La versión surgió hace unas dos semanas, en algunas columnas políticas del ámbito local: Que Javier Duarte estaba operando para «reventar» la elección a Gobernador, con el fin de que los tribunales la anularan y que ninguno de los que hoy son candidatos llegara a sucederlo. Incluso hubo quienes llegaron a sugerir que como consecuencia de tal anulación, alguien cercano al propio Gobernador sería el candidato sustituto.
Le versión era tan absurda, que fue ignorada por los operadores electorales de Héctor Yunes, y hasta por el propio Gobernador. La dejaron correr, con la idea de que el chisme se desvanecería por sí solo. Pero no fue así.
Este fin de semana el periódico Reforma retomó dicha historia, en la columna Templo Mayor:
«Allá en Veracruz, más de uno teme que a Javier Duarte le entre el síndrome de Luis XV, por aquello de que «después de mí… ¡el diluvio!». Según esto, el mandatario podría jugar una carta bastante pesadita, ante el riesgo de que ninguno de sus posibles sucesores acceda a extenderle un salvoconducto de impunidad cuando acabe su gobierno. ¿Y cuál podría ser esa carta? Pues ni más ni menos que descarrilar la elección, metiendo de manera ostensible las manos, de tal forma que no haya de otra más que anular todo el proceso. Suena muy difícil de creer, pero, ¡vamos!, estamos hablando del Veracruz de Javier Duarte, donde todo puede pasar».
La falacia no se sostiene por sí misma. Nadie en su sano juicio puede suponer que como «premio» a una torpeza política de tal magnitud, le permitirían a Javier Duarte, ya no digamos imponer, vaya, ni siquiera sugerir a un nuevo candidato, de tal manera que una operación tan compleja, con tantas variables, no le dejaría al actual Gobernador beneficio tangible alguno.
Los acuerdos entre Javier Duarte y Héctor Yunes están caminando. En efecto, el candidato a la gubernatura por la alianza «Para Mejorar Veracruz» se vio obligado a cederle posiciones al mandatario estatal en el próximo Congreso local, pero a cambio de eso consiguió que se echara a andar la poderosa maquinaria electoral del PRI en la entidad. La misma que, a pesar de todos los negros vaticinios, consiguió una apabullante victoria en las elecciones federales del 2015.
El senador José Yunes Zorrilla está trabajando ya, de tiempo completo, en la campaña de su amigo, y el propio Héctor Yunes busca transitar en su campaña sin sobresaltos, sin involucrarse en temas que le pudieran significar un retroceso en los estudios de opinión.
La elección no se ha echado por la borda, ni existen planes ridículos para invalidarla.
Con seguridad el candidato que ha visto cómo se alejan sus posibilidades de triunfo estará diseñando una estrategia jurídica para arrebatar en los tribunales una victoria que no conseguirá en las urnas, pero por obvias razones a ninguno de los contendientes le conviene invalidar el proceso; tampoco al Gobernador.
Estas elecciones, como las que se han registrado en territorio veracruzano los últimos 12 años, está plagada de infundios, de chismes que ahora se fortalecen con herramientas tan peligrosas como las redes sociales.
Para percibir si una versión es real, lo primero que debemos hacer es recurrir al sentido común, y después buscar fuentes confiables que confirmen o desmientan, con argumentos sólidos, las fantásticas historias que todos los días encontramos.
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