El documento ya estaba listo, firmado por los legisladores federales. Era un exhorto a la PGR para que le diera celeridad a la investigación de las denuncias presentadas contra Miguel Ángel Yunes Linares por enriquecimiento ilícito.

El golpe sería contundente, pues horas después de que entrara dicho exhorto al Congreso federal, Javier Duarte promulgaría la reforma constitucional para retirarle el fuero al Gobernador.

Algo pasó.

Cuentan los que de esto saben que Yunes Linares se comunicó con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio y le pidió paz. Él le bajará el tono a sus ataques a Duarte, a cambio de que no le muevan más a las denuncias en su contra.

Una llamada llegó a San Lázaro desde Bucareli. El exhorto fue retirado de la orden del día. Se quedó pendiente, por si se ofrece más tarde.

Si la decisión del Órgano Electoral es confirmada por los tribunales, el primero de diciembre del presente año Miguel Ángel Yunes Linares será Gobernador por un período de dos años. La voluntad de poco más de un millón de veracruzanos el domingo 5 de junio, lo convertiría en el sucesor de Javier Duarte.

En caso de ser confirmada su victoria, Yunes Linares asumirá el cargo de Gobernador, jefe del Poder Ejecutivo en la entidad. No será Dios y, por lo tanto, no habrá que creerle todo a ojos cerrados. No debemos olvidar que hace seis años esos mismos ciudadanos que hoy parecen haberlo respaldado, le dieron la espalda.

La categoría de «Gobernador electo» no figura en el marco jurídico que rige a Veracruz. El período entre la confirmación de su triunfo y la toma de posesión es el Limbo, un espacio en el tiempo que es utilizado para dialogar con la población, para analizar los perfiles de quienes podrían integrar su equipo de trabajo, o simplemente para descansar de lo que habría sido una intensa campaña.

Si hay algo para lo que no lo puede usar ese tiempo, es para gobernar, porque para eso está el Gobernador en funciones, ese que concluye su mandato el 30 de noviembre.

En ese entendido, resulta adecuado y hasta prudente que el llamado «Gobernador electo» envíe una misiva al Gobernador en funciones para solicitarle (no exigirle, pues no es una obligación) le remita información sobre el estado que guardan las tareas del Estado, con el fin de anticipar la elaboración del Plan Veracruzano de Desarrollo, que en esta ocasión será de sólo 24 meses.

Nada de bufetes jurídicos, ni equipos de auditores externos. Toda acción de gobierno por su parte tendrá que ser después de que rinda protesta, el primero de diciembre.

Tampoco se debe perder de vista que entre las atribuciones del Jefe del Poder Ejecutivo no está la de auditar a la administración estatal. Habrá una revisión detallada, eso sí, en el mes que antecede a su toma de posesión, en el período que se conoce como de «entrega-recepción».

El organismo responsable de auditar las cuentas públicas de la administración estatal, lo mismo que de los municipios, de los organismos autónomos y de los Poderes Legislativo y Judicial, es el Órgano de Fiscalización Superior, cuyo titular es -y lo seguirá siendo hasta el 2019- el contador Lorenzo Antonio Portilla Vásquez.

Todo esto lo sabe bien Miguel Ángel Yunes Linares, pero en la euforia del triunfo se ha lanzado a prometer cosas que no están en sus manos.

La fiesta ya se acabó. Ya hoy Yunes Linares no tiene otro tema qué tratar con los veracruzanos, hasta el mes de noviembre, de manera que sólo le queda repetir hasta el cansancio el «leitmotiv» de su campaña: Castigo a los corruptos.

Pero los ciudadanos no nacieron el domingo 5 de junio. Cada vez analizan más su voto y nunca se casan con las palabras de los políticos. Con su voto hicieron Gobernador al abanderado de la alianza PAN-PRD, pero también con su voto le negaron a esos partidos la mayoría en el Congreso.

Las cosas curiosas del destino. Tanto repudió Miguel Ángel Yunes a Fidel Herrera, y en su carrera política parece seguirle los pasos. La cifra de votos conseguida por el priista hace 12 años es muy parecida a la alcanzada por el triunfador del 2016. Hoy Miguel Ángel, como en el 2004 Fidel Herrera, deberá gobernar sin tener el control del Congreso. El próximo Gobernador sufrirá en el arranque por la falta de liquidez, como batalló el mandatario entrante hace dos sexenios.

 Por lo pronto, lo que sigue es guardar silencio y trabajar en la oficina. Ya llegará su tiempo y entonces podrá decir todo lo que se le ocurra.

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