Por Patricia Ivison
Como muchos ya sabrán, el fin de semana se dio un penoso caso de acoso sexual (que al parecer ya es hasta acoso laboral) a la conductora de Televisa Tania Reza, por parte de su compañero del programa ATM, Enrique Tovar. Todo sucedió cuando ella se encontraba leyendo las llamadas del auditorio, cuando éste comenzó a levantarle la falda, a tocarle las piernas, mientras le hacía comentarios ofensivos, y el seno. Ella, muy molesta, dijo que “así no se puede trabajar” y salió del set. Coronando semejante alarde de machismo, Enrique Tovar se disculpó con la audiencia porque “su compañera andaba hormonal”.
El video pronto se hizo viral, planeado, al parecer, por el director y el productor del programa. Pero su “brillante” estrategia (supongo que para aumentar raiting por medio del morbo, alimentado por enquistadas costumbres machistas) se les salió de control. Nunca esperaron que los mexicanos, al menos quienes utilizan internet, reaccionaran con críticas duras hacia el conductor y la producción y defendieran a Tania Reza. Pero, ¿qué cosa podríamos esperar del director y productor de un programa de música de banda cuyo contenido es una oda al machismo? ¿Qué otra cosa podíamos esperar de una televisora que no hace más que cosificar a las mujeres y perpetuar patrones de conducta nocivos? Lo bueno es que, pese a todo, cada vez más mexicanos son conscientes de lo grave que es el acoso sexual y laboral. Nunca hubo ejemplo más claro de lo vigente y enquistado que está. Tomó tal dimensión el caso que llegó a oídos de Gobernación y del Conapred, donde rápidamente tomaron cartas en el asunto.
Pero ahí no paró la cosa. Al darse cuenta de que el tiro les salió por la culata, los conductores grabaron un video diciendo que todo había sido actuado para elaborar un contenido viral, de manera que quedara limpia la imagen de la empresa. Claro, porque la imagen de la empresa está siempre por encima de la dignidad de cualquier persona. Aún no sabemos si fue la producción del programa la que ordenó que hicieran y difundieran ese video o si fue la misma empresa. Como sea, me parece que obligar a una persona que ha sido violentada de ésta manera a grabar y difundir un video, responsabilizándose y tratando de disminuir lo sucedido, lo agrava todo y es otro claro signo de violencia. Pero el asunto no quedó ahí.
Después de las disculpas de los conductores (quienes en dicho video plantean ser buenos amigos que se llevan pesado) o de manera casi simultánea, la empresa Televisa sacó un comunicado anunciando que lo sucedido contradice su código de ética laboral y que están en contra del acoso sexual, que la empresa no había sido informada del caso y que por ello ambos conductores quedaban separados de su cargo. O sea, ¿cómo?… ¡Ella es acosada sexualmente y humillada en un programa de televisión por su compañero de trabajo (donde nadie la defiende ni lo detiene), después es obligada a echarse la culpa y disculparse en un video, para después ser echada de su trabajo! Parece broma, ¿verdad? Lo triste del caso es que es tan real y cotidiano para esta empresa hacer lo que le place con las personas y su dignidad, que no le importó hacerlo.
Pero… ¡ups! No esperaron que la conductora publicara en redes sociales que había sido presionada por la empresa. Entonces se les ocurrió una “salomónica” solución: despedir al director y productor del programa (los de la idea, al parecer) y devolver su empleo a ambos conductores, donde “dedicarán varios días a hablar sobre cómo prevenir el acoso” (¿me lo juran?). Sí, leyó bien: devolver su empleo también al cómplice y ejecutor del acto de acoso y aquí no pasa nada porque ambos hablarán de cómo prevenir…lo que nunca debió haber sucedido.
A mi parecer el caso es terriblemente grave, tanto por el manejo que se le dio, como por la solución implementada por Televisa y por todo lo que representa. Mientras la empresa quede impune y libre de toda culpa, que pague quien sea y se sacrifique sin verdaderamente hacer cambios estructurales. Porque en esta empresa existe de todo, menos la ética. Además, no es el primer escándalo en el que Televisa está involucrado: Tenemos el del montaje de la aprehensión de Florence Cassez; los varios casos de oportunismo de Laura Bozzo, así como la investigación que se ha solicitado sobre violencia infantil que se ejerce en su programa; shows infantiles donde erotizan a los niños y a las niñas y les hacen actuar cosas en doble sentido o bailar cosas inapropiadas para su edad; la manipulación en las telenovelas para permear la aceptación de las reformas políticas; Angélica Rivera y la Casa Blanca; las camionetas de la empresa que encontraron en Nicaragua con droga (caso del que se deslindaron); los señalamientos hacia López Dóriga y su esposa sobre sobornos y extorsión; los empleados que fueron investigados por la PGR, tras una denuncia anónima, por pertenecer a una red de acoso político y extorsión…
¡Wow! Una fichita esta empresa que se vende y escuda tras el Teletón y La Rosa de Guadalupe. ¿Dónde quedó su código de ética? Lo más grave de todo es que no hay responsables consignados ni nadie que regule y meta en cintura a las televisoras, especialmente a Televisa, siendo el principal instrumento de un gobierno que mide su efectividad y asertividad a través de campañas mediáticas y no como debería ser: políticas públicas que favorezcan el desarrollo en todos sentidos.
Ya se ha hablado mucho sobre la urgencia en la regulación de contenidos de la televisión y yo diría que también urge regular su comportamiento. Tenemos una Reforma de Telecomunicaciones donde quedó excluida la regulación de contenidos y donde, pese a todo, se favorece a las grandes empresas y sus prácticas. Creo que los legisladores tienen que empezar a tomar este problema seriamente y tomar cartas en el asunto. Al menos está creciendo la población consciente, que hace visible estas funestas prácticas tan nocivas para nuestro país, nuestra sociedad y nuestra cultura, pero no es suficiente. Ya nos dimos cuenta de que sí tenemos impacto sobre este medio y sobre la política, mediante la denuncia, las redes sociales y la visualización de todo lo que quieren esconder, manipular o abusar. Las ONG’s y la sociedad civil debemos exigir –pero ya- poner un alto a los abusos y las prácticas denigrantes de este y otros medios masivos de comunicación y la impunidad con la que actúan.