Dicen que Charlie Parker era Dios.
En ese caso, yo soy su mensajero
Phil Woods

Phil Woods nunca pudo separase de Bird, nunca quiso, «no me canso de tocar la música de Charlie Parker, del mismo modo que nadie se cansa de tocar a Mozart» solía declarar.
Su primer referente fue Benny Carter pero el día que conoció a Paker cambió su vida.

Philip Wells Woods nació el 2 de noviembre de 1931 en Springfield, Massachusetts donde tomó sus primeras clases de música. A los 15 años se fue a Nueva York para estudiar con Lennie Tristano quien una noche le propuso ir a la escuchar a Charlie Parker a un club de la calle 52.

«Al llegar al club, tras una cortina estaba Bird comiendo pastel de cerezas. Le ofreció una porción que el pequeño Phil aceptó.

«(…) Una noche llegó Parker al Arthur Tavern’s con un saxo barítono prestado. Phil Woods le ofreció su alto y Parker le animó a unirse a la jam. ‹Suenas bien, Phil›. Levitando salió del local y decidió practicar en serio», comenta Hughes en su texto Goodbye, Mr. Woods.

«Una noche me pidió prestado el saxo para un bolo, y yo estaba ahí, sentado en la primera fila, mientras ‹Dios› tocaba con mi saxofón», recordó años más tarde.

A partir de entonces se dedicó a seguir los pasos de Bird y fue más lejos, en 1955 se casó con su viuda, Chan Parker, y se hizo cargo de sus tres hijos. Con ella partió a Paris donde formó el European Rhythm Machine con tres jóvenes jazzistas europeos, el pianista Gordon Beck, el contrabajista Henri Texier y el baterista Daniel Humair.

«Por una vez, Woods bordeaba los límites de un jazz que se alejaba de la estricta estética del bebop. Por poco tiempo. A su regreso a los Estados Unidos, en 1972, el saxofonista volvería sobre sus pasos, en su doble condición de parkeriano de pro y eventual músico de sesión», observa Chema García Martínez en el texto, publicado en el diario español El País, Phil Woods, el mensajero de Dios en el que informa de su muerte, acaecida la semana pasada, el martes 29 de septiembre.

El más parkeriano de los parkerianos dedicó los 83 años de su vida a la música, tocó en innumerables escenarios y grabó más de 600 discos.

Hughes concluye su texto diciendo: «Fue arreglista y un delicado compositor. A Bill Evans le dedicó al morir el sentido ‹Goodbye, Mr Evans›. En esa coda final, tan suya, como el humo de un cigarro que se apaga, miles de aficionados habrán acompañado el imposible final de su sonido»

Aquí lo despedimos con una décima

Goodbye, Mr. Woods, alado
partes a esa reunión
con el Bird. El saxofón
seguirá siendo tu aliado.
En algún lugar sagrado
estarán juntos los dos
con su música feroz
improvisando, sin paz,
algún mensaje del jazz
para llevárselo a Dios.

 

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