—Yo siempre fui hectorista. Me la jugué con él al puro pelo y, mira, ganamos —la mirada derrocha satisfacción y el sentido del triunfo desborda su piel morena, su pantalón delgado, su chamarra encima de la guayabera que no le alcanza a quitar lo aterido—. Por eso vine hoy a Xalapa, porque me convocó El Hombre, y ya vamos formando el equipo. Bueno… —se detiene, corrige y explica:
—Ya vamos formando “el grupo”, porque “equipo” sólo hay uno, y es el del maestro Juan Nicolás Callejas Equipo. ¿Así se llama? ¿No? Porque cada que lo nombran en un evento, dicen “Juan Nicolás Callejas”, y de inmediato salen profesores por todos lados gritando “Equipo, Equipo, Equipo”. Ora que como es de Misantla, se ha de llamar “Juan Nicolás Callejas Y Equipo”.
—Uta, sí, ahora te sientes muy fuerte porque salió tu candidato. A ver si no me dejas de hablar y me retiras el saludo… —el interlocutor tiene todo el aspecto de xalapeño: usa traje y corbata, y una bufanda roja que le quedó de otras épocas; la frase que ha dicho tiene toda la intención de medir al amigo de tantos años, que con este vuelco de la fortuna podría dejar de serlo, como ya ha pasado tantas veces en los entreveros de la grilla jarocha.
—Tú me conoces. Yo siempre he sido de una pieza… —responde con convicción el campirano.
(“Pues sí,” piensa el otro, “pero es que nunca antes habías tenido poder… ya veremos cuando estés en un puesto importante si sigues siendo el mismo. El éxito cambia hasta a los inteligentes…)
—Sé que eres íntegro y sencillo, siempre lo has sido, amigo —condesciende el citadino mientras oculta su pensamiento real—. Por eso estoy seguro de que te acordarás de mí cuando estés en la gloria, como le dijo el ladrón a Cristo en El Calvario.
—Órale, todavía ni llego y ya me estás comparando con un ladrón. No son modos, amigo.
(“Hijos, se me barrió,” piensa, pero a cambio dice con toda la convicción que puede:)
—Perdona hermano, pero me salió así de repente. ¡Para nada pienso eso! Conozco tu honorabilidad y sé que no desviarás ni un centavo público, porque así eres y porque Héctor no te dejaría. Él trae la bandera de la honestidad como divisa. De otra manera, no alcanzaría ni un voto.
—Hay mucho por hacer, y lo primero es ganar la elección. Para ello estamos llamando a la unidad de todos los priistas. A los que estuvieron y a los que no estuvieron con nosotros. Por eso te convoco y te pido que me acompañes a ver a nuestro candidato. Si no nos unimos todos, vamos a perder la elección… y el poder.
—Pues yo estoy puesto, amigo. Tú me dices cuándo me acercas con nuestro candidato. Tengo por ahí algunos proyectos que le quiero enseñar. Tú sabes en qué temas soy experto, y estoy dispuesto a poner mi granito de arena en favor de Héctor Yunes. Lo único que pido es que me tomen en cuenta ahora que es momento de la chamba, y que se acuerden de mí cuando sea el momento del triunfo.
—Pues por lo pronto únete a nosotros, porque tu experiencia es valiosa y en esta elección tan cerrada cada voto valdrá oro. Después, ya veremos…
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