Por Bernardo Gutiérrez Parra
Mientras Miguel Ángel Yunes Linares se presenta en los medios de comunicación con una sonrisa de oreja a oreja y cargado de pruebas documentales contra Javier Duarte y compañía, Héctor Yunes anda como que ligeramente pasmado.
La entrevista que tuvo ayer con el periodista Ciro Gómez Leyva fue desafortunada. Sin argumentos convincentes quiso acusar a Yunes Linares de la primera fuga del Chapo Guzmán, e hizo unas equivocadas declaraciones sobre el ISSSTE que el mismo periodista le echó para abajo.
En los minutos que le dedicó Ciro, Héctor no fue capaz de echarle pimienta a su discurso o hilvanar un par de ideas que prendieran a los televidentes y radioescuchas.
Acostumbrado a las pasarelas y a captar la atención de la audiencia, Héctor decepcionó a sus seguidores al recurrir a lugares comunes y a prometer lo mismo que prometieron Fidel y Javier.
Algo está pasando con su precampaña que no prende ni motiva al electorado. Mientras el Yunes panista sube todo a las redes sociales (mensajes, proyectos, propuestas, giras, apoyo de seguidores), el Yunes priista no le ha dado el uso que debería a esta importantísima herramienta.
Por cada mensaje que Héctor sube a las redes, Miguel Ángel sube seis o siete. La desproporción es enorme.
Pero su cambio de actitud, también.
Lejos está el Héctor precandidato de aquel senador activo y dinámico que un día estaba en Tuxpan, para luego volar a la ciudad de México, regresar a Pánuco y rematar en las Choapas, tendiendo puentes, estableciendo alianzas y comunicándose con la gente.
Era tanto su activismo que se llegó a decir que si cualquier hijo de vecino hacía una fiestecita de quince años y lo invitaba, el senador iba.
En noviembre de 2014 dije en una de mis columnas: “Héctor Yunes es el único de los aspirantes a la gubernatura que ha recorrido el estado más que ningún otro, es quien más ha hablado con la gente, quien conoce mejor que nadie los problemas de Veracruz y la manera de resolverlos. Y por si fuera poco, es el único que ha logrado crear una sólida infraestructura a nivel estatal que lo apoyará sin reservas si resulta candidato. Si hoy comenzaran las campañas, Héctor arrancaría con muchísima ventaja. Y si hoy fueran las elecciones, sin duda se llevaría el triunfo”.
¿Qué pasó en catorce meses?
Su discurso es huero y contradictorio. Un día dice que meterá a la cárcel a todos los corruptos, pero al día siguiente dice que Veracruz necesita un gobernador y no un fiscal.
Mientras Miguel Ángel machaca sobre lo mismo (meteré a la cárcel a Javier Duarte y a su banda), se da tiempo para presentar su proyecto de trabajo y además sube a las redes todo lo que lo pueda ayudar, Héctor ofrece tímidas promesas que no animan a quienes lo escuchan.
A pesar de que las campañas no han comenzado formalmente, Héctor debe replantear la forma de llegar al corazón de los votantes.
Si tiene que correr a varios de los sujetos que trae empotrados y que le sirven para maldita la cosa, adelante.
Cuando a mitad de su campaña Felipe Calderón se dio cuenta que perdería la elección si seguía con su slogan “Tengo las manos limpias”, se encerró en su war room con su equipo más cercano a reorganizarlo todo. Entre el lastre del que prescindió estuvo el presidente nacional de su partido Manuel Espino al que hizo a un lado. Y al final ganó la contienda.
Héctor debe hacer una restructuración a fondo de su equipo y replantear de manera más amplia su estrategia de campaña.
Si sigue como va, que se olvide del triunfo.