Para que haya pleito por lo menos se necesitan dos, y el precandidato del PRI a la gubernatura, Héctor Yunes Landa, ya dijo y reiteró que no se va a subir al ring contra su primo hermano Miguel Ángel Yunes Linares, virtual abanderado de la alianza PAN-PRD.
Hasta ahora Yunes Landa ha tenido que apechugar más de un par de dardos venenosos que le ha tirado su pariente, y su única respuesta ha sido que él es y seguirá siendo leal a su familia, por la que ha dado la cara sin importarle el costo político personal que ello le ha representado.
Ante esta postura del precandidato priista se suponía que quien se encargaría de confrontar, debatir y responder al aspirante del PAN sería entonces Alberto Silva Ramos, quien casualmente hace tres meses fue impulsado por el gobernador Javier Duarte de Ochoa a la presidencia del CDE del PRI para que desde ahí se dedicara a contraatacar a Yunes Linares.
A mediados de octubre de 2015, en un desayuno con un reducido grupo de columnistas en casa de Carlos Brito Gómez, el mandatario veracruzano argumentó que había tomado la decisión de promover a Silva en lugar de Alfredo Ferrari porque quería “más que un dirigente de paz… un dirigente en tiempos de guerra”, a un “auténtico gladiador”, un “ariete para los de enfrente”, que combatiera a los de “afuera” y cuidara a los de “adentro”.
De hecho, esta labor ya la había venido cumpliendo Silva Ramos al responder a través de su cuenta de Twitter y como coordinador general de Comunicación Social del Gobierno del Estado a las críticas y señalamientos de Yunes Linares en contra de Duarte de Ochoa y de su otro ex jefe, el ex gobernador Fidel Herrera, en cuya administración (2004-2010) también le declaró la guerra sin cuartel al ex priista y su ex amigo.
Sin embargo, el diputado federal por Tuxpan acaba de confirmar que a más tardar este jueves 28 renunciará a la dirigencia estatal del partido tricolor para reincorporarse a sus labores legislativas, ya que la semana entrante iniciará el periodo ordinario de sesiones en la Cámara baja del Congreso de la Unión.
Silva Ramos, quien reconoció que tuvo la aspiración de ser precandidato del PRI a la gubernatura”, consideró que “es momento de hacer una renovación en el partido”, dijo haber cumplido “como presidente porque hay un candidato de unidad, hay un partido fuerte, sin fracturas”, y dejó en claro que su salida de la dirigencia priista es un tema que él acordó con el precandidato Héctor Yunes y también con el presidente nacional del tricolor, Manlio Fabio Beltrones.
Según ha trascendido, quien se perfila para presidir el CDE del PRI en lugar de Silva es Felipe Amadeo Flores Espinosa, quien en la sucesión estatal de 1992 fue secretario general de la dirigencia priista que presidió Yunes Linares durante la campaña a gobernador de Patricio Chirinos Calero, y posteriormente lideró el partido tricolor hasta el proceso electoral municipal de 1994, en el que tuvo algunos roces con Miguel Ángel, pues desde la Secretaría de Gobierno pactó algunas “concertacesiones” con el PAN y PRD, cediéndoles las alcaldías de relevantes municipios en los que coincidentemente él no había impuesto o avalado a los candidatos priistas, como fue el caso del puerto de Veracruz que durante 13 años gobernó Acción Nacional consecutivamente, hasta que en 2007 lo recuperó el tricolor con el ex secretario de Salud y actual delegado del IMSS, Jon Rementería.
Sin embargo, pese a esas diferencias políticas y a que desde el sexenio pasado ambos militan en diferentes partidos –Yunes Linares renunció al PRI en la sucesión estatal de 2004, enojado por la candidatura cedida a Herrera Beltrán–, Flores Espinosa mantiene una relación personal respetuosa con su ex correligionario, a quien ya venció en la sucesión estatal de 2010, en la que Javier Duarte se impuso al panista con una diferencia oficial de más de 80 mil votos, pese a que en esa ocasión el ahora aspirante de la alianza PAN-PRD venía con todo el apoyo del presidente Felipe Calderón Hinojosa y con los millonarios recursos que durante cuatro años operó como director general del ISSSTE.
La gran interrogante, pues, es si en la campaña de Yunes Landa será instalado el táctico “war room” (“cuarto de guerra”) o si de plano no se atreverán a despeinar a Yunes Linares, quien a diferencia de la sucesión gubernamental anterior ahora tendría circunstancias y condiciones muchos más favorables, pues Duarte de Ochoa no tiene la misma fortaleza política que Herrera Beltrán mantuvo hasta el cierre de su sexenio, ya que actualmente su administración enfrenta la peor crisis financiera y en seguridad pública.
Pero si Héctor y Amadeo no quieren comprarle el pleito a Miguel Ángel, el candidato priista y su operador político deberán recurrir a otra táctica anticrisis. ¿O será casual que en estos últimos días en Veracruz se hayan incrementado los secuestros, ejecuciones y balaceras? El baño de sangre es un lamentable indicador del tamaño de la disputa de las bandas criminales que buscan apoderarse de la entidad. En este proceso electoral, la delincuencia también parece apostarle a la alternancia. ¿Duarte y sus colaboradores resistirán esta embestida de tal magnitud? ¿Yunes Landa, que se juega su elección, que ha prometido “limpiar la casa” y no ser insensible al dolor de la población, se quedará de brazos cruzados? ¿Qué apoyos recibirá de quienes le confiaron la candidatura?