Dicen que se aprende más de las derrotas que de las victorias, pero ese conocimiento no llega cual generación espontánea. Es menester analizar lo que se hizo y lo que se dejó de hacer. Ponderar fortalezas y debilidades a la luz de los resultados más recientes. La autocrítica es fundamental para obtener el conocimiento que el descalabro ofrece.

El PRI debería estar ya, sin dilación alguna, concentrado en la revisión exhaustiva, minuciosa, de los resultados obtenidos el pasado 5 de junio.

En Veracruz, al menos, ya se hacen algunos ejercicios de análisis para detectar las fallas y corregirlas hacia el 2018. Cuando se habla de que «la alternancia llegó para quedarse», significa que en el próximo proceso los veracruzanos podrían optar por volver a modificar el rumbo político de la entidad.

Ya en otros espacios se han encargado de demostrar, con números y datos duros, que resulta absurdo señalar como único responsable de la derrota a Javier Duarte. Baste recordar que los escasos distritos electorales ganados por candidatos afines al PRI fueron logros de excolaboradores del actual Gobernador, y que los índices de reprobación social del actual mandatario estatal, ya habían alcanzado su nivel más alto antes de que se definiera al candidato de la alianza «Para Mejorar Veracruz».

Héctor Yunes sabía que ese factor jugaría en su contra durante el proceso electoral y aún así presionó hasta en las más altas esferas políticas para conseguir su postulación.

El periodista Alberto Aguirre, de El Economista aporta algunas razones que habrían dado al traste con la estrategia de Héctor Yunes en Veracruz:

«¿Culpables? El candidato, que se rodeó de un entourage elefantiásico y rechazó sumar esfuerzos con el equipo del gobernador Javier Duarte. Y la estrategia definida en el CEN, que funcionaba en un escenario de dos, pero que con la irrupción de Cuitláhuac García, forzó al electorado a definir entre la experiencia, la innovación o la revancha».

El mismo analista habla de la responsabilidad, en las derrotas, del modelo de activismo político implementado por Manlio Fabio Beltrones (el famoso programa «Zafiro») y lo explica así:

– Las estructuras tradicionales priistas se quejan de la exclusión de las brigadas microrregionales. Y sobre todo, de la falta de presupuesto. Los recursos distribuidos discrecionalmente y a destiempo (…). «El programa de activismo político se aplicó con calzador, se inició tarde y fue operado por gente sin oficio político, a la que no le importó excluir a la dirigencia y menos escuchar la opinión y las sugerencias de los cuadros experimentados», refieren los quejosos, «para ellos, fue suficiente acordar con los candidatos y los gobernadores (…)”.

– ¿Y los representantes de casilla? Allí ocurrió otra historia. La operación política de los beltronistas, en todo caso, tuvo un asidero endeble en los profesionales de la estrategia electoral, la movilización, la medición de la opinión pública y la dispersión de mensajes en las redes sociales.

En su análisis, era inevitable referirse al «genio» detrás de la campaña del candidato de la alianza Para Mejorar Veracruz:

– “En política, lo más caro es perder”, clamaba el abogado veracruzano Fernando Vázquez Rigada, dueño de la firma PNC y comandante del war room del priista Héctor Yunes Landa, quien pasó de ser el consultor político del año a uno de los marqueteros electorales más denostados por un sector de la cúpula tricolor.

Es el momento de la reflexión seria, del análisis profundo. Si los priistas quieren regresar en el 2018, no pueden perder el tiempo lamiéndose las heridas.

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