«Mi primera experiencia en el son jarocho, la recuerdo bien clara, fue en Santiago Tuxtla cuando tenía como seis o siete años. Estábamos en un fandango, mi mamá estaba tocando y yo estaba sorimbeando [sic] y como a la una de la mañana pasó Pablo Elías Arboleyda, que es un sonero más o menos conocido dentro del movimiento, y me dijo:
-¿Qué haces aquí?, toma una jarana y ponte a hacer lo que estás viendo
Y me puse a tocar hasta que unas horas después llegó mi mamá y aterrada me quitó la jarana porque la tenía embarrada de sangre porque así es la música, realmente si te clavas no sientes».
Así empezó la carrera de Emilio Bozzano Azpiri, joven músico veracruzano fundador del grupo Macuiles, un proyecto en el que la exploración y la experimentación son la base para la construcción de nuevas propuestas musicales que lejos de atentar contra la tradición, la fortalecen con su espíritu innovador.
Mis alas de quetzal y de colibrí
Soy Emilio Bozzano Azpiri, nací en el Puerto de Veracruz y desde que era chico me trajeron a vivir primero a Xico, entonces soy medio xiqueño, luego a Xalapa, soy del barrio de Techacapan de toda la vida, orgullosamente.
En mi familia de Veracruz, los Azpiri, siempre ha habido música, incluso cuando yo era niño mis tías tenían un coro y uno de mis tíos, Rodrigo Montané, estuvo con Los Cantantes de América, un grupo de música folklórica de los setenta, él siempre me ha pasado música, desde muy chiquito.
Por otro lado está la historia de mi papá que fue exiliado político con [Francisco] Franco entonces mi familia es española y yo me comencé a criar con estas dos ramas porque escuchaba flamenco, escuchaba mucha música clásica, además estaba en un coro clásico. Mis primeros discos fueron La Historia, de Camarón de la Isla, Another Woman, de Janis Joplin, The Wall [de Pink Floyd] y Viceversa, de Joaquín Sabina cuando tenía como cuatro años, con eso comencé, desde ahí ya había problemas [risas]. Una tía me regaló un tocadiscos y esos discos, y todos los días los escuchaba 20 veces porque además ya no había tantos discos [de acetato] en ese momento.
Como un alebrije no soy cosa muy sencilla…
Siempre he sido hiperactivo entonces cuando entré a la primaria pasé por tres o cuatro escuelas casi en la primera semana hasta que caí en una que se llamaba Joaquín H. Servín que era de educación especial, me hicieron unos electroencefalogramas y salió que lo que yo necesitaba era ponerme a hacer música. Tendría entonces unos cinco o seis años y caí, primero, en manos de Ana María Elgarte, que era una maestra de canto argentina que tuvo un coro que se llamaba La Pequeña Cantoría, entré a ese coro y cantamos con la Sinfónica de Xalapa, con la Filarmónica de México y enemil orquestas más de todo el país como por diez años.
Mi madre comenzó desde temprano con el son huasteco gracias a Manuel Boada, un súper amigo de la familia que fue como un tío para mí, y a Román Güemes, cuando llegó aquí a Xalapa conoció a Ramón [Gutiérrez], le cambió una jarana huasteca por una jarocha y fue el peor error de su vida, hasta la fecha se arrepiente porque esa jarana la agarré yo [risas].
Cuando tenía como seis años ella me comenzó a enseñar a tocar un poquito con un cuatro venezolano que también había en la casa y con la jarana y luego, como el taller de Ramón estaba en el Patio Muñoz que era donde teníamos las clases del coro, comencé, primero a colarme y luego a meterme a las clases, luego llegó Laura Rebolloso y abrieron el curso del son jarocho y de ahí me arranqué y hasta la fecha. Creo que desde entonces supe que lo que a mí me gustaba era esto.
Cuando tenía como 11 años conocí a Rafa Campos, con él hice mis primeros pininos en la composición, él también estaba comenzando a escribir y nos encerrábamos, yo con la jarana y él con sus letras, a ver qué salía. Hicimos dos o tres cosas en esa época.
Güeva de pejes y palos mulatos
Como a los 12 años pasé por la Facultad de Música, fue una etapa que por desgracia no recuerdo con mucho cariño, choqué mucho porque ya venía con una escuela de son muy arraigada y me topé con la Facultad cuando era conservatorio muy purista entonces un día mi maestro de instrumento, yo entré a violonchelo, me vio tocando son jarocho y me corrió de la Facultad.
Me pelee con la música un par de años, dejé de tocar, realmente para mí fue algo muy duro. Dejé todo de lado y unos años después, cuando yo tenía como 14 o 15 años, llegó a Xalapa Gabriel Romero y, aunque me lleva como 12 o 13 años, se volvió mi mejor amigo y fue el que me dijo vamos a tocar aquí, vamos a tocar allá. Un amigo suyo tenía un hostal en Tepoztlán y un día le preguntó por internet:
-Oye, ¿tú tienes un grupo de son?
-Sí, claro, yo tengo un grupo de son
A la media hora llega y me dice:
-Oye, vámonos a tocar a Tepoztlán, hay que reunir gente
Y nos reunimos Selene Valadez, que es de Coatzacoalcos pero vive aquí, Uriel Ramírez (que es quien grabó las guitarras en este disco), otro amigo al que le decíamos El abuelo que por más que he tratado no me acuerdo de su nombre, Gabriel Romero y yo.
Empezamos siendo cinco, no nos llamábamos Macuiles, teníamos otro nombre, y nos fuimos por una semana y terminaron siendo casi dos meses hasta que mi mamá, casi histérica, me mandó el dinero para regresarme a Xalapa porque, digo, tenía 15 o 16 años y ya había estado bastante bueno [risas].
Cuando regresamos a Xalapa dijimos oye, pues sí está bueno este rollo de tocar. Yo recuperé el amor, que no había perdido pero sí se había opacado por mi experiencia con la Facultad, y comenzamos con la música. Decidimos ponerle ya un nombre serio al grupo y le pusimos
Los Pejes, de eso hace 14 años. El primer nombre que tuvimos era Son de Güeva y Gabriel, que es diseñador gráfico, hizo un logotipo que era un pescado, que tomó de un sello prehispánico, con un huevo entonces dijimos ya tenemos el logo, vamos a ponernos Los Pejes como jugando con esta manera de hablar de Veracruz, López Obrador la ha puesto de moda [risas] pero en Veracruz siempre se ha hablado así, a final de cuentas yo soy del Puerto y toda mi familia es del Puerto y cuando llego, a los cinco minutos comienzo a hablar así también.
De Los Pejes cambiamos a Palo Mulato porque dijimos nos van a vincular con López Obrador y aunque no teníamos problemas con él, ni tenemos hasta la fecha, sí teníamos problemas con que nos vincularan con algo que tenía que ver con un partido político o con una figura política.
¿Qué es más común en el sur de Veracruz que los palos mulatos?, es un árbol que donde sea lo vez, tradicionalmente se dice que la ceiba pero la ceiba es de más abajo, de Villa Hermosa, de Chiapas pero en Veracruz, tú vas por cualquier ranchería y lo que ves son palos mulatos entonces se quedó ese nombre unos años más hasta que Gabriel se fue a vivir a Guatemala, tuvimos una ruptura fuerte y nos habló para decirnos que había registrado el nombre del grupo y no lo podíamos ocupar más.
SEGUNDA PARTE: Me convierto en toda cosa…
TERCERA PARTE: Mis alas de quetzal y de colibrí
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