gabinete. En otras circunstancias, los cambios tendrían sentido, pero cambiar baraja completa –Gobernación, Hacienda, Sedesol y PGR- no es una de las características del Presidente Peña.
La realidad es que muchas cosas podrían pasar esta semana, no sólo en el entorno del Presidente. Por ejemplo, también podría suceder que si estornudan en Los Pinos, en Casa Veracruz pasemos del resfriado a la pulmonía. Las señales son cada vez más contundentes.
Con el informe de Gobierno y su nueva estrategia de comunicación, el Presidente Peña Nieto se está jugando su principal carta en lo que será el último tramo de su gobierno. A estas alturas, sigue convencido –como se lo dijo a los diputados federales de su partido-, que entregará la Presidencia a un representante de su Partido. Pero si le siguen ayudando, va a estar difícil.
La del estribo…
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