Por Bernardo Gutiérrez Parra
No fueron seis a la mesa, fueron once.
A la reunión que los priistas veracruzanos tuvieron con el mandamás nacional del tricolor, Manlio Fabio Beltrones para conocer el nombre del hombre, no sólo asistieron los aspirantes más sonados a la candidatura: José y Héctor Yunes, Alberto Silva y el colado Erick Lagos. También estuvieron presentes la secretaria general del PRI, Carolina Monroy; Manuel Cavazos Lerma y hasta el ex delegado estatal Jesús Medellín Muñoz. Pero además se agregaron Tomás Ruiz, Jorge Carvallo y Adolfo Mota.
Tras casi tres horas en que no deliberaron nada porque el arroz estaba cocido de antemano, se decidió que el “candidato de unidad” para el bienio 2016-2018 será Héctor Yunes Landa.
Ahora lo que viene es el formalismo de la convocatoria y que Héctor se registre como candidato.
El primero en dar a conocer la noticia fue el presidente estatal del PRI, Alberto Silva Ramos quien declaró, muy institucionalmente, que se acordó de manera unánime que “el perfil que reunía los requisitos de unidad, alta competencia, experiencia, de propuesta clara para los veracruzanos y de triunfo sobre todo en el próximo proceso electoral era el del senador de la República Héctor Yunes Landa”.
Más adelante aseguró que se mantendrá al frente de la dirigencia del tricolor estatal.
Pero esa decisión no le toca tomarla a él, ni al gobernador, sino al casi casi candidato.
Con un estado hastiado del duartismo es bien difícil que Héctor vaya a acceder a que un distinguido miembro de esa corriente siga al frente del PRI. Es casi seguro que Amadeo Flores Espinosa opere asuntos electorales y partidistas, con lo que el Cisne quedaría congelado y bloqueado, sin más camino que decir, “aquí está su partido, yo me regreso a mi curul”. Pero eso se verá más adelante.
Es evidente que Alberto tuvo que comer sapos porque vaya que buscó la candidatura. Pero su problema, su grave problema, fue que al tener el apoyo de un devaluado y rechazado gobernador compitió siempre en desventaja contra sus adversarios.
Y el árbitro, el fiel de la balanza, el gran elector, el hombre con quien se sentaría a platicar el elegido para ver la lista de los próximos aspirantes a las curules locales, Javier Duarte de Ochoa, brilló por su ausencia y es casi seguro que nadie lo extraño.
Se comenta que todavía ayer por la mañana trató de darle un último empujón a Alberto Silva pero al recibir la negativa de Manlio quiso meter a Erick como candidato. Como al sonorense le ganara la risa ante tamaña petición, Duarte trató de comunicarse a Los Pinos donde le dijeron que el señor Presidente se encontraba en una reunión y que más tarde le devolvería la llamada.
Pero la llamada nunca llegó.
Si esto es cierto o no, irá directamente al anecdotario.
Lo real es que el gobernador no fue a la reunión y que resultó puro cuento que él sería quien escogería o al menos sugeriría al candidato.
Lo que debió suceder cuando se confirmó el nombre del “candidato de unidad” es que algún ujier del PRI le corrió la cortesía de llamarle por teléfono para decirle que el bueno se llama Héctor Yunes Landa y que a partir de ya hay que darle todo el apoyo que requiera.
Y eso fue todo.