Mi querido primo Arturo Márquez -a quien en Xalapa todos conocían de joven como el famoso Pica- falleció el viernes santo en la Ciudad de México, rodeado del amor y la pena de sus cinco hijos: Alejandro, Arturo, Alicia, Mauricio y Leticia, de sus nietos y de su madre Estela González de Márquez, la gran Lala, que a sus más de 90 tuvo la pena de perder al segundo de sus vástagos, a quien también lloran sus hermanos Rosa María y Gustavo.

Cuando empecé a pensar en decir algo para definir a Arturo, tan activo, tan inquieto, tan elusivo en sus oficios, me vinieron sin remedio a la mente los versos de Joan Manuel Serrat sobre Antonio Machado: “Poeta ni mártir quiso Antonio (¿Arturo?) ser, y un poco de todo lo fue sin querer”.

Lo de un poco poeta, porque siempre insistió en escribir textos brevísimos, montado en una necedad a la Baltasar Gracián, que seguramente nos impidió tener las obras mayores que hubiera producido porque era dueño de una inteligencia genial (aunque todos reconocimos en él que siempre fue más simpático que inteligente).

De su carrera política, que la tuvo hasta que su libertad impenetrable lo mandó por otros derroteros, podemos rescatar en la memoria que fue líder estudiantil en la Facultad de Ingeniería de la UNAM; que fue cercano al rector de rectores, el doctor Javier Barros Sierra; que fue un desconcertante y eficiente Director de Comunicaciones en el sexenio del gobernador Rafael Hernández Ochoa -quien le guardaba un respeto en el trato que no tenía hacia otros colaboradores-, hasta que un día decidió que lo suyo era la independencia plena y presentó su renuncia irrevocable, e inexplicable para quienes hacen de la política su vida y su manera de estar en el mundo. Por fortuna, Arturo logró influir de algún modo para que su sucesor fuera un excelente profesional que hizo un gran papel, y que para mi gusto es la persona que más sabe de caminos y construcciones en Veracruz, el ingeniero Bernardo Silva Martínez.

Emparentado por el lado de la copiosa familia Levet (su padre fue el doctor Mario Márquez Levet, muy querido también), una gran cantidad de primos hemos sentido con gran pesar su partida: sus muy cercanas María Lucila Ornelas Márquez y Guillermina García Márquez, o su queridísimo Antonio Cassasa Blanco, o Enrique Levet Gorozpe y Arturo Galindo Levet y mi hermano René González Levet.

Con Arturo se sigue yendo una época de Xalapa en la que floreció la natación gracias a los esfuerzos y el talento de Antonio Murrieta Necoechea, quien formó un equipo de muchachos sanos y competitivos, cuyo integrante más famoso fue Eulalio Ríos (cuyo nombre lleva orgullosamente la alberca de la UV en Xalapa) pero en el que participaron también René Villegas González, los hermanos Tony y Pepe Cassasa, José El Monky Rojano, alguno de los cantantes hermanos Carrión, Samy Hayek y muchos más que siguieron siempre unidos de alguna manera hasta que la muerte los ha ido separando.

Y lo de un poco de mártir que fue Arturo Márquez, lo traigo porque siempre estuvo insatisfecho de sí mismo y nunca terminó de perseguir sus sueños, de modo tal que logró que muchos imposibles se hicieran realidad.

Te vamos a extrañar, pariente.

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