Por Bernardo Gutiérrez Parra
Para los que no entienden bien a bien cómo está la bronca entre Javier Duarte y la Universidad Veracruzana, trataré de explicarlo de una manera sencilla, con palitos y bolitas, como en el kínder.
Todo comenzó por ahí de agosto del año anterior cuando la rectora de la UV, Sara Ladrón de Guevara, se quejó de que el gobierno estatal le adeudaba a la Máxima Casa de Estudios de Veracruz varios millones de pesos correspondientes a ese año y se le estaban empatando con los adeudos del 2013.
El gobernador Javier Duarte se esperó hasta septiembre para contestar que su administración no le adeudaba ni un clavo a la UV y aunque en ese año apenas habían aportado 278 millones de pesos de los más de 2 mil etiquetados para este rubro, “se trata de un subsidio que depende de la disponibilidad financiera y no de una obligación”.
Esto tensó las relaciones entre ambas entidades, la rectora contestó que esos más de 2 mil millones de pesos estaban presupuestados para pagos de diversa índole y que le estaban haciendo falta a la UV.
El 30 de septiembre Javier Duarte se reunió con doña Sara y se tomó la foto. Tras la reunión se dijo mediante un comunicado que tanto la secretaría de Finanzas de la UV como el titular de la Sefiplan, Antonio Gómez Pelegrín, “se llamarían” para acordar una fecha de reunión.
Pero nunca se llamaron.
Apenas el pasado febrero la UV envió a la Sefiplán un informe detallado del adeudo que suma la cantidad de 2 mil 76 millones de pesos. Pero más tardó la Universidad en enviar el informe, que Antonio Gómez Pelegrín en revirar con un señalamiento que dejó helado a todo mundo: “Si la UV dice que el gobierno le debe esa cantidad, la Universidad le adeuda al gobierno 3 mil 400 millones de pesos de impuesto a la nómina y pago de cuotas del IPE”.
Sara Ladrón de Guevara contraatacó e interpuso dos denuncias a nombre de la UV contra el gobierno de Javier Duarte. Una por no cubrir el pago de subsidios por 2 mil 76 millones de pesos desde 2013. Y la otra fue una demanda de amparo contra la Ley de Egresos del Estado, que reduce en 7 por ciento el subsidio de la institución respecto de 2015, equivalente a 249 millones 844 mil 705 pesos al año.
Tras esto comenzaron las marchas de protesta con la exigencia de pagar el adeudo a la UV y los embates mediáticos requiriendo lo mismo.
Atrapado en la maroma, Javier Duarte envió al Congreso local una iniciativa de Ley que presuntamente daría autonomía presupuestaria a la UV ya que recibiría el 3% del total del presupuesto general del estado.
Pero el economista de la UV, Hilario Barcelata, consideró que la iniciativa era una trampa.
Dijo que actualmente el presupuesto de la UV representa el 2.3% del total del presupuesto del gobierno, el incremento que ofrece el gobernador es al 3% es decir apenas un 0.7% lo que significa un incremento de 663 millones de pesos.
Agregó que ese incremento apenas alcanza para recuperar los 249.8 millones en que se redujo el presupuesto de la UV este año, y para pagar los 400 mdp de las pensiones que ahora tiene la universidad la obligación de pagar debido a la reforma a la ley del IPE. Estas dos cantidades suman un total de 650 mdp, por lo que el incremento real del presupuesto con esta propuesta sería de apenas 13 mdp. “Es decir, nada”, dijo el economista.
“Por eso se requiere que la autonomía se establezca con un 5% del presupuesto total, eso le daría a la UV presupuesto de 4,927, es decir, un incremento presupuestal de 2,634 mdp, lo cual le permitiría fácilmente cubrir todos los compromisos que ahora la mantienen en una muerte lenta” finalizó Barcelata, y como puedes darte cuenta lector, tiene toda la razón del mundo.
Pero Duarte continuó sin hacer caso y el fin de semana los integrantes del Consejo Universitario General de la UV, acordaron hacer una marcha multitudinaria para mañana jueves. En ella exigirán el 5% del presupuesto estatal y que el gobierno pague los más de 2 mil millones de pesos.
Duarte contestó ayer con argumentos más o menos coherentes pero nadie le hizo caso. La marcha va.
Aunque lo relevante no es la marcha en sí, sino la tensión que ha despertado.
Dios a de querer que no haya un infiltrado, un loco que suelte un petardo o un idiota que ordene a la policía repeler a los manifestantes, porque se armará la gorda. Y si se arma, entonces sí se tendrá que ir el señor gobernador.