Silencio, que están durmiendo

los nardos y las azucenas.

No quiero que sepan mis penas,

porque si me ven llorando morirán.

La aguzada lectora y el curioso lector ya se habrán dado cuenta de que hoy, hoy, hoy se escuchan muchas cosas que el ruido electoral no nos dejaba oír.

Y es que el Señor, en su infinita sabiduría, imbuyó en los legisladores la idea y la necesidad de que haya un periodo de silencio electoral, que va desde el día de cierre de las precampañas (que en este caso fue el domingo 13 de marzo) hasta un día antes del inicio de las campañas electorales para Gobernador de Veracruz (que será el sábado 2 de abril).

Vamos a ver: son 20 días maravillosos sin spots, sin guerra sucia, sin declaraciones vacuas, sin promesas que nunca se van a cumplir.

Son 480 horas que todos esperamos que los candidatos y sus equipos ocupen para planear campañas diferentes, innovadoras; que desaparezcan para siempre los mítines, tan caros como inútiles.

Son 28,800 minutos, suficientes para que el músculo duerma y la ambición descanse en el silencio de la noche… y del día mismo.

Y son 1 millón 728 mil segundos que algún desesperado podría contar uno a uno hasta que llegue el último y, junto con él, el día del arranque de esta campaña, que será la abuelita de todas las batallas.

Pero por lo pronto estamos en el silencio o la veda electoral.

De aquí y hasta el 2 de abril, y si los partidos cumplieron lo que ordena el Artículo 64 del Código Electoral estatal (“La propaganda electoral que sea colocada por actividades de precampaña deberá ser retirada por los precandidatos a más tardar cinco días antes del registro de candidatos”) tendremos para nuestros ojos y nuestros oídos el paisaje y los ruidos de la naturaleza.

Podremos ver las nubes con sus formas caprichosas y los cerros impertérritos de nuestra orografía. Los espectaculares con sus eslóganes más o menos bien hechos no nos estorbarán para que volteemos a ver la belleza de un bosque o el colorido majestuoso de las flores. No habrá pasacalles que afeen las avenidas, ni volantes o dípticos o trípticos que llenen de basura nuestras casas y nuestras banquetas.

Y el silencio maravilloso. El ruido inevitable de los vehículos, ciertamente, seguirá siendo parte de nuestra vida cotidiana, pero si nos aplicamos, podremos buscar un espacio para el silencio, y dedicarnos a escuchar el aletear de las mariposas, los suspiros de las muchachas buenas que todavía creen en el amor, el ulular de las hojas de los árboles, el silbido del viento cuando pasa bailando entre la vertical amarilla de los bambús.

Y la tranquila melodía de las olas del mar, que siempre vuelve a comenzar.

Y nuestra propia respiración, que si la seguimos nos llevará por sus conductos a escuchar nuestros pensamientos y a reconocer esa voz desconocida que es la propia nuestra, ésa que nos hurta la propaganda estruendosa de las campañas; un ruido electorero con el que piensan que nos van a convencer para que votemos por éste y no por aquél.

Del 3 de abril al 3 de junio, señoras y señores ciudadanos, preparen sus orejas, agucen sus sentidos, ordenen su mente, porque viene la avalancha de la propaganda electoral…

Y estará llena del sonido y la furia.

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