Manuel Monforte debió nacer en Quintana Roo pero fue a nacer a Yucatán, como Chocho que crece torcido jamás su tronco endereza, vive en Xalapa desde hace casi dos décadas. Aquí, además de formarse profesionalmente, adquirió el mote de Chocho. Es un chico fácil que sucumbe al canto de cuanta sirena le guiña, tocaba guitarra, le cantaron las sirenas de la trompeta y se fue con ellas, vino a Xalapa para llegar a ser concertino en las obras de Haydn y de Mozart pero le cantaron al oído las sirenas de la música popular y ahí va tras ellas, estudiaba música, escuchó los cantos de las sirenas teatreras y, atarraya en mano, fue a pescarlas. No sé si presentarlo como músico, teatrero o chochoshowhista, sé que es un gran chochochoreador que entre chocherías y chochonidos del silencio (en chocho/8, por supuesto) me platicó cómo fue siendo contagiado por las artes escénicas independentistas, enfermedad que una vez contraída, lo sabemos, no se cura ni con chochos.
Que digan que estoy dormido/ y que me traigan aquí/ si nazco lejosssssssss de tiiiiiiiiii
Yo soy de Chetumal, Quintana Roo, mi acta de nacimiento dice Mérida, Yucatán pero, realmente, fue porque el hospital que mi mamá quería estaba allá y no sé por qué quería ése porque éramos muy pobres y no lo podía pagar pero, en fin, me llevaron a nacer allá y me registraron en Chetumal pero nacido en Mérida. En Chetumal crecí y me inicié en la música como los 12 años en un grupo estudiantil en la secundaria, empecé tocando guitarra pero me llamaba mucho la atención la trompeta porque, aparte, había solamente una trompeta en esa agrupación y el que la tocaba se llevaba todos los solos y las chavitas de la secundaria lo veían y todo este rollo (risas). Yo estaba bien flaquito, no dabas un peso por ese cuerpo pero le dije al maestro:
-Yo quiero tocar la trompeta
El maestro me miró y me dijo:
-Llévate esa que está ahí, toda vieja, a ver si le sacas sonido. Si puedes, pues adelante.
Y así fue como me enrolé en el rollo de la música.
El faro
Ese maestro, que se llama Enrique Trujillo, fue como una lucesita, pude haber sido contador o un delincuente cualquiera pero ese brillo me dio para entrar a la música. Cuando terminé la secundaria me dijo:
-¿Por qué no entras a la Escuela Estatal de Música?, yo te puedo ayudar para que entres a la carrera técnica de Educación Musical y, de alguna manera, sigues con esto, si ya después te quieres dedicar a otras cosas, al menos ya tienes esa carrera.
Entré, íbamos en la tarde, de cinco a nueve, había una danzonera y una banda sinfónica, obviamente a nivel amateur, no tan profesional, pero se hacían cosas interesantes.
Terminé la carrera de Educación Musical y como a los 16 años se me metió la inquietud de estudiar música ya en una universidad y todos me dijeron vete a Xalapa. Vine a conocer Xalapa, fui al DF a ver la [Escuela] Nacional [de Música], la Ollin [Yoliztli], averigüe del Conservatorio de las Rosas, en ese momento no había la carrera que yo quería, que era la del trompetista, y me vine a Xalapa. Entré a la Universidad [Veracruzana] en el 97, aquí estudié con James Snapp, luego pasé con Neal Woolworth y terminé con Jeffrey Smith. No me he titulado pero terminé la carrera.
Del sueño caribeño al Chocho jarocho
Te repito, vengo de una familia muy humilde, ya todos pasaron al siguiente sueño pero creo que sí me dejaron la humildad como herencia y se los agradezco; la del corazón, espero que no me hereden la otra porque no sé cómo voy a vivir (carcajadas).
Cuando decidí venir a Xalapa, pues no había dinero, mi papá me dijo yo veo cómo le hago para pagarte una carrera pero aquí en Chetumal, no puedo mandarte a ningún lado. Empecé a trabajar, ya podía dar clases particulares y a veces este maestro que te menciono me daba chance de cubrirle algunas horas y ahí iba haciendo mis moneditas hasta que junté para mi pasaje, que me vengo a presentar examen y que quedo.
Me vine a Xalapa sin dinero, dije y ahora ¿cómo le hago? pero me encontré una familia que me abrió sus puertas, me dijo dame 600 pesos al mes, incluye cuarto, cama, desayuno, comida y cena. A todo dar, ellos fueron también unas personas muy valiosas para mí, y este mismo maestro que te cuento abrió su cartera, sacó una tarjeta de débito y me dijo mira, esta es mi tarjeta, llévatela, yo te voy a estar depositando unos pesos para que te vayas ayudando, si hay dinero, ocúpalo.
Cuando estás viviendo solo, obviamente, las necesidades van creciendo y tenía que trabajar, tenía que buscar qué hacer. En el mundo del estudio musical es muy difícil que te metas a trabajar en un Oxxo, por ejemplo, o algo que te absorba ocho horas porque los estudios son de muchas horas y tienes que tomar ciertos descansos entre hora y hora entonces, para cubrir esos horarios, tienes que estar de tiempo completo en tu instrumento entonces es muy difícil ocuparte de un trabajo fijo, sin embargo, más adelante encontré la manera de hacerlo.
Saxofón que se duerme, se lo lleva la trompeta
Un día, saliendo de la escuela, iba caminando y vi un letrero que decía: Se solicita saxofonista para obra de teatro, yo iba en tercer semestre de la Facultad, lo vi y dije yo no soy saxofonista pero tengo un chingo de hambre (carcajadas). Agarré mi trompeta, fui y ahí conocí a una persona que también quiero mucho, seguimos siendo grandes amigos, se llama Pedro Valencia, actor, director y productor de televisión en la Universidad Veracruzana.
Estaban montando una obra de O’Neill que se llama Welded, en español le pusieran Simplemente unidos (simplemente o eternamente, no recuerdo), la producía Aarón Campos. Me metí, me fueron explicando, me dieron a leer una semblanza de la obra, era un libro gordote y en inglés, yo a duras penas sé expresarme en español (risas). Hice como que lo leí y dije está padrísimo, se pueden hacer cosas interesantes. Yo no sabía ni a qué iba (risas), lo que quería era que me dijeran cuánto me iban a pagar y qué tenía que hacer, y punto (risas).
Me vio Pedro Valencia, el director, y me dijo:
-Como es de época y está situada en Nueva York, puede ser saxofón o trompeta, ¿tienes sordina?
-Sí, sí tengo sordina
-Ah, pues improvísate unas notas de blues, vas caminando en la calle y sales al escenario, etc.
Yo nunca había hecho eso pero, repito, cuando uno tiene hambre hasta el árbol más grande se hace chiquito.
La puerta negra
Llegué al teatro y ese fue un momento importante en mi vida porque se abrió otra puerta, una puerta que me enseñó otro camino en el arte que es el arte escénico y dije ah, también de esto se puede vivir, no solo de tocar la trompeta en una sinfónica, aparte, en una sinfónica son tres y esperar a que se mueran está cabrón, aquí hay otra salida.
Hice esa obra y empecé a convivir con gente de teatro, obviamente sin descuidar el lado musical y de repente me dicen:
-Oye, ¿puedes musicalizar esta obra?
-Claro que sí
-Pero no tenemos dinero
-Tú no tienes dinero y yo tengo hambre, mira, vamos a hacer una cosa, te la musicalizo, no hay dinero pero déjame estar en el proceso desde el inicio
-Órale
Entonces empecé a tener dos clases, iba a mis clases de música en las mañanas, y en las tardes, para poder musicalizar lo que quería el director, me chutaba el proceso de ensayos, de preparación, de entrenamiento de los actores y así empezó mi vida de compositor de música para teatro. Seguí y más adelante ya empecé a cobrar, decía este trabajo vale tanto porque hay que pagar la grabación, si quieres músicos en vivo hay que pagar tanto, si quieres canciones con letra tienes que pagar más porque es otro mundo, la composición con letra es diferente, requiere capacidad de síntesis y lleva otros procesos.
SEGUNDA PARTE: Aguas con el Chocho morocho
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