Primer acto. Génesis

Él (Quetzalcóatl) va a representar
la creación del hombre sedentario,
la creación de la cultura y el florecimiento
intelectual de su pueblo
(Margarita Palacios de Sámano)

En nuestra costa, antes de partir, Quetzalcóatl llamó al más fuerte de los discípulos que lo acompañaban y le pidió que arrancara un bejuco, el joven lo hizo sin esfuerzo alguno, después le pidió que arrancara dos, aunque opusieron un poco más de resistencia, fue fácil desprenderlos de la tierra, después le pidió que arrancara tres y luego cuatro y luego cinco, el guerrero tuvo que ir empleando cada vez más fuerza hasta que el haz de bejucos fue de tal magnitud que le fue imposible arrancarlo.

A continuación, el sacerdote les dijo que algún día llegarían por ese rumbo unos hombres blancos y barbados con intenciones de conquistarlos, si los encontraban aislados como el primer bejuco, les sería fácil someterlos pero si se unían en un solo haz, nadie podría derrotarlos. Tras estas palabras, como sabemos, se prendió fuego y cuando se apagó la hoguera, su corazón se elevó hasta el cielo y se convirtió en la estrella de la mañana (prueba «irrefutable» para los ufólogos de que se trataba de un extraterrestre que, cumplida su misión, abordó su nave con rumbo desconocido). Antes de partir prometió volver.

El escenario de este acontecimiento fue el actual Coatzacoalcos (de ahí el nombre que, en náhuatl, significa lugar donde se esconde la serpiente).

Nos contaron esta historia desde que estábamos en la secundaria, menos conocido es el reciente hallazgo de un códice según el cual, Quetzalcóatl prometió volver e instalarse en estas tierras para, desde aquí, seguir repartiendo su sabiduría. Explicó que a su regreso, testimonia el códice, adoptaría la forma de una madre inmensa que año con año pariría miles de semillas con las que propiciaría, de nueva cuenta, la creación de la cultura y el florecimiento intelectual de su pueblo.

La profecía se cumplió en 1944, cuando el sabio volvió con una consigna: Arte, ciencia, lux.

Segundo acto. El canto de los paraguas

Como ese jueves sería festivo, Xalapa se había puesto su mejor atuendo: el mantón de neblina, el velo de brizna y el perfume petricor (accesorios con los que se sabe tan guapa la muy coqueta).

Apacible era el mediodía, inocuo el frescor, inamovible el tiempo, mas cuando el sol llegó al cenit, de manera inopinada, un distante rumor comenzó a inquietar el aire, las hayas del Parque Juárez otearon en busca del origen de ese canto intraducible que brotaba, estereofónico, del oriente y del poniente como si dos trotamares hubieran concertado una cita en el centro del océano y se aproximaran con sus séquitos de sirenas.

Las palomas fueron las primeras en entrever diez, cien, mil, dos mil, cinco mil, diez mil, veinte mil paraguas que danzaban y cantaban por el aire, difuminados en el cielo como en un cuadro impresionista. Eran las plumas de la serpiente que reptaba bifurcada y eran los bejucos unidos en el haz poderoso, invencible, imposible de arrancar, y eran las miles de semillas paridas cada año y eran los múltiples pétalos de la lis, los polícromos rayos de la luz.

Era la serpiente emplumada que volvía para rescatar los sueños secuestrados, la esperanza en el futuro, los derechos y las libertades. Y el rumor devino canto unísono en crescendo ad infinitum que al llegar al paroxismo desquició los nervios de la bestia. Y llegó también la lluvia para fertilizar el suelo donde todas las voces emanadas de los paraguas flotantes habrían de integrarse en una sola, la palabra valiente y honorable que se replicaba en todas las regiones:

Nos deben el derecho a soñar.
Y se inquietó la bestia.
Nos deben la esperanza de un mejor futuro.
Y palideció la bestia.
Nos deben la confianza en las instituciones.
Y un fuerte temblor sacudió a la bestia.
Nos deben una juventud sin miedos.
Y el sudor cubrió la frente de la bestia.
Nos deben a los desaparecidos.
Y se revolvió la bestia
Nos deben la paz de los violentados y la de sus familias.
Y enloqueció la bestia
Nos deben y nos tienen que pagar.
Y de la garganta de la bestia brotaron borbotones de estertores.
Nos deben y nos tienen que cumplir.
Y la bestia sigue sacudiéndose y dará los últimos colazos porque sabe que pronto, muy pronto, prontitito, va a caer.

Tercer acto. Letanía

Porque mucho más allá de Veracruz, ilumina su luz.
Por eso.
Porque dentro y fuera del país, brotan las semillas de la lis.
Por eso
Por los miles y miles de valiosos humanos que han salido de sus aulas.
Por eso, solo por eso.
Por el hijo del campesino pobre que, con miles de esfuerzos y sacrificios, logró convertirse en agrónomo y hoy hace que la tierra de su comunidad sea mejor y dé más frutos.
Por eso, solo por eso.
Por el hijo del albañil que aprendió el oficio de su padre en la obra y ahora es el ingeniero que lo guía.
Por eso, solo por eso.
Por la niñita que brillaba tanto en los festivales de la primaria y ahora recorre el mundo como bailarina protagónica.
Por eso, solo por eso.
Por los hablantes bilingües que se preparan para dignificar su origen y enaltecer su cultura.
Por eso, nomás por eso.
Por los habitantes del pueblo que ya no tienen que viajar en pos de la salud porque, por primera vez, ahí hay una doctora.
Por eso, nomás por eso.
Por el hijo del músico de la sinfónica que llegó a ser uno de los mejores violinistas del mundo.
Por eso, nomás por eso.
Por los grandes escritores que aquí publicaron sus primeros libros.
Por eso, no más por eso.
Por los miles de trabajadores cuyos impuestos han sido retenidos y ahora están en riesgo de enfrentar un proceso por fraude fiscal.
Por eso, chingao, por eso
Por los estudiantes violentados en las marchas.
Por eso, chingao, por eso.
Por las heridas de los estudiantes salvajemente torturados.
Por eso, chingao, por eso.
Por la sangre, que jamás habrá de secarse, de los activistas, de los rebeldes, de todos los que han sido cobardemente asesinados.
Por eso, chingao, por eso.
Por eso, chingao,
por eso.
Por eso,
chingao,
por eso.

Nota: En cursivas, fragmentos del discurso de la Dra. Sara Ladrón de Guevara, rectora de la Universidad Veracruzana, en la marcha monumental realizada el jueves 10 de marzo.

 

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