“Dentro de lo que llamamos el mundo del ‘ser’ encontramos la realidad objetiva, es decir, las cosas u objetos materiales e inmateriales, las personas y los seres vivos en general. Fuera de esta realidad del ‘ser’ que es estudiada por la ontología, encontramos una realidad que denominamos la del ‘deber ser’ que es estudiada por la ‘deontología’ y que se ocupa de determinar cómo debe ser la conducta humana.”
Tomo la larga cita del texto de un curso de Derecho que ofrece la Universidad de Antioquía en Colombia porque nos permite definir y diferenciar el “ser”, la realidad objetiva, del “deber ser”, que es una realidad posible.
Con esto trato de ir a que en el ejercicio del periodismo actual, sobre todo en nuestro Veracruz y en estos tiempos de sucesión gubernamental, muchos periodistas se han dejado seducir por sus gustos, inclinaciones e intereses, y están escribiendo sobre el deber ser, la posibilidad, en lugar de informar sobre el ser, la realidad, que es la función primordial que tienen de los medios de comunicación.
Parece que es una mayoría la de los textos que en lugar de informar lo que es, se ocupan de lo que sus autores quisieran que fuera. Son notas que se publican en los medios impresos, que se leen en los noticieros de radio y televisión, o que se difunden a través de las redes sociales y los periódicos digitales.
Traicionan al oficio quienes se dedican a esa infame tarea de tratar de convencer a través de argumentos falaces y con mentiras inventadas por su afiebrada imaginación. Claudican de su calidad de comunicadores cuando olvidan ofrecer al público una versión honesta, profesional y apegada de los hechos, y se dedican a hacer propaganda en favor de quien consideran su gallo.
Algunos de ellos aducen falsamente que su interés es el bien común de los veracruzanos, pero en realidad solamente tratan de llevar agua a su molino.
Son las plumas que se venden. Se venden por dinero, por ciertas concesiones, por algunas consideraciones hacia su persona. Cambian las joyas de la realidad por las cuentas y los espejitos de su invención.
Son baratos.
Y acusan la paja en el ojo ajeno para tratar de ocultar las enormes vigas de su lamentable actuar profesional.
Son los que inventan mentiras y las dicen tranquilamente, sin pudor, sin límites.
Son los que ostentan blasones que no tienen o no merecen.
Son los que viven del engaño, los sobrados, los soberbios, los ignorantes.
A cambio, hay una pléyade de reporteros que creen en su misión, que se desviven por conseguir una información seria y fundamentada, para trasmitirla a sus lectores que creen en ellos.
La credibilidad es su divisa y su fuerza.
Faltan unos días para que se decidan finalmente los candidatos de los partidos y las alianzas que contenderán por la gubernatura de dos años.
Nos faltará ver todavía los últimos efluvios del espectáculo de los mercachifles de la información, de los farsantes del periodismo, que tratarán de seducir con sus notas inventadas, con sus falsas noticias.
Contra ellos solamente tenemos las armas de los reporteros honestos, de los buenos comunicadores, de los periodistas serios.
Los prevaricadores no harán huesos viejos.
Veracruz no los merece.
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