A aquel que se le ocurrió la «brillante idea» de azuzar a la jauría de los 400 Pueblos para que agrediera a Miguel Ángel Yunes Linares y sus invitados, permítame decirle que es un completo imbécil.

Alguien le tiene que decir que no «estuvo chingón». En alguno de sus asesores debe caber la mesura y le debe explicar que lo importante del hecho no es «la cara de susto que tenía Anaya», sino que se rompió la delgadísima línea que separa la contienda política de la barbarie.

Alguien le tiene que explicar al autor intelectual de este estúpido incidente que quien salió fortalecido fue el Gobernador electo, una vez más victimizado, una vez más ganador de la simpatía ciudadana.

Alguien tiene que poner fin a este pleito absurdo. Los veracruzanos no podemos vivir cinco meses en la zozobra, con sobresaltos por los berrinches de quienes ven cercano el fin de su poder, y la soberbia de quienes ya se ven instalados en Palacio de Gobierno.

Esa no fue la voluntad de los ciudadanos el 5 de junio. No fue esto lo que pidieron los veracruzanos que acudieron a las urnas.

Alguien tiene que decir ¡ya basta!

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A propósito de porquería…

Los operadores electorales, esos que son más conocidos por el mote de «mapaches», tienen su propio diagnóstico de lo sucedido el pasado 5 de junio.

Para ellos, ni la guerra sucia, ni el crecimiento de Morena, ni el desprestigio de Javier Duarte, tuvieron que ver en la derrota del PRI, de Héctor Yunes y de los partidos aliados.

El problema fue -dicen- que soltaron el control del OPLE y, al menos en los distritos de Veracruz y Boca del Río, ese mando lo asumió Miguel Ángel Yunes Linares.

Dos fueron las decisiones tomadas por el órgano electoral que, en opinión de estos expertos en alquimia electoral, representaron la derrota de Yunes Landa.

La primera, que hayan dado a conocer cerca de la media noche del domingo los resultados del conteo rápido. En otras circunstancias, con los controles que se solían tener, se le habría ordenado al Consejero Presidente que no diera a conocer los resultados de dicho conteo, con el argumento de que las cifras eran tan cerradas, que podrían inducir a un error.

La otra decisión que alteró los planes de los mapaches, fue la de haber recurrido al Ejército Mexicano para la custodia de los paquetes electorales, tarea que solía ser asignada al personal de Seguridad Pública del Estado.

De haber mantenido esa práctica (la custodia de policías), luego de ocultar los resultados del conteo rápido el siguiente paso habría sido operar «la magia» en los paquetes electorales durante la madrugada del lunes, de manera que la tendencia se revirtiera.

En los años recientes, el encargado de operar con estos alquimistas había sido el polémico (por decir lo menos) Gabriel Deantes. Los operadores explican que Héctor Yunes «desactivó» a Deantes en la víspera, lo que provocó que se perdiera el control del proceso.

El caso de los dos distritos de Veracruz y el de Boca del Río es emblemático del poder que pueden tener los mapaches. En esa zona los «operadores» azules compraron casillas enteras, esto es, corrompieron a los funcionarios electorales y a los representantes de todos los partidos, de manera que se pudieran manipular libremente los resultados.

En esos tres distritos Yunes Linares le sacó una ventaja a su primo hermano de más de 90 mil votos, cuando el conteo final mostró una diferencia, en todo el estado, de apenas 106 mil sufragios.

Este miércoles el periodista Carlos Loret anticipó que el Instituto Nacional Electoral (INE) tomará medidas para arrebatar a los gobernadores algunos de los instrumentos que siguen teniendo para influir en las elecciones de sus entidades.

Admite el analista que la jornada del pasado 5 de junio «dejó bastante claro lo menguado que está el poderío y capacidad de operación de los mandatarios estatales, por cavernícolas que sean sus prácticas políticas».

Sin embargo, apuntó que tienen todavía rutas para obtener ventajas ilegales y la más importante es el control del presupuesto con el que operan los órganos electorales.

Sobre Veracruz, Loret de Mola dijo que Javier Duarte «mantuvo en hambruna» al organismo estatal y tuvo que intervenir la autoridad electoral federal para que fluyeran los recursos.

Al final, nada funcionó.

Ahí están los resultados.

filivargas@nullgmail.com