Es digno de tomarse en cuenta que en la carrera hacia la silla gubernamental de Veracruz, hay una buena cantidad de aspirantes (aunque sólo tres tienen una posibilidad real), pero no hay ninguna mujer en esa lista larga.

Una primera razón puede ser que en la grilla jarocha el machismo ha seguido imperando, y todavía muchos quieren entender la política como una cosa de hombres, con lo que desdeñan las indudables capacidades del sexo ¿débil?, así como su particular visión de las cosas, que le permite a las damas ver otros aspectos y proponer soluciones distintas y mejores a muchos problemas de la vida en sociedad.

La segunda es atribuible a las propias féminas: muchas siguen pensando que el hombre es más importante o más poderoso o más preparado para la política, y se ubican en una posición de sumisión que no se corresponde con la actualidad, una vez que la mujer logró desasirse del yugo del hogar y ha ido ocupando el lugar que se merece en el ámbito profesional, superando en muchas cosas al hombre.

La tercera causa es un asunto de percepción. En el imaginario colectivo persiste la idea de que la sociedad veracruzana no está aún preparada para tener una gobernadora, como si en el tema de los pueblos hubiera madureces y desarrollos igual que pasa con un ser humano. Digamos que cualquier sociedad siempre está preparada para tener el gobernante que quiera, y lo está porque ella es la que decide (o debería decidir) quién debe estar al frente de las instituciones. Y la Constitución dice que el poder reside y emana del pueblo, que lo concede o concesiona a quienes están en el gobierno. Así que maduros estamos y siempre hemos estado para tener una gobernadora.

Con ésas y otras razones similares se ha decantado la situación actual, y por eso no hay mujeres en la lista de aspirantes, aunque debería haberlas.

Y un motivo final es que han faltado liderazgos femeninos fuertes que obliguen a tomar en cuenta a esa parte de la población que representa un poquito más de la mitad de todos los ciudadanos.

Yo pienso que una mujer como la actual Rectora de la Universidad Veracruzana, la doctora Sara Ladrón de Guevara, debería ejercer un liderazgo social tan fuerte o más que el académico hacia el que se ha encaminado. Quien dirige los destinos de la máxima casa de estudios de nuestro estado podría tener atrás la representación de las decenas de miles de estudiantes que se forman en ella, de los miles de catedráticos e investigadores que deben darle lustre con su trabajo a la institución, de los cientos de artistas y creadores que han hecho de nuestra UV la más importante en el país en la difusión cultural. Pero al parecer Sara no quiere pegar ese brinco, y se mantiene firme en su torre de cristal universitaria.

Hay un liderazgo que está emergiendo con fortaleza, el de la flamante dirigente de la CNOP, la maestra Erika Ayala, quien además es dirigente del sindicato de trabajadores del Cobaev. Sin duda, a Erika le esperan buenos tiempos, pero aún no ha llegado su tiempo para que despegue hacia los estadios superiores a los que sin duda llegará.

Y seguro hay otras…

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