Por Gerónimo Rosete Pozos
A propósito de lo que declaró el Secretario Ejecutivo del Consejo Estatal de Seguridad Pública, Juan Antonio Nemi Dib, sobre el caso de la violencia en Colombia y cómo pudo reducirse gracias a esfuerzos conjuntos entre autoridades, sociedad y medios de comunicación; un servidor les comparte algunos razonamientos y propuestas acerca del tema, hechos por la doctora Sabine Kurtenbach, politóloga del Instituto GIGA de Alemania (Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales), una experta en la materia y referente en los casos de Latinoamérica, incluyendo México.
Primero el contexto. Más de 40 de las 50 ciudades más violentas del mundo se hallan en América Latina. Los países más afectados son Venezuela, México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Brasil.
Cada año, unas cien mil personas son asesinadas en la región. Entre dos mil y dos mil once, la tasa de homicidios creció un once por ciento en Latinoamérica, mientras que en la mayoría de las regiones del mundo descendió. Además, el número de robos se ha triplicado en los últimos 25 años. Específicamente, según Kurtenbach, en México, la violencia disminuyó en el siglo XX después de la revolución. A fines del siglo XX, comienzos del XXI se registraron en el país procesos de transformación que desafiaron el poder estatal. Se generó entonces un vacío, que es ocupado por elites regionales, delincuentes internacionales y otros diversos actores. El caso de Colombia es diferente. Allí, el Estado históricamente nunca pudo imponer el monopolio de la violencia en todo el territorio nacional.
En cuanto a la pregunta del millón ¿cómo reducir la violencia? La especialista considera que un elemento central para la reducción de la violencia, tanto intraestatal como social, es que las elites observen ellas mismas el derecho y el orden, que acaten el imperio de la ley. Solo si las elites respetan la ley y el orden puede desarrollarse un proceso en el que la violencia en general pierda legitimidad en la sociedad y se creen mecanismos para prevenirla. Tal observación, enfocada a nuestro estado, requeriría entonces de servidores públicos intachables, con un ejemplar desempeño de su función pública y una vida ejemplar, lo que es imposible en la actualidad.
No se trata, además, de que se ataque el fenómeno desde el ejercicio gubernamental, en el ámbito familiar y en lo urbano también hay un largo tramo que recorrer y un trabajo profundo por realizar, pues según la Doctora Kurtenbach por un lado existen causas de violencia estructurales comunes: marginalización social y exclusión. Ese es un factor de riesgo muy importante en diversas formas de violencia, que puede articularse en forma política, criminal o de violencia doméstica y contra las mujeres. Pero también es probable que hoy miremos de otra forma la violencia contra las mujeres, que sea más un problema de percepción. La violencia no es nueva, sino que hoy miramos de otra forma el fenómeno. Bajo la lupa de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, hoy se considera que la violencia no puede ser un medio para solucionar conflictos interestatales, ni intraestatales ni tampoco a nivel individual. Lo nuevo hoy es que se rechaza la violencia.
Entonces, ¿qué falta en Veracruz para comenzar a erradicar la violencia?. Primero que nada voluntad política, un estricto apego a la ley y una aplicación a rajatabla de la misma; sueños guajiros dirán ustedes, pero es posible, en otros países, en otras ciudades se ha logrado. Es un monstruo gigante, es una bola de nieve que no deja de rodar y crecer, pero es posible.
Ya veremos en el 2017, mientras como sociedad se debe hacer lo que corresponda. Escriba a mrossete@nullyahoo.com.mx formatosiete@nullgmail.com www.formato7.com/columnistas