Por Bernardo Gutiérrez Parra
En reunión que tuvo con columnistas el miércoles anterior, el virtual candidato del PRI a la gubernatura, Héctor Yunes Landa, dijo entre otras cosas que ninguno de los secretarios de despacho del actual gobierno repetirá en su administración.
Por si alguien pensaba que habría un acercamiento con el mandatario estatal, esta declaración cerró cualquier puerta.
Hasta antes de que Javier Duarte llegara al poder, era costumbre que el candidato del tricolor se sentara con el gobernador saliente para tratar juntos asuntos concernientes a la entrega-recepción.
En esas charlas palomeaban entre ambos la lista de candidatos a diputados locales y el gobernador saliente “recomendaba” a su amigo el candidato, los nombres de algunos funcionarios para que continuaran mamando del presupuesto en la siguiente administración.
También en esas charlas el gobernador saliente se confesaba. Le comentaba al candidato cosas negras de su gobierno como desviación de recursos y otras lindezas y éste se comprometía invariablemente a cuidarle las espaldas.
Estas reuniones forman parte de la cultura del tricolor y se respetan a cabalidad. Pero en Veracruz el mismo Javier Duarte se encargó de echarlas por la borda.
En su infinita soberbia olvidó que el poder es una rueda de la fortuna y que jamás hay que minimizar a ningún político, y menos si es del mismo partido.
Duarte creyó que en efecto él sería el Gran Elector y dio por descontado que su sucesor y favorito le cubriría las espaldas, le taparía los flancos, ocultaría expedientes comprometedores y todavía le haría el favor de colocar a varios de sus cuates en el nuevo gabinete.
Nunca le pasó por la cabeza que aquella charla que tuvo con Enrique Peña Nieto en la escalinata del avión presidencial, no fue más que una burla cruel del Primer Mandatario hacia un sujeto arrogante por el que jamás ha sentido ni pizca de afecto.
En lugar de tender puentes, buscar acercamientos y limar asperezas con los senadores José y Héctor Yunes, Duarte se dedicó a atacarlos, denostarlos y vituperarlos mediante sus leguleyos a sueldo. Su encono contra Héctor trascendió los límites de los buenos modales y perdió.
Perdió ignominiosamente.
Como candidato, Héctor no tendrá por qué sentarse a la mesa con un individuo que buscó obstaculizarlo por todos los medios. Y como gobernador menos.
Si ambos llegan a estar frente a frente será para la foto, pero nunca para pactar acuerdos.
Hay quienes aseguran que Héctor tendrá que hablar forzosamente con el gobernador sobre el dinero de la campaña pero eso no es del todo cierto. Duarte está en un callejón sin salida y sabe que si le escatima un centavo al candidato del PRI y éste llega a perder, quien gane de la oposición se convertirá en su peor pesadilla.
Una persona muy cercana a Héctor Yunes, me comentó ayer durante un almuerzo que será éste y nadie más quien dará el palomazo a la lista de candidatos a diputados y por supuesto, quien escogerá a su equipo de trabajo si llega a la gubernatura.
“Lo hará libre de compromisos con Duarte al que no le debe nada. Tampoco lo cubrirá, lo blindará o le cuidará las espaldas. Si al señor gobernador le da comezón, que se rasque con sus uñas”, me dijo.