Por Gerónimo Rosete Pozos
La marca ha quedado impresa en cada uno de sus colaboradores, sus carreras políticas, sus ilusiones y sus aspiraciones por escalar en el servicio público están selladas con la desilusión de los jóvenes, con el dolor de las víctimas en vida que perdieron a familiares asesinados o en desaparición forzada, con el coraje de tantos a quienes se les debe dinero por ejercer su trabajo o prestar un servicio, con el hambre de revancha de tantos sectores a los que se les engañó de manera burda.
Basta, para comprobarlo, analizar lo sucedido recientemente en uno de los cafés de La Parroquia, en el puerto de Veracruz; circuló un video de manera muy rápida en redes sociales donde se puede ver a un grupo de personas que, a gritos, manifiestan su desprecio a “Duarte”; en el mismo clip nunca es posible distinguir a quién o quiénes va dirigido el ataque verbal, la mayoría de los medios que lo difundieron señalaban en el titular de la nota que era el mismo gobernador Duarte a quien corrieron del tradicional café porteño, pero ese Duarte no se distingue en ningún momento. Inmediatamente, desde su tribuna más segura (twitter), el primer mandatario estatal contestó y aclaró que él se encontraba despachando en Xalapa y que era imposible que fuera a quien se refieren los gritos y señalamientos en ese video.
Más allá del morbo, de las ganas por dar un baño de pueblo a quien lo merezca; la prueba es contundente. El repudio por la clase política del sexenio que está por terminar es real. Si no era Javier Duarte el que estaba ahí, alguien relacionado a él, identificado con él, cercano a él, estaba ahí, y el pueblo se hizo sentir. La locura anda rondando muchas cabezas, pero sería realmente insano pararse a tomar un cafecito de mediodía en uno de los espacios más grillos del estado y pensar que nadie va a tomar en cuenta a algún político o personaje del equipo duartista y que éste saliera limpio, a como están las aguas… no.
Muchas conclusiones podrían derivarse, más allá del griterío, del placer que muchos sintieron por el hecho, más allá de la reacción oficial. Es irónico que con esas muestras de “calor”, algunos funcionarios duartistas tengan pretensiones electorales y quieran contender por una diputación, otros están pensando en saltar y caer en el proyecto de Héctor Yunes, cuando está en plena campaña de deslinde ante cualquier cosa que tenga olor, color, rumor, de duartismo; basta con que haya dicho que metería a la cárcel incluso al gobernador, imaginen a los de abajito. Nadie se salva, porque han dañado, poco a poco, la dignidad de las y los veracruzanos; desde los estratos más bajos hasta los más alto; aunque no hayan tocado un solo peso de dinero público, ya tienen la marca de la casa, les pusieron la yerra al rojo vivo: es una “R” de Repudio; la “D” la llevan en la cartera. Escriba a mrossete@nullyahoo.com.mx formatosiete@nullgmail.com www.formato7.com/columnistas