Como si los efectos negativos de una gestión gubernamental sin rumbo, normada a capricho, no fueran suficientes para generar una desalentadora expectativa de crecimiento para el corto y mediano plazos, las circunstancias mundiales y nacionales han terminado por moldear una década perdida para Veracruz.

El más reciente hachazo lo constituye, sin duda, la súbita pérdida de miles de empleos directos, derivada de la caída de la industria petrolera que, en solo unos meses (de febrero de 2015 a febrero de 2016), ha provocado la caída en 2.3 por ciento el empleo formal, afectando principalmente a las ciudades de Coatzacoalcos, Minatitlán y Poza Rica, en empresas privadas nacionales y extranjeras que prestan sus servicios a Petróleos Mexicanos, sin contar el drástico recorte de personal que ha anunciado Pemex.

En este mes de marzo, justo cuando mañana se ‘conmemore’ el 78 aniversario de la expropiación petrolera, Pemex iniciará el primer recorte de personal en los complejos petroquímicos Cangrejera, Pajaritos y Refinería Lázaro Cárdenas de Minatitlán, donde 3 mil obreros serán expulsados de Pemex.

En un reporte publicado por el diario El Financiero, se señala que en Veracruz, Tabasco y Campeche se perdieron en ese periodo 40 mil 589 plazas que, aunque han afectado más a los dos últimos estados, donde representó el 6.8 y el 6.5 por ciento de caída en el empleo formal, respectivamente, según cifras del IMSS, en Veracruz contribuyen gravemente a la caída de las economías regionales, impactando severamente los indicadores de empleo y productividad en todo el estado.

En Poza Rica, la situación se sufre desde hace al menos dos años por los efectos desastrosos de la caída en las inversiones programadas por Pemex, como la cancelación del proyecto Aceite Terciario del Golfo, que significó en cuestión de 20 meses que se esfumaran 4 mil plazas laborales al caer, de un año para otro, la inversión de la paraestatal de 70 mil millones de pesos presupuestados a apenas 20 mil millones. Y eso no afectó solamente a los actores directamente vinculados con la industria petrolera, sino también a los ramos de vivienda, transporte de materiales, hotelero y de servicios, quienes habían hecho inversiones para soportar la demanda que se avizoraba por la entrada de capitales.

Para colmo, en esa ciudad del norte del estado, la población ha debido soportar sobre sus hombros, desde el sexenio de Fidel Herrera Beltrán, la carga onerosa del crimen organizado, que durante más de seis años fue respetada por las fuerzas de seguridad, dejando en total desamparo a empresarios y trabajadores, víctimas por igual de secuestro, extorsión, cobro de piso y homicidio. Adicionalmente, la construcción de la autopista México-Tuxpan, los relegó del arribo de turistas que no remediará ni la próxima Cumbre Tajín ni el periodo de Semana Santa, pues la ocupación hotelera según ha reconocido la Sectur está 10 por ciento por debajo de la registrada el año pasado.

La debacle está por comenzar

Y el problema que viven las principales ciudades petroleras de Veracruz apenas viene. Esta baja en la ocupación ha sido detectada principalmente en las empresas proveedoras de Pemex, como Halliburton, Schlumberger, Vordcab, Weatherford y Cotemar, que han resentido la falta de pagos por parte de la paraestatal, pero lo que impactará más severamente es el anunciado recorte este año de 10 mil plazas.

En los convenios celebrados entre Pemex y el sindicato petrolero el año pasado, se acordó la cancelación definitiva de al menos mil plazas de los complejos petreoquímicos de Escolín y Poza Rica, en Veracruz, y de Tula, Hidalgo. Pero estos convenios, que permitieron el despido de más de 700 petroleros veracruzanos, antecedieron el anuncio hecho por Pemex y la Secretaría de Hacienda para este año.

Para tener una idea de cómo impactará la tan bien ponderada y maléfica reforma energética en Veracruz, baste señalar que desde 2014, Campeche ha sufrido severas caídas en su PIB estatal, que ronda cada año entre el 6 y el 7 por ciento, según el Indicador Trimestral de la Actividad Estatal (ITAEE).

Según la directora general de Aregional, Flavia Rodríguez, citada por El Financiero, los sectores más perjudicados son los bienes de consumo, comercio y el sector agropecuario. Los desempleados, ante la dificultad para reintegrarse al sector petrolero, han abonado al crecimiento del sector informal, que aumentó entre dos y tres puntos porcentuales en las tres entidades.

Ello significa que, al recorte de personal y de inversiones por parte de Pemex y las empresas proveedoras, le ha seguido un incesante despido de trabajadores de los sectores de servicios, afectados no solo por la caída en el empleo de sus principales clientes sino a adeudos sostenidos por los trabajadores y las empresas del sector petrolero. Pierden las grandes empresas perforadoras que prestan sus servicios a la paraestatal y pierden las medianas y pequeñas empresas.

Según El Financiero, las empresas Schlumberger y WeatherFord “redujeron sus ingresos y utilidad en América Latina, principalmente por una menor actividad en México y Brasil en 22 y 11 por ciento, respectivamente, al cierre de 2015”.

Por eso, los cálculos hechos por el gobernador Javier Duarte de Ochoa para 2016, en que preveía un mejor año para Veracruz por los supuestos efectos positivos de la reforma energética, se han caído en pedazos. Veracruz está indefenso en materia económica, las empresas locales están cayendo en bancarrota, entre otras cosas, por la asfixia financiera por el retraso de pagos de los gobiernos estatal y federal; el sector de servicios se encuentra a la deriva, el de la producción agrícola y ganadera se encuentra olvidada, y el de la industria, supeditada al supuesto esplendor energético, está en caída libre.

Y no hay dinero en las arcas estatales.

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