Fanáticos del simplismo intelectual, muchos de nosotros hemos reducido nuestro conocimiento de la reforma educativa a tres aspectos específicos: a la evaluación magisterial, la relación laboral –donde se incluyen el manejo discrecional de plazas docentes y el descuento a maestros faltantes-, y al conflicto social con algunas secciones de la Coordinadora y el sindicato de maestros, principalmente en Chiapas y Oaxaca.
Del resto no nos ocupamos mucho, ya sea porque las noticias ponen énfasis al choque de la autoridad y los maestros –lo que ya resultó en disturbios de alcance internacional-, porque nadie ha sabido explicar con peras y manzanas los alcances de la reforma, o de plano, por una absurda percepción de que muchas familias tienen a sus hijos en escuelas particulares, y en consecuencia, no les atañe.
Basta decir que si las familias optan por enviar a sus hijos a escuelas particulares, es precisamente porque no confían en la calidad educativa que ofrece el Estado; a nadie le gusta pagar costosas colegiaturas, pero muchos no encuentran alternativa.
Por eso ha llamado la atención una presentación breve y concisa que hace el Secretario de Educación, Aurelio Nuño, en su página de Facebook. Lo interesante no está solamente en el contenido, que de origen debe ser la primera curiosidad intelectual de los padres que quieren una buena educación para sus hijos, sino el debate que se origina ahí mismo, con la razón y la pasión de maestros que no salen a las calles a protestar, pero que sí tienen que lidiar a diario con las limitaciones del sistema educativo.
El video, que dura escasos minuto y 14 segundos, explica que México debe adaptarse a un entorno globalizado, donde se requiere de una educación de calidad que nos permita competir con el resto de los países. La educación que imparta el Estado, asegura, además de ser laica y gratuita, debe ser de calidad, lo que obliga a replantearse cuáles son los conocimientos y habilidades requeridas por los niños mexicanos.
La reforma educativa, continúa el audio, tiene el propósito de formar ciudadanos que piensen de manera analítica, crítica y creativa para entender y resolver problemas –se infiere que el método de memorizar quedó en el pasado-. El egresado de educación básica debe saber expresarse en español, inglés y hacer uso de las nuevas tecnologías de la información, que ejerza sus derechos y asuma sus obligaciones como ciudadano. ¿Alguien en su sano juicio estaría en contra de estos propósitos? ¿Entonces, porqué el conflicto?
Muchas respuestas se encuentran ahí mismo. Por ejemplo, una profesora cuestiona que si quieren calidad “no deberían saturar los grupos de niños; es ilógico querer trabajar por competencias (lo que implica un trabajo personal con cada niño) teniendo grupos de 37 y 40 niños, ya lo quiero ver a él –se refiere a Nuño-, elaborando expedientes individuales y recabando evidencias de cada niño…”
Otra más. “Una utopía muy mona…. tenemos escuelas sin servicios básicos, sin materiales, sin equipos de cómputo, ni siquiera escritorios y pupitres en buen estado. Tenemos alumnos que caminan más de 3 horas para llegar a la escuela, grupos de más de 30 alumnos -porque según la reforma un maestro debe atender de 30 a 40 alumnos-, por mucha vocación y preparación que tengamos, a veces es imposible, pero usted y sus colaboradores detrás de un escritorio elegante…”
Y hubo quien aprovechando el viaje, con un sincero optimismo de que Aurelio Nuño –o alguno de sus colaboradores- se ocupará de dar seguimiento a los comentarios, cuestionan, por ejemplo, “¿por qué este año no se otorgó el apoyo MANE?, que siempre nos ha sido muy útil para compras de material para la Supervisión, ya que nadie de manera oficial y directa nos da hojas, tonners, folders, etc… lo básico para operar.” Y para sorpresa de muchos, el diálogo carece de linchamiento y se da en un ambiente propositivo y de respeto.
La conclusión pareciera ser que el gobierno federal tiene un problema de comunicación; si bien los maestros saben de la reforma, no se ha logrado que los ciudadanos la conozcan y la compartan. Al final, lo que todos quieres es una educación de calidad para nuestros hijos.
La del estribo…
El asesinato del reportero Pedro Tamayo Rosas ha provocado una nueva hemorragia en una herida que nunca ha cerrado. Es cierto, el gobierno no mata periodistas, sin embargo, también es cierto que poco se hace para que eso no ocurra. Los protocolos de protección –federales y estatales- no sirven, el protagonismo tampoco. El doble agravio es que la muerte sigue presente y los responsables sin castigo.