Mientras el país se debate entre manifestar su apoyo a un movimiento magisterial que se ha ido radicalizando en los estados del sureste (al punto de poner en jaque no solo los últimos ciclos escolares sino incluso la devastada economía regional) o demandar al gobierno federal más política y menos represión contra el magisterio con el fin de evitar un estallido social y derramamiento de sangre, los factores políticos del país se han complicado fuertemente y ya vemos cambios en el estado de cosas.
Las derrotas del partido en el poder en varios estados que tuvieron comicios el 5 de junio pasado, particularmente Veracruz, tercer estado en número de votantes, empiezan a mostrar el nulo control político del presidente Enrique Peña Nieto, incluso dentro de su gabinete, lo que se expresa también en la falta de autoridad para controlar lo que sucede en los estados gobernados por sus correligionarios.
Ayer mismo se esperaban en el CEN del PRI medidas drásticas para lavar la honra tras la pérdida de estados que habían sido gobernados por el PRI en las últimas ocho décadas, y que ahora están por estrenar la alternancia en el poder, como Tamaulipas, Durango, Veracruz y Quintana Roo, además de perder también Chihuahua y Aguascalientes, pese a haber recuperado Sinaloa y la conflictiva Oaxaca.
Y es que el más castigado políticamente por estos resultados ha sido el dirigente nacional priista Manlio Fabio Beltrones, uno de los que mayor proyección tenían rumbo a la candidatura por la Presidencia de la República de 2018 y que la tarde de este lunes presentó su renuncia ante la Comisión Política Permanente del PRI, descarrilando su maquinaria y dejando la vía a otros aspirantes que le jugaron rudo, seguramente con apoyo del mismísimo Peña Nieto, para dejarlo en una situación política sumamente vulnerable.
La semana pasada, según señalan periodistas de la Ciudad de México, Beltrones sostuvo dos reuniones con el Presidente de la República, para evaluar las causas de la peor derrota priista en los últimos tiempos; en dichas cónclaves, Beltrones habría dirigido sus torpedos contra miembros del gabinete político y económico de Peña Nieto, así como a gobernadores como César Duarte (Chihuahua), Roberto Borge (Quintana Roo) y Javier Duarte de Ochoa (Veracruz), cuyas gestiones corruptas habrían llevado al PRI a su peor derrota.
Nunca como este año, ni siquiera cuando perdió la Presidencia de la República, el PRI había dejado de ostentar el gobierno en la mayoría de los estados del país. Con la última elección, el PRI se ha quedado solo con 15 entidades federativas, el menor número desde que en 1990 cedió la primera gubernatura a la oposición.
A partir de diciembre, el PRI gobernará 15 estados (en 2015 había llegado a 19), lo que significa solo el 46 por ciento de los estados del país. Pasará de gobernar 66.3 millones de habitantes a hacerlo sobre 53.6 millones, es decir, una pérdida del 19.2 por ciento. Frente al PRI, el PAN gobernará 10 entidades, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) lo hará en cinco, mientras que el PVEM está ‘gobernando’ Chiapas y un expriista (independiente) gobierna Nuevo León.
En 2000, cuando perdió la Presidencia de la República ante el PAN con Vicente Fox, el PRI controlaba 19 estados (60 %); doce años después lograría su máximo poder cuando, además de recuperar la Presidencia de la República con Enrique Peña Nieto, obtiene triunfos en 21 elecciones de Gobernador, que le significan estar al frente del 62 % de los estados del país.
No jalen que descobijan
Para Manlio Fabio Beltrones, la semana pasada fue de presentar un duro diagnóstico de su gestión partidista y de decir adiós a sus aspiraciones de gobernar el país. La derrota en tantas elecciones estatales no solo fue motivada por la fuerza del PAN, en algunos estados en alianza con el PRD, y tampoco exclusivamente por la desastrosa gestión de sus imberbes gobernadores (aunque he de decir que el de Veracruz ya mostró la barba), quienes durante los últimos seis años hicieron todo lo que estuvo en sus manos por convencer a los habitantes de sus estados que no querían más PRI sobre sus laceradas espaldas.
Sí fueron señaladas por Beltrones las administraciones priistas de Chihuahua, Veracruz y Quintana Roo, e incluso habría pedido a Peña Nieto que, en caso de que la solución fuera que él se mantuviera al frente del PRI, al que solo dirigió por 10 meses, medidas drásticas.
Según el periodista Salvador García Sordo (en su columna “Serpientes y escaleras”, de El Universal), “desde el martes, el dirigente priista puso sobre la mesa su renuncia si no se le daban condiciones para proceder y realizar “ajustes profundos”, entre los que se habló de enjuiciar a gobernadores corruptos que contribuyeron a la derrota”. Por lo visto, no le aceptaron sus condiciones, porque este lunes por la tarde presentó su renuncia. Continúa el analista capitalino en su columna de este lunes 20:
“En la primera comida, […] Beltrones habló fuerte sobre lo que causó una de las peores debacles del priísmo: traiciones internas desde el gabinete, lo mismo en áreas políticas que económicas (aumento a gasolina una semana antes, despidos masivos en Pemex, estructuras de Sedesol apoyando al PAN en estados como Veracruz, iniciativa de matrimonios gays y activismo político de la Iglesia en contra del PRI). También mencionó el caso de tres gobernadores, cuyo desprestigio, caprichos y rechazo a la población, arrastraron al PRI y a sus candidatos a perder sus estados, a saber Javier Duarte, César Duarte y Roberto Borge. Contra ninguno de ellos y sus excesos se actuó en su momento y el costo político fue para el priísmo”.
Pobre Beltrones. En realidad sufrió una de las más extrañas y duras estrategias de sus enemigos internos para evitar que llegara con banderas desplegadas a 2018. Bien sabemos que en la sucesión de 2012, Beltrones peleó la candidatura priista al exgobernador mexiquense y que, en las últimas negociaciones, le prometieron todo el apoyo político para que él fuera el candidato en la siguiente elección presidencial. El problema es que, tanto Peña Nieto como sus más cercanos colaboradores que también la buscan, habrían orquestado la dura derrota, a manos por cierto de expriistas postulados por el PAN en alianza con el PRD, para dejarlo en una situación política verdaderamente insostenible.
Que el PAN haya ganado su mayor cosecha electoral de su historia y que tenga el control de más del 30 por ciento de los estados del país, contra el entusiasmo del dirigente nacional panista Ricardo Anaya Cortés sobre la fortaleza de su partido, puede ser una de las jugadas políticas más arriesgadas del grupo en el poder para deshacerse de sus peores lastres, sin necesidad de ensuciarse las manos enjuiciando a sus propios correligionarios, al tiempo que desplaza de la carrera presidencial al sonorense, fortaleciendo a los de casa: el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong (quien tendría un fuerte apoyo en Veracruz), o al fuerte grupo del sector de la economía en el gabinete, cuyos integrantes habrían festejado tanta derrota del PRI en los recientes comicios. Vamos a ver si el conflicto magisterial no tira al siguiente más fuerte, Osorio Chong, o lo catapulta a inmejorables escenarios.
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