En los cinco años que lleva su administración, el gobernador Javier Duarte ha encarado y resistido crisis mucho más estridentes que la que hoy enfrenta por los desbordados apetitos de poder no sólo de sus enconados detractores que militan en la oposición sino hasta de sus propios correligionarios priistas que aspiran a la gubernatura de la entidad.
Todavía hace un par de meses, el mandatario veracruzano fue linchado mediáticamente por el multihomicidio de la Colonia Narvarte, en la ciudad de México, en el que se le quiso implicar porque entre las cinco víctimas figuraban el fotógrafo defeño Rubén Mendoza y la activista de derechos humanos nativa de Chiapas, Nadia Vera, que en junio pasado habían dejado Veracruz por presuntas amenazas de muerte.
En esa ocasión hasta el senador Héctor Yunes –uno de los más fuertes aspirantes priistas a sucederlo en la gubernatura en 2016 y quien a principios de julio se había fotografiado muy sonriente con Duarte de Ochoa y el aún diputado federal Manlio Fabio Beltrones, actual presidente del CEN del PRI, al término de una comida en el departamento del gobernador en Boca del Río– anunció que solicitaría formalmente que la Procuraduría General de la República atrajera el caso, pues dijo que en ese artero crimen no se debía “descartar ninguna línea de investigación”. Y a priori expuso que el asesinato del fotoperiodista era “un hecho a todas luces inadmisible e indignante” de “ataque a la libertad de expresión”. Sin embargo, la investigación realizada por la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, que depende del gobierno capitalino emanado del PRD, esclareció el verdadero móvil del multiasesinato y capturó a los presuntos criminales. Yunes Landa jamás desagravió públicamente al gobernador.
De hecho, desde el inicio de su administración, los malquerientes de Duarte han estado vaticinando su salida de la gubernatura. A principios de enero de 2011, por ejemplo, se rumoró lo mismo con la primera oleada de violencia. Ejecuciones y levantones al por mayor, lo mismo en Xalapa que en el resto de la entidad. En la zona conurbada Veracruz-Boca del Río cayeron los primeros periodistas. Miguel Ángel López Velasco, columnista de Notiver, inició la retahíla de comunicadores ejecutados y desaparecidos en este régimen. El acabose fue el tiradero de 35 cadáveres sobre el principal bulevar boqueño ocurrido en septiembre de ese año, un día antes de la reunión nacional de procuradores que se efectuaría en esa zona hotelera. ¿Cómo burlaron los criminales el cerco policiaco y militar para montar tan macabro espectáculo que desembocó en la renuncia del primer procurador duartista Reynaldo Escobar? Esa es una interrogante que hasta la fecha sigue sin ser respondida. El ex presidente Felipe Calderón y sus secuaces del PAN que no pudieron apoderarse del gobierno de Veracruz en la sucesión de 2010 seguramente sí lo supieron por las grabaciones de las videocámaras de vigilancia que requisaron las autoridades federales.
Esa crisis inicial la salvó Duarte por el determinante apoyo del secretario de Marina, Mariano Saynez, un gran amigo de su familia, con el cual operó el programa “Veracruz seguro” que Calderón se vio forzado a aprobar.
Pero en abril de 2013, en pleno proceso electoral local, Duarte enfrentó otro vendaval político que igualmente tambaleó su permanencia en la gubernatura. El escándalo mediático, detonado por la exhibición de grabaciones y videos que hizo la dirigencia nacional del PAN sobre el intento de manipulación de los programas federales de la Sedesol para apoyar a los candidatos priistas a las alcaldías y Congreso del estado, repercutió en la mesa del Pacto por México, obligando al presidente Enrique Peña Nieto a firmar un adendum con los dirigentes del partido blanquiazul y PRD. En esa ocasión se rumoró que el gobernador sería colocado en la Procuraduría Federal del Consumidor que permanecía acéfala tras la renuncia del mexiquense Humberto Benítez Treviño, padre de la “Lady Profeco”. Pero Duarte logró sostenerse en el Palacio de Gobierno y en dicho cargo fue designado en mayo de 2013 Alfredo Castillo Cervantes, actual titular de la Conade.
Ahora, cuando le restan menos de 13 meses para entregar el poder, Duarte está sometido a otra incesante metralla política y mediática por desacuerdos políticos con quienes aspiran a sucederlo en la gubernatura, tanto con sus correligionarios del partido tricolor como con quienes militan en la oposición. El primer conflicto con los senadores priistas Héctor y Pepe Yunes, así como con Miguel Ángel Yunes Linares, del PAN, fue en diciembre pasado por la iniciativa de reforma constitucional que envió al Congreso local para homologar la elección de gobernador con la federal a partir de 2018, por lo que en 2016 se elegirá un titular del Poder Ejecutivo del estado para un periodo de sólo dos años. Esta semana la confrontación con Yunes Landa y Yunes Zorrilla escaló por el anuncio del inminente arribo del diputado federal tuxpeño Alberto Silva a la presidencia del CDE del PRI, al cual se oponen ambos legisladores por sus aspiraciones e identificación con el grupo en el poder.
Por estos y otros conflictos con diputados locales priistas que se han opuesto al aumento del gravamen del Dos por ciento a la Nómina, así como por la abultada deuda que su administración mantiene sobre todo con la Universidad Veracruzana y centenares de contratistas, es que los detractores de Duarte están atizando otra campaña de ataques mediáticos al considerarlo un lastre para el priismo que pone en riesgo la gubernatura de 2016 y, por ende, la Presidencia de la República de 2018. Pero bajo esa lógica, y de acuerdo con las encuestas, no sólo el mandatario veracruzano tendría que renunciar sino ¡también el presidente Peña Nieto; su secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong; el de Hacienda, Luis Videgaray, y casi todo el gabinete presidencial!
Rosete: abrazo solidario
Desde este espacio periodístico le expresamos a nuestro colega y amigo Manuel Rosete Chávez nuestro más sentido pésame por el lamentable deceso de su hermano Carlos, deseándole a él y a toda su afligida familia pronta resignación por tan dolorosa pérdida.