La entrevista al diputado Miguel Ángel Yunes Linares, difundida este jueves por El Universal TV, ha puesto la cereza en el pastel de una serie de acusaciones entre quien posiblemente sea candidato por segunda ocasión a la gubernatura de Veracruz en 2016 y el grupo que encabeza Fidel Herrera Beltrán, un personaje que, según vox populi, como lo dijo el ahora legislador panista, sigue teniendo una importante influencia en las decisiones de la entidad.

¿Hasta qué punto benefician a los veracruzanos las acusaciones cruzadas entre ambos personajes, uno y otro señalándose como parte del crimen organizado, los dos vinculados –al menos fotográficamente– con el empresario Francisco ‘Pancho’ Colorado, condenado a 20 años de prisión en los Estados Unidos por operar acciones de lavado de dinero para el crimen organizado? ¿Realmente conoceremos los entresijos de una vinculación política que debería aclararse en tribunales en lugar de en los medios de comunicación?

Es que ni uno ni el otro ha decidido ventilar sus acusaciones, sus certezas e, incluso, sus pruebas documentales para sustentar una denuncia formal ante la Procuraduría General de la República, lo que permitiría (en cualquiera de las hipótesis) abrir una investigación a fondo para perseguir delitos de gran calado, como la acusación que puso Yunes Linares en la mesa de El Universal TV en el sentido de que Fidel Herrera habría recibido 12 millones de dólares del Cartel del Golfo para financiar su campaña e, incluso, del chino Zhenli Ye Gon (aquel a quien le descubrieron en su departamento del DF un cerro con cientos de millones de dólares en efectivo), lo que habría explicado no solo la permisividad sino, incluso, la complicidad del exgobernador con las actividades delictivas que asolaron a la entidad. También, los presuntos actos de corrupción en dependencias federales por parte del ahora diputado federal.

Hace unos días, en este espacio comentamos las investigaciones en torno al acoso sufrido por varios medios de comunicación del país, ordenado por Fidel Herrera, para desaparecer de todos los portales la foto en que el exgobernador se aprecia cabalgando plácidamente al lado de Pancho Colorado. Pero también ha habido otras en que, junto al enjuiciado en Estados Unidos, quien comerciaba con caballos de raza pura presuntamente para lavar dinero del crimen, se aprecia el propio Miguel Ángel Yunes Linares, quien habría recibido un apoyo no solo político del contratista de Pemex.

¿No sería recomendable pedir a la PGR que investigue a ambos, independientemente de los señalamientos que tanto uno como el otro han recibido por incurrir en actos de corrupción que los habrían convertido en multimillonarios de la noche a la mañana o, incluso, por prohijar los actos vandálicos que las organizaciones criminales hicieron mella entre los veracruzanos de todos los estratos sociales?

La otra acusación de Miguel Ángel Yunes Linares tiene que ver con el asesinato de 14 periodistas en lo que va de la administración de Javier Duarte de Ochoa. El diputado federal, quien por fin ha respondido (política, mediáticamente) a la petición de los diputados veracruzanos del PRI y del PVEM para que la PGR agilice las investigaciones sobre el supuesto enriquecimiento por más de 100 millones de pesos por parte de Yunes Linares cuando se desempeñó como director general del ISSSTE en el sexenio de Felipe Calderón, señaló que se ha creado un ambiente hostil hacia los periodistas, a quienes se les ha puesto como disyuntiva aquella máxima de plata o plomo.

Independientemente de que la realidad puede ser muy propicia para corroborar su dicho, lo que no dice Yunes Linares es que, durante su paso como Secretario General de Gobierno en el sexenio de Patricio Chirinos Calero, el clima de hostigamiento contra las voces que, eventualmente, expresaban críticas hacia él o hacia el gobierno en que laboraba, fue intenso. No hubo casos criminales pero bastaba con la amenaza, el riesgo, para acallar cualquier posibilidad de libertad de expresión.

Dicho clima de represión (que se sustentaba en un fino entramado de espionaje y acoso), no solo se ejerció contra los periodistas, sino también y fundamentalmente contra líderes sociales, muchos de los cuales o entraron a la cárcel o fueron sometidos bajo la amenaza de acabar en las mazmorras estatales.

¿Quemará Yunes todos sus cartuchos?

Es cierto que Miguel Ángel Yunes Linares tiene amplias posibilidades de enarbolar las banderas blanquiazules para lograr el gobierno de dos años que estará en juego en 2016. Su empecinamiento por gobernar Veracruz es loable y, hasta cierto punto, necesario en términos de establecer una real competencia electoral, generalmente domeñada por la maquinaria priista que estará muy atenta, incluso desde el gobierno federal, en evitar la alternancia en el poder, habida cuenta de la importancia electoral del estado, la tercera en el país en número de votantes.

Sin embargo, cabe preguntar si estará meditando sobre sus reales posibilidades para acceder al Palacio de Gobierno en Xalapa, si su discurso incendiario realmente prenderá las conciencias de miles de veracruzanos hartos de casi doce años de corrupción y endeudamiento, si el propio panismo (al que ha dominado como un verdadero depredador político) estará dispuesto a seguirle por segunda ocasión en su aventura y si su figura, cuestionada desde todos los flancos, es la que necesita Veracruz para salir de su postración.

La dinastía Yunes, la suya, que no la de su primo Héctor ni de su homónimo José Francisco, tiene una mejor posibilidad en la persona de su hijo, el actual senador Fernando Yunes Márquez, recientemente aquejado de una enfermedad que lo postró en un hospital extranjero, y quien ha sabido actuar con mejores argumentos a la hora de reflexionar las situaciones políticas. Crítico como su padre hacia los gobiernos priistas, ha sabido negociar, actuar con mayor mesura y sacar jugo del diálogo, al menos en lo que lleva de su actividad legislativa, primero como diputado local y ahora como Senador de la República.

No se puede decir lo mismo de su hermano Miguel Ángel, alcalde por segunda ocasión de Boca del Río, cuya irascibilidad y espíritu atrabiliario le asemeja a su padre.

Aunque en la entrevista con El Universal TV, Miguel Ángel Yunes Linares no quiso establecer claramente que lucharía por ser candidato panista a la gubernatura y, en el exceso de su palabrería, dijo que lo haría desde cualquier trinchera para lograr el cambio en la entidad (lo que significa evitar la continuidad de su archienemigo Fidel Herrera Beltrán), lo cierto es que su incursión en las lides comiciales el próximo año estará sembrada de odios y confrontaciones, incluso en el interior de su actual partido.

¿Qué significaría eso en términos de su proyecto político familiar? Nada menos que cortarle las alas a su más preclaro integrante e, incluso, a su rijoso tocayo. Su postulación, en caso de lograrla (que no es muy difícil dadas su relaciones con el actual dirigente nacional panista) le implicaría un desgaste político descomunal y, si se me permite la apreciación, una segunda derrota, más dolorosa porque no habría una tercera oportunidad.

¿Quemará todos sus cartuchos en aras de continuar una personalísima batalla contra el oriundo de Nopaltepec? No tardaremos mucho en corroborarlo o desecharlo, porque 2016 está mucho más cerca de lo que nos dictan los calendarios.

Como quiera que sea, lo cierto es que el ventilador está a su máxima velocidad, y la mierda la están arrojando en cantidades industriales. ¿Que a todos los involucrados les tocará su porción? Ni duda cabe. Y es que de ambos lados crecen las colas para que cualquiera se las pise.

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