«Creo que, de repente, a los artistas nos gusta sentirnos especiales, nos gusta sentir como que estamos en un lugar diferente si hacemos cosas, tal vez hasta a propósito, que no son muy accesibles para la mayoría de las personas, sobre todo para gente que no tiene mucho contacto con cierto tipo de música o de expresión artística y, es raro decirlo y hasta un poco triste pero es cierto, a veces creemos que entre más difícil de entender es lo que hacemos, somos mejores artistas, como que es más intelectual y más profundo y más avanzado y entonces se va haciendo como una brecha más y más y más grande con el grueso de la población.
«Hace poquito supe de un proyecto muy interesante que hizo una chava, cantante, que acaba de salir de la Facultad de Música. Se trataba de hacer ópera en las calles, dentro de la música clásica tal vez la ópera es lo más elitista que hay pero la llevaban a la calle y ahí, sin escenografía ni nada, actuaban ciertas arias, ciertas escenas y les fue de maravilla, y ni hablar en colonias populares, ni hablar de los lugares en donde la gente jamás va a pensar en ir a la [Sala] Tlacná a escuchar un concierto o a alguna presentación en un auditorio o a la apertura de una exposición en alguna galería».
Así comenzó Gilberto Anell una plática llena de vivencias y de reflexiones. Gilberto se formó en la Facultad de Música, ama la música clásica pero renunció a ella, al menos parcialmente, porque prefiere la libertad, la creatividad y la diversidad que le otorgan la música popular y el ejercicio independiente de su profesión.
Su camino no ha sido fácil pero lo ha recorrido a base de perseverancia y, sobre todo, de amor por lo que hace.
Primer lance quijotil, la Orquesta Infantil
Yo soy xalapeño, hijo de profesores. Mis papás no son de aquí, mi mamá es de un pueblo muy bonito que se llama Ixhuacán de los Reyes, un lugar en la montaña que es muy, muy lindo, y mi papá es de Jalcomulco, que es un lugar turístico también muy bonito. Por azares del destino, como maestros, se conocen trabajando en Ixhuacán, se casan y después se vienen a vivir aquí a Xalapa.
Mi papá siempre ha cantado, tiene una voz muy linda, muy especial, muy potente y canta mucho con mariachi, le encanta, es muy talentoso. Mi mamá también aunque ella todo eso lo dejó de lado.
Yo estudié en la Primaria Anexa a la Normal, un día llegaron a preguntarnos si había alguien interesado en entrar al taller del maestro Antolín Guzmán Salazar para entrar a la Orquesta Típica Infantil de la Normal Veracruzana. Honestamente yo no sabía qué era eso, no entendía muy bien de qué se trataba pero la música siempre me gustó. Vi que mis cuates entraron y dije pues me voy con mis cuates, y entré sin mucha idea de a qué iba.
Ahí fue como el ABC de la música para mí, me enseñaron de una manera, la verdad, muy sencilla porque no era una escuela de música como tal, era un taller enfocado a prepararnos para tocar música típica mexicana en la Orquesta Típica Infantil. El solfeo era muy básico pero muy bien entendido aunque fuera a ese nivel. Colaboraba con el maestro Antolín un músico que se llamaba Abdías Ramírez Jiménez, que fue director de la Banda del Estado hace mucho tiempo.
Ahí empecé, primero me metí a flauta dulce y después escogí la guitarra. Con la guitarra lo que hacíamos, más que nada, era acompañar la melodía que hacían los violines y las mandolinas, como orquesta típica que era, pero yo por mi cuenta empecé a sacar melodías y armonías de forma muy austera porque lo hice sin ningún apoyo del maestro, todo fue como muy natural.
Después llegó un maestro del que tengo muy buenos recuerdos, el maestro Abel Landa, en ese tiempo tocaba trompeta en la Banda del Estado, ahora toca tuba. Llegó a dar clases de trompeta y, otra vez lo mismo, dijeron ¿alguien quiere tomar clases de trompeta?, y yo dije pues yo.
Todo era cotorreo, jugábamos mucho en los jardines de la Normal Veracruzana, me la pasaba bien pero me empezó a nacer la vocación de músico.
La trompeta, neta del planeta
Decidí entrar a la Facultad de Música cuando estaba en la secundaria. Entré con trompeta pero me costó mucho trabajo, no era un instrumento muy natural para mí, la guitarra sí pero entré a ese instrumento por consejo de algunas personas, entre ellas el maestro Antolín, que me dijeron guitarristas hay muchos, mejor estudia la trompeta.
El instrumento, te repito, me costó mucho trabajo, las otras materias realmente no. Mi maestro de trompeta en aquel tiempo, Enrique Calderón (ahora toca en la Orquesta Filarmónica de Querétaro) me dijo oye Gilberto, si te vas a dedicar a esto, creo que necesitas meterle más tiempo, entonces pensé en salirme de la preparatoria, meterme a una prepa abierta y dedicarme a la música. Mis padres se opusieron, es una historia que te habrán contado muchos músicos [risas], me dijeron ¿cómo crees, Gilberto?, ¿cómo te vas a dedicar a ser músico?, te vas a morir de hambre, ¿en dónde vas a tocar?, ¿en las cantinas? (sí he tocado en cantinas y es un trabajo no sencillo, he tocado con otros músicos que son muy experimentados en eso pero a mí se me hace de lo más complicado [risas]). Como no los pude convencer, me salí a escondidas de la preparatoria. Me guardaba el dinero que me daban para el camión y para la torta y, terminando el curso, me inscribí en una preparatoria abierta con ese dinero que me ahorré, por supuesto se los dije a mis padres porque no los iba yo a estar engañando, el chiste para mí era ser músico, no engañarlos a ellos.iba de pinta, calculaba cuando mis hermanos se habían ido a la escuela y mis papás a trabajar, regresaba y me ponía a estudiar música. Cuando sabía que ya iban a regresar me volvía a poner el uniforme, me salía y regresaba entonces ese semestre saqué puro 10 en la Facultad de Música, me fue muy bien, mejoré mucho con el instrumento. Cuando mis papás vieron eso me dijeron pues te felicitamos por esto pero ¿qué más nos quieres decir? [risas]. Yo estaba asustadísimo pero les dije aquí está la boleta, me inscribí en una prepa abierta. Ellos, la verdad, muy buenos padres los dos, maestros, con experiencia en la pedagogía y todo eso, en lugar de castigarme o regañarme horrible o alguna cosa así que me doliera se voltearon a ver y me dijeron mira, nosotros queríamos que tuvieras un futuro más seguro, queríamos que estudiaras otra cosa, esta decisión la tomaste tú solo, ojalá te vaya bien pero ya cómo te vaya de aquí en adelante es solamente tu responsabilidad.
Se pusieron muy tristes, se molestaron. Mi padre no me dirigió la palabra como en un mes, mi mamá estaba muy triste pero al poco tiempo empecé a tocar con la Banda del Estado, me invitaron a un par de proyectos interesantes de la misma escuela y me empezaron a invitar a tocar con la Filarmónica de Querétaro y a hacer algunos trabajos como trompetista extra en la Sinfónica de Xalapa.
Me empezó a ir muy bien, me dieron una beca para ir a estudiar a Estados Unidos al Interlochen Arts Camp, en Michigan, estuve tres meses allá becado completo. El maestro Jim Snapp, que también fue mi maestro en la Facultad de Música, me ayudó a tramitar y conseguir esta beca. Cuando regresé seguí trabajando, me empezó a ir muy bien y mis padres empezaron a tranquilizarse.
Cuando trabajé en Querétaro fue un año completo en que iba y venía. Estaba yo muy chavo, estaba terminando la prepa abierta y yendo a Querétaro a tocar, los maestros de la Facultad me dieron permiso porque era una buena oportunidad entonces estaba en la Facultad de lunes a miércoles, viajaba el miércoles en la noche, llegaba el jueves en la mañana, me daba un baño y me iba directo al ensayo, comía, estudiaba y me iba a dormir. Al otro día iba al ensayo, al concierto y viajaba de regreso en la noche para llegar el sábado a la prepa abierta.
Desde chavo he estado viajando por este asunto de la música, mis padres estaban acostumbrados a una vida más estable, más sedentaria, más dentro del sistema de un maestro que está frente al grupo entonces para ellos era muy raro pero, bueno, se fueron tranquilizando, me vieron en actividad, me vieron ganando bien, sobre todo para mi edad.
La pipa de la paz
Nunca dejé de tocar la guitarra. Una vez estaba mi papá con sus amigos en la casa, se pusieron a brindar un rato y cuando se fueron me dijo a ver, tráete la guitarra, tengo ganas de cantar. Se puso a cantar conmigo y ya más relajado y con dos o tres copas adentro me dijo me decepcionaste, Gilberto, me dolió mucho pero veo que estás dedicado y te está yendo bien; te respeto, qué bueno. Fue como hacer las paces ese día.
Con el tiempo, mi papá me platicó que se encontró a un amigo que estudió con él en la Normal, se llama Benito Juárez y, de burla, en vez de decirle el Benemérito, le decían el Emérito. Se lo encontró, se veía muy mal, estaba demacrado, realmente mal y le dijo:
-Oye Benito, ¿qué te pasa?, ¿estás enfermo?
-No, es que mi hijo…
-¿Qué le pasó a tu hijo?
-Nada, no le pasó nada, lo que me hizo ese cabrón
-¿Pues qué te hizo?
-Pues terminó la prepa y presentó el examen de admisión para una ingeniería en la Universidad Veracruzana, lo pasó, fue de los primeros lugares en el examen pero, a escondidas mías, con el apoyo de la alcahueta de su madre, se fue a México a presentar examen al Colegio Militar. Tú sabes que yo odio a los sardos. También pasó el examen y su mamá le preguntó ¿qué vas a hacer?, y él le dijo mira mamá, yo quiero ser militar, me voy a México
-¿Sabes qué, Benito?, qué bueno que nuestros hijos hacen lo que ellos quieren y no lo que nosotros les decimos porque eso quiere decir que tienen carácter fuerte y les va a ir bien
Me dio gusto que me dijera eso pero crucé los brazos y le dije qué bueno, ¡pero cómo me hiciste sufrir! [risas]
No es uno, es-tres
Yo era muy inseguro de chavo, tuve problemas muy serios de pánico escénico entonces tomé terapia mucho tiempo. Ahora tengo un programa que yo diseñé, es como un cursito que puede ser grupal o individual, le puse Manejo de estrés en el escenario porque la mayoría de los músicos les da mucha pena decir que tienen pánico escénico, que les da miedo entonces es más fácil decir voy a mi clase de Manejo de estrés en el escenario.
La terapia me ayudó mucho y ese curso que diseñé le ha servido a varias personas, es muy práctico y los resultados los ven casi de manera inmediata porque son herramientas que se aplican de manera práctica y son muy eficientes entonces, al final fue una buena experiencia pero lo padecí mucho del joven.
Me puse los cornos
Yo, de chavo, no tenía dificultades con la música en sí, al principio tuve problemas con la trompeta pero poco a poco los fui resolviendo, el maestro Timothy McKeown, que fue mi maestro después, me ayudó bastante. La verdad es que fui muy mal alumno de Timothy porque faltaba mucho, no estudiaba, en realidad me boicoteaba mucho.
Terminé por dejar la trompeta y me cambié al corno porque pensaba que era más fácil, ¿por qué?, porque el corno no es agudo, a mí me costaba trabajo tocar los agudos en la trompeta, sentía que no podía y todos los registros son importantes en todos los instrumento, esa fue la causa por la que la dejé pero, en realidad, no era la solución. Las terapias me ayudaron bastante y terminé por regresar a la trompeta. Estuvo bien haberla dejado un tiempo porque aprendí a tocar otro instrumento.
En-canto
Siempre me gustó cantar, no me atreví a hacerlo hasta hace poco y estuve trabajando bastante con la voz, me dio por ahí una alergia entonces estuve un par de meses enfermo, tuve que interrumpir la cantada pero ya me ha empezado a ir bastante bien.
Siempre he tenido que resolver cosas personales antes de hacer las cosas que he querido hacer y, además, hacerlas bien. Terminé la carrera con el corno, actualmente ya no lo toco, tengo deseos de volver a hacerlo pero me dedico a la trompeta y nunca dejé de tocar la guitarra.
SEGUNDA PARTE: Desencuentros de dos mundos
TERCERA PARTE: Nadie es trompeta en su tierra