Los desencuentros entre la música clásica y la popular, y la exploración de su primer amor musical, la guitarra, son los temas de esta segunda entrega de la conversación con Gilberto Anell.
Voz de profunda madera
Tendida en la madrugada,
la firme guitarra espera:
voz de profunda madera
desesperada.
(Nicolás Guillén)
Lo de la guitarra es muy interesante porque siempre me ha gustado mucho la cuestión de la armonía. Como te digo, cuando estaba en la Facultad de Música siempre fui muy mal estudiante porque fui muy inquieto, siempre andaba viajando, tocaba en una orquesta o tocaba música popular, me gustaba improvisar, hacer mis propias cosas entonces fui muy indisciplinado en ese sentido pero, al final, en las clases de composición y de armonía me iba bien, siempre me llamó mucho eso y la guitarra me llamó mucho la atención como instrumento por la improvisación y la armonía entonces ahí iba yo haciendo mis pininos, acompañándome con la guitarra.
Desde que estaba muy chavo, con mi papá escuchaba mucho Radio Universidad, programaban muchísima música brasileña de guitarra y ese sonido, con esas armonías, con ese ritmo, me capturó, me cautivó. Yo tocaba la guitarra pero tocaba acordes mayores, menores, dominantes, algunas melodías que yo mismo iba aprendiendo pero, cuando escuchaba esa música decía ¿qué es eso?, ¿cómo lo hacen? Poco a poco empecé a experimentar y yo solito, sin que nadie me enseñara. Decía: si un acorde es Do–Mi–Sol, Do es la octava, pues Do–Mi–Sol-Si debe ser la séptima y, si el dominante es Do–Mi–Sol-Si Bemol, entonces Do–Mi–Sol-Si Natural es una séptima mayor y suena así y suena muy bien. Poco a poco fui metiendo novenas y todo yo solo, escuchando mucho y analizando pero realmente no lo hacía bien, trataba de meter acordes compuestos con notas agregadas pero, realmente, no tenía un concepto de acompañamiento, del comping, como le dicen ahora (es un término que viene de Estados Unidos pero es muy adecuado para el jazz), del voicing que es cómo vas arreglando las voces de tus acordes, ligándolos uno con otro, incluso del ritmo, de la estructura, todo era para mí muy natural.
Hay una anécdota que es muy personal pero a mí me gusta mucho porque me cambió todo el concepto de cómo tocar la guitarra: Mi abuelo paterno también cantaba muy lindo, nunca tocó ningún instrumento pero tenía muy buen oído y muy buena voz, en Jalcomulco, su pueblo, a él era al que buscaban para las serenatas. Un día estábamos las tres generaciones, él, mi papá y yo, y él me platicó: había un señor en el pueblo que tocaba la guitarra muy bonito, fulano de tal (no recuerdo cómo se llamaba). Yo les acompañaba una canción, mi abuelo me decía eso y me pegaba en el orgullo y le metía más pero, obviamente, lo único que hacía era saturar más el acompañamiento. Terminábamos una canción y mi abuelo decía ay, es que qué bonito tocaba ese señor y me daba más en el orgullo y le metía más pero nunca le atinaba hasta el momento en que dice mi abuelo, yo me acuerdo cómo hacía ese señor [tararea una canción] y entonces, cuando yo escuché que mi abuelo cantó así dije ¡claro!, así es, y empecé a hacer eso con la guitarra.
Después empecé a improvisar más y hacer más frases, siempre estaba haciendo arreglos, escribiendo música entonces empecé a hacer más y más y más cosas con la guitarra.
Bye, bye symphony
Dejé la música clásica, lo último que hice fue hace nueve años, cuando me invitaron tocar con la Filarmónica de Sonora, fue muy interesante porque yo ya tenía resuelto el pánico escénico pero nunca pude tocar primera trompeta en una orquesta sinfónica porque estás muy expuesto, es mucha responsabilidad, la trompeta suena bastante, tienes que jalar a toda la sección de metales entonces nunca me sentí cómodo haciendo eso, nunca lo pude hacer bien, siempre toqué de segunda o tercera trompeta. Me hablan de Sonora y me dicen:
-Oye, queremos que vengas a tocar como trompetista extra un par de semanas
Perfecto, pensé, me va a caer muy bien esta lana, voy a viajar, como siempre me ha gustado, voy a tocar, y digo:
-Claro, ¿qué trompeta quieres que toque?
-Primera, máster
-¿Qué repertorio?
Me empieza a decir el repertorio el jefe de personal, era puro solo de trompeta. Uffff. Le digo:
-Pues déjame checar mis fechas porque creo que tengo unos conciertos
Mentira, no tenía yo nada. Me dio miedo pero tomé la determinación, dije bueno, lo tengo que enfrentar en algún momento de mi vida y ya tengo herramientas para resolverlo y además (dándome valor), Sonora está muy lejos, sin meto la pata nadie se va a enterar [risas]. Estaba engañándome a mí mismo.
Mi hijo Emanuel estaba muy chiquito. Su mamá, Patricia, es chelista y cantante, talentosísima. Ella estaba trabajando en la Orquesta Juvenil de la SEV, yo tenía trabajos más free lance y le dije:
-Necesito que me ayudes más a organizar mis horarios para estudiar
-Sí, sí, sí
Siempre me apoyó mucho.
Me preparé muy bien pero iba muy nervioso. Fue un violista también de aquí, Hiram, toca muy bien. Él iba muy tranquilo y no paraba de hablar en todo el vuelo, yo en mi pensamiento decía cállate, yo quiero estar tranquilo un momento. Llegamos allá, en el primer ensayo me logré relajar y mantenerme enfocado, estaba muy nervioso pero logré manejarlo muy bien. Terminó el ensayo, el director de la orquesta le dijo a mi compañero Hiram:
-Maestro, gracias por estar aquí, gracias por venir a apoyar a la orquesta
Luego volteó a verme y me dijo:
– Maestro, muchas felicidades, muchas gracias, nos vemos mañana.
Ufffff. Fue la primera vez que pude tocar de primera trompeta, y la última porque fue lo último que hice con una orquesta sinfónica.
Desencuentros de dos mundos
Fue una buena experiencia y de ahí lo he ido dejando porque soy muy inquieto, me gusta hacer arreglos, me gusta tocar diferentes instrumentos, me gusta cantar, me gusta componer y aunque hay un repertorio maravilloso de la orquesta sinfónica que a mí me gusta muchísimo, el hecho de estar en la rutina de las obras que se tocan, los horarios no es lo que más me gusta. No quiero decir que sea fácil, porque no lo es, tampoco quiero decir que es un trabajo malo o calificarlo de una forma negativa, para nada, no es nada fácil desempeñarse bien en una orquesta sinfónica, yo lo he vivido, yo lo he experimentado, no es sencillo.
A mí me gusta mucho el jazz, me gusta mucho la música popular de todo tipo, me gusta improvisar, todo lo que te he dicho, y me gusta también la orquesta sinfónica, tal vez no para vivir toda la vida haciendo eso pero me gusta y ha sido una experiencia muy fuerte en mi vida. Hay una cosa muy interesante entre los músicos, los músicos populares o de jazz critican mucho a los músicos de orquesta y dicen ah, no puedo creer que no puedan dejar de leer, ¿cómo es posible que en tantos años no se aprendan la música de memoria? [risas], y los músicos clásicos muchas veces desprecian al músico popular, desprecian al que toca de oído o de memoria que, muchas veces, ni siquiera sabe leer partitura pero, en realidad, ambos trabajos son hermosos, son increíbles y nada sencillos, los dos tienen su chiste pero yo me he ido jalando más hacia la música popular porque eso me llama.
Roble de agua
El año antepasado, con Sara Robledo grabamos un disco que se llama Roble de Agua, ha sido muy bien aceptado, lo han escuchado personas, músicos, gente relacionada con la música, promotores que se han interesado por él. Interrumpimos el trabajo un tiempo porque yo me fui por cuestiones económicas y de chamba, y Sara también se fue porque es una persona muy profesional y se sigue preparando, ahorita está estudiando en el Distrito Federal. Lo interrumpimos un momento pero hemos mandado los audios a algunas personas, algunos lugares y, no quiero anticipar nada, pero ha habido gente interesada y ha tenido muy buena respuesta. Es un disco al que le pusimos mucho corazón, yo hice toda la música.
PRIMERA PARTE: La trompeta, neta del planeta
TERCERA PARTE: Nadie es trompeta es su tierra
VER TAMBIÉN: El Aguanieve barroco de Gilberto Anell
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