Por Bernardo Gutiérrez Parra

Ignoro si tengo pinta de psicólogo o cara de sacerdote, pero el chiste es que desde mi más tierna infancia mis amigos y vecinos me han agarrado de su confesor.

Esta vez me tocó escuchar a un par de cuates que trabajan en la Comisión Estatal de Derechos Humanos que me contaron sus cuitas con la nueva responsable de esa dependencia.

“Desconoce sobre derechos humanos pero trata de aparentar que no es así y está dando al traste con nuestro trabajo. No favorece el diálogo sino el monólogo; su monólogo. Es una mujer con miedos muy marcados, siempre anda tensa y levanta la voz al menor motivo. No escucha opiniones y cultiva el recelo en lugar de la confianza. La oficina está patas pa arriba y falta casi todo; ya mero no hay ni papel higiénico” fue lo que me dijeron, en síntesis.

Minutos después me topé con una manifestación de jubilados y tengo que decirlo con toda honestidad; quizá porque me falta bien poco para llegar a la tercera edad me parte el alma verlos tiritando de frío, asoleados o mojados exigiendo les paguen lo que es su derecho.

Y ayer no fue la excepción.

Un nutrido grupo de hombres y mujeres que cargaban a cuestas sus años y achaques, pero que protestaban con su dignidad intacta, se plantaron en la plaza Lerdo a denunciar que el gobierno estatal ha violentado sus derechos humanos al no pagarles puntualmente sus pensiones y prestaciones.

Con voz cansada, la jubilada Adriana Chávez Tejeda, dijo que más de 500 pensionados interpondrían igual número de quejas ante la CEDH contra el gobierno que preside Javier Duarte, porque desde hace dos años les pagan a destiempo: “Y eso es una irresponsabilidad muy grande por parte de la autoridad”.

Frente a siete u ocho cajas de cartón amarradas con mecates que contenían sus quejas y que momentos después entregaron en la CEDH, la señora Chávez dijo que no es justo que les hagan eso cuando dejaron lo mejor de su vida en sus respectivos trabajos.

Y tiene razón.

El problema es que se arrimaron al árbol equivocado. La CEDH está presidida por la señora Namiko Matzumoto, súper amiga de Javier Duarte y a quien le debe el puesto.

Quizá por inocencia o porque desconocían el dato, estos pensionados que llegaron de Pánuco, Tantoyuca, Tuxpan, Orizaba, Córdoba y de la propia Xalapa, fueron a quejarse pero con el enemigo.

La señora Matzumoto no moverá un dedo contra Javier Duarte porque sería tanto como darse un balazo en un pie.

Si los pensionados llevan sus quejas a la Comisión Nacional de Derechos Humanos y a la Oficina del Alto Comisionado de la ONU como lo prometieron, ya verá la propia Namiko cómo resuelve la bronca, pero por lo pronto las que presentaron ante la CEDH fueron enviadas al archivo.

Aunque quizá corran con peor suerte y sean utilizadas como papel higiénico, escaso como está en esa dependencia, según me platicaron mis amigos.

PD  

Casi olvido decir que con su queja, los jubilados y pensionados echaron por tierra el “resultado” número 3 de Duarte que dice bien clarito: En cumplimiento de las obligaciones del Estado, el IPE cubre con puntualidad las prestaciones de los trabajadores.

Repito lector, es el “resultado” número 3, por si lo quieres checar en la cuenta de twitter de ese señor.

bernardogup@nullhotmail.com