El novelista minatitleco Luis Arturo Ramos, el escritor vivo nacido en Veracruz más reconocido en la actualidad, me comenta que la ilusión de su vida siempre ha sido ser el Cónsul de nuestro país en Barcelona.
—Qué envidia que sea Fidel el que haya sido nombrado en ese puesto —me confiesa— porque cualquier escritor y muchos veracruzanos quisieran poder vivir en esa ciudad, que tiene tan inmejorables condiciones.
Lo de “cualquier escritor” es porque en Barcelona están asentadas las más importantes casas editoriales que publican en español del mundo. No por nada ahí surgió el exitoso movimiento literario del Boom, cuando una agente catalana con mucha visión, Carmen Balcells, empezó a dirigir comercialmente la carrera de muchos escritores latinoamericanos. Véase nadamás una primera lista de sus pupilos: Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Pablo Neruda, Álvaro Mutis, Juan Carlos Onetti, Alfredo Bryce Echenique, José Luis Sampedro e Isabel Allende.
Un escritor en Barcelona, entonces, tiene a la mano los principales editores, como para que le hagan famosa su carrera.
Y aparte, eso de las “inmejorables condiciones” tiene que ver con que un cónsul, según me explica Ramos, tiene la vida resuelta: recibe un sueldo en dólares, goza de una oficina completa a su servicio, vehículo de lujo con placas diplomáticas y chofer, una mansión en la que no paga renta ni servicios, es invitado de honor en todas las fiestas y recepciones oficiales.
Y el de Barcelona además tiene una ciudad hermosa y culta para disfrutar la vida. Nuestro amigo escritor opina que quien esté en esa envidiada posición se olvidará irremisiblemente de la tierra natal. Hay tanto que hacer allá y tanto que disfrutar, que tienes todo tu tiempo ocupado.
Para ver, y olvidarse de la grilla jarocha, están las edificaciones realizadas a fines del siglo XIX y principios del XX por el arquitecto Antoni Gaudí: el Parque y el Castillo Güell, la Casa Vicens, la fuente de la Plaza Cataluña, el Paraninfo de la Universidad y muchísimos edificios que le dan identidad a Barcelona, y que representan el modernismo catalán que tanto alabó Salvador Dalí.
Y también tiene Barcelona un motivo de distracción que nos puede hacer olvidar las preocupaciones por Veracruz. En las Ramblas, un paseo de camellones en los que nunca termina la fiesta, parece que nunca se pone el sol. Ahí, a los lados, hay muchos restaurantes con la famosa comida catalana que se nutre de la pesca en el mar Mediterráneo, y multitud de bares y antros como para vivir la vida loca.
Y luego el futbol. Ahí está el mejor equipo del mundo, el Barza, que tiene entre sus filas a leo Messi y Neymar Jr. Frente a ese trabuco, los Tiburones Rojos podrían parecer charales. Estar en el estadio Camp Nou, es como asistir a la catedral del futbol del mundo, llena del entusiasmo de los culés (cuidado, que así se llaman los fanáticos del legendario club) y del mejor futbol del planeta.
Y ni quien se acuerde de las elecciones del 2016.
En verdad que con tantas cosas como tiene Barcelona, lo más obvio sería dejar por la paz las preocupaciones por estas tierras veracruzanas.
¿O no, mi querida Sonia García?
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