Al gobernador Javier Duarte de Ochoa aún le quedan cerca de cinco meses para entregar constitucionalmente su administración, pero el mandatario priista prácticamente ya abdicó.
Hace un par de semanas, por ejemplo, fue inaugurado en el municipio de Nanchital el complejo Etileno XXI del grupo Braskem-Idesa, la inversión industrial petroquímica más grande de las últimas décadas en México, sin embargo Duarte de Ochoa no asistió pese a que en sus cinco informes de gobierno siempre se ufanó de este proyecto de capital privado que requirió de un financiamiento de 5 mil 200 millones de dólares aportados por 17 bancos nacionales e internacionales, entre ellos el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la banca de desarrollo de México y Brasil.
Según versiones periodísticas, el pretexto de Duarte para justificar su ausencia es que no venía el presidente Enrique Peña Nieto. Sin embargo, el funcionario que trajo la representación presidencial fue el secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, su padrino de bodas, quien vino acompañado del director general de PEMEX, el veracruzano José Antonio González Anaya, concuño de Carlos Salinas de Gortari, el influyente ex Presidente que en la sucesión estatal de 2010 le dio un aval determinante al sucesor de Fidel Herrera Beltrán cuando la validez de la elección local, impugnada por el ex candidato panista Miguel Ángel Yunes Linares, se dirimía en la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, la última instancia jurisdiccional.
Presuntamente, la inesperada presencia de Yunes Linares, invitado en calidad de gobernador electo, habría sido el motivo por el que Duarte evitó asistir a la inauguración del complejo Etileno XXI, cuya construcción la inició formalmente el grupo Braskem-Idesa en 2011, durante el primer año de la administración duartista, después de 15 años de que distintos gobiernos intentaron que se instalara una industria petroquímica privada en el país.
En su representación, Duarte envió a Nanchital al secretario de Gobierno, Flavino Ríos Alvarado, quien no tuvo participación en la conferencia de prensa encabezada por los inversionistas privados y los funcionarios del gobierno federal.
Pero inclusive, desde dos meses antes de su notoria ausencia en tan histórico evento inaugural del complejo petroquímico, el gobernador ya también se había abstenido de participar públicamente en el tradicional desfile obrero del primero de mayo. Y es que, como se recordará, fue el 22 de abril cuando a través del recién fallecido dirigente estatal de la CTM, Enrique Ramos Rodríguez, maniobraron para que éste le solicitara oficiosamente al jefe del Ejecutivo del estado que en lugar de marcha mejor recibiera en la Casa Veracruz a los líderes sindicales para que dizque le expusieran de manera directa la situación que guardaba el sector obrero en la entidad.
“Queremos que el gobernador escuche nuestros planteamientos; llevar a esa reunión la voz de nuestros trabajadores y evitar así que grupos de personas que ni siquiera están adheridos a alguna organización aprovechen esta fecha tan simbólica para manifestarse o afectar incluso a la población”, argumentó Ramos Rodríguez, quien según el comunicado oficial dijo que la realización de esa mesa de trabajo sería un hecho muy importante para sus agremiados, pues tanto el gobierno del estado como los sindicatos siempre se habían caracterizado por el diálogo.
“Ante esta petición, el Gobierno de Veracruz realizará este 01 de mayo, Día Internacional de los Trabajadores, una reunión con todos los dirigentes del sector obrero para escuchar y atender sus peticiones”, concluía el boletín gubernamental.
Fue la primera vez que un gobernador no iniciaba ni presidía posteriormente desde el balcón central de Palacio de Gobierno el tradicional desfile de miles de trabajadores que se dejaban venir de todas las regiones del estado, y que al final de la columna de sindicatos oficiales siempre solían incorporarse miembros de organizaciones independientes o de partidos de izquierda.
Precisamente por estos antecedentes es que ahora ha comenzado a surgir el morbo acerca del comportamiento del gobernador ante tres sucesos inevitables: primero, el 5 de noviembre próximo, con la ceremonia de instalación de la LXIV Legislatura local, que como ya se sabe es mayoritariamente de oposición –con predominio de los diputados de la alianza PAN-PRD y de MORENA–; posteriormente, diez días después, con la entrega de su sexto y último informe de gobierno, y al final, el 1 de diciembre, con la toma de posesión de su sucesor, el panista Miguel Ángel Yunes Linares.
¿Se presentará Duarte de Ochoa a estos actos constitucionales que deberán realizarse en la sede del Poder Legislativo, o seguirá enviando en su representación al secretario de Gobierno, Flavino Ríos Alvarado?
El síndrome Belinda
No se trata de aterrorizar a ningún funcionario del gobierno del estado de Veracruz implicado en el presunto desvío de recursos federales, pero si la Procuraduría General de la República acaba de solicitar a un juez federal girar una orden de aprehensión en contra de la guapa cantante Belinda por ocultar, alterar o destruir sus registros contables al menos en forma parcial, ¿alguien cree que la PGR se la va a perdonar a quienes burdamente maniobraron para crear una red de 25 empresas “fantasmas”, cuyas operaciones habrían rebasado en total los tres mil millones de pesos, según la investigación ampliada por el Sistema de Administración Tributaria, la cual inició el SAT a partir del reportaje publicado el pasado 24 de mayo por el diario digital Animal Político? ¡Ay, nanita!