Dice el Negro Hernández que en Cuba hay una especie de tradición musical no enunciada pero presente: A los niños les van dando un instrumento de percusión de acuerdo a su edad. A los dos años les dan una clave, a los tres un bongó, a los cuatro una tumbadora, a los cinco un timbal y entre los seis y los ocho, una batería.
Horacio «el Negro» Hernández es hijo de la música, particularmente del jazz. Nació en 1963 en el barrio habanero Santo Suárez. Su abuelo era músico tradicional y su padre, también músico, un gran aficionado al jazz, « (…) además de músico, mi padre fue un gran difusor y conocedor del jazz; de hecho, el único programa de jazz que existió en la radio cubana, en los últimos cuarenta años, fue hecho y dirigido por mi padre, era el fanático de jazz más grande que había en Cuba», le comentó a Juan Carlos Ángel en una entrevista para el portal El Sonero de Barrio.
Cuando tenía ocho años, su padre lo llevó a tomar sus primeras clases de percusión pero el maestro era demasiado estricto para un niño que solamente quería pasarla bien y llegar a tocar como Ringo Star. A los 14 años ingresó a la Escuela Nacional de Arte pero solo estuvo un año, al término del cual lo expulsaron «porque nunca fui a ninguna clase, solamente a clase de percusión, llegaba a las ocho de la mañana y estaba allí hasta las diez de la noche. Y en un año hice toda la escuela de percusión. No aprendí nada más… pero al menos percusión pienso que sí» (Entrevista con La Factoría del Ritmo). Fuera de eso, reconoce a dos grandes maestros: Fausto García Rivera y Santiago Reiter.
En la entrevista aludida, refirió a Juan Carlos Ángel su desarrollo musical:
[El primero] «Fue un grupo clandestino muy bueno que existía en La Habana, se llamaba Las Almas Vertiginosas, con ese grupo tuve la oportunidad -porque para mí eso fue, una oportunidad- de estar por dos semanas en una prisión de máxima seguridad, en Cuba, llamada Villa Marista, un lugar en el que meten a toda la gente que atenta contra el gobierno de la isla.
«Allí estuvimos los del grupo porque cantábamos música americana y ellos decían que estábamos ideológicamente desvirtuados, ese fue el final del grupo. Después, a los 16, años comencé a trabajar con un saxofonista llamado Nicolás Reinoso, quien era el director de un grupo por el que pasaron todos los grandes músicos de Cuba: Arturo Sandoval, Paquito de Rivera, Lucía Huerto, Germán Velasco, Emiliano Salvador, todos ellos iban por las noches a descargar en el Hotel Habana Libre, ese fue el primer grupo de renombre en el que trabajé. Yo era muy pequeño en este grupo pero aprendí mucho de música, todos los estándares de jazz americano y por supuesto, todos los ritmos afrocubanos.
«Después integré un grupo que se llamaba Los Impactos, luego Montes de Espumas y posteriormente comencé a grabar en los estudios Egrem, allí tuve la oportunidad de grabar con artistas de la talla de Omara Portuondo, Elena Burke, Amaury Pérez, Beatriz Márquez y algunos más, acompañé a músicos que no tenían grupos u orquesta propia para sus grabaciones; allí conocí a Gonzalo Rubalcaba y entré a formar parte de su grupo ‹Proyecto› en el que estuve por 10 años hasta que él decidió formar su cuarteto. En diciembre de 1990 decidí salir de Cuba y radicarme en Roma por dos años y medio.
«En Italia tenía un grupo que se llamaba Tercer Mundo pero también era acompañante de varios músicos italianos como Mauricio Díaz Marco, Antonello Salis, Ricardo Fácil y de algunos músicos pop como Pino Dianabol y de un cantante llamado Giovanetti; de esa experiencia por Italia tomé el nombre de mi grupo actual: Italuba, que es la unión de Italia y Cuba; llevamos tres años viajando.
«Antes de formar esta agrupación estuve casi diez años con Michel Camilo, con Carlos Santana estuve tres años y medio (participó en la grabación del exitoso Supernatural), con Steve Wingo, año y medio, con Jack Bruce como seis o siete años, con Tito Puente y Los Tropijazz All Stars, con Eddie Palmieri y con muchos otros; por eso, cuando me preguntan con quién estoy tocando respondo: con todos y con ninguno, porque es imposible vivir de un solo grupo. Sin embargo, es muy bueno porque te hace crecer como músico, porque hay que aprender de todos los estilos, de los directores de cada agrupación, descifrar lo que quiere Michel Camilo, Tito Puente, Héctor Martignon, Palmieri. Son personajes que conocen su arte muy bien y saben lo que quieren de cada músico y, para el músico, descifrar lo que cada director quiere es la única manera de aprender música».
Toda esta experiencia sería suficiente para hacerlo el gigante que es, pero dos convicciones lo elevan a las alturas: sostiene que la técnica es solamente una herramienta para lograr lo fundamental: transmitir sensaciones, emociones y el discurso propio, objetivos para cuyo logro sostiene que no hay recetas. La otra característica que lo agranda es la certeza de que el aprendizaje es incesante, que nunca se llega hasta el final por lo que tiene la convicción de que hay que tener los pies muy bien puestos sobre la tierra, no marearse en las alturas y, sobre todo, nunca renunciar a la humildad.
Han pasado más de tres décadas de su primera colaboración con Gonzalo Rubalcaba, actualmente se han reunido, con un gran camino recorrido cada quien por su lado, y cerrarán el Xalapa Jazz Festival con un concierto que sin duda será apoteósico y en el que el adjetivo «popular» no será un simple ornamento retórico pues se desarrollará en el Parque Juárez hasta donde, por primera vez en la historia, se trasladará un piano de cola.
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https://www.youtube.com/watch?v=KF7-fATQIBQ
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