Luis, espérame cinco minutos, voy por tabaco. Vivo a dos cuadras, no tardo, -me dijo Raúl Gutiérrez desde la planta baja. Nos habíamos encontrado, azarosamente, en la calle y empezamos a platicar sobre jazz. Me daba su visión del jazz mexicano y cuando me dijo: el jazz es de valientes, no de niñitos vírgenes que fueron a Berklee, supe que tenía que grabarlo.

Él estaba de vacaciones, yo llevaba mi grabadora así que acordamos reunirnos, una hora más tarde, en el Café-tal.

Tenía un par de cosas que hacer en el centro pero me desocupé pronto, llegué con media hora de anticipación y me enfrasqué en la novela que, en esos días, me traía obsesionado (y seguirá revoloteando en mi cabeza durante mucho tiempo, Sándor Márai es así): La herencia de Eszter. Mientras esperaba, llegué a un pasaje que, después descubrí, resultó profético, justo de eso hablaríamos:

«-…Tú hubieras podido ser para mí lo que me faltaba: mi carácter. Uno se da cuenta de estas cosas. Una persona que no tiene carácter o que no tiene un carácter perfecto, es un inválido en el sentido moral de la palabra. Hay muchas personas así. Son seres perfectos en todos los sentidos, pero es como si les faltara un miembro, una mano o un pié.»

Cuando llegó Raúl el café se había enfriado y el cigarro se había consumido pero no me importó, lo único que lamenté fue tener que cerrar el libro.

-Te voy a hacer dos preguntas, me dijo.
Por primera vez era el entrevistado quien hacía las preguntas, eso me encantó.
-Vengan
-¿Cuántos habitantes tiene México?
-Cerca de 120 millones, 117 y pico, no tengo la cifra exacta, dejémoslo en 100 millones
-100 millones de habitantes, bien, ahora dime ¿podrías nombrarme cinco pianistas (por decir pianistas porque también pueden ser trompetistas, saxofonistas, cantantes, etc.) de jazz, mexicanos, que estén en el ranking mundial?
-Yo creo que de todos los jazzistas mexicanos, no solo pianistas, el único que está en ese nivel es Toño Sánchez.
-Antonio Sánchez, ok. Cuba tiene 12 millones de habitantes, ¿quieres que te haga la lista de los pianistas cubanos que están o que estuvieron, porque algunos han fallecido, en el ranking mundial? Empecemos por Bebo Valdés, sigamos con Paquito Echeverría, Rubén González, Gonzalo Rubalcaba, Perruchín viejo y Perruchín joven, Lilí Martínez, Chucho Valdés, Emiliano Salvador,Gabriel Hernández, Ernán López Nussa; entre los jóvenes están Manolo Valera, Iván “Melón”, Osmany Paredes, Rolando Luna, Roberto Fonseca y así podemos seguir, se me olvidan, es una pila.
Yo, de un tiempo a esta parte, le hago estas preguntas a las personas que se interesan por el jazz y sobre todo a los que a menudo van a conferencias, cursos y admiran mucho a las visitas, y cuando digo esto siempre me contestan que es porque en Cuba le dan mucha importancia a la música pero no, porque estoy hablando de antes de la revolución, lo que pasa es que, como en todo régimen totalitario, se adjudican logros que no son de ellos pero pianistas cubanos siempre existieron, es más, en los conservatorios de Cuba no se enseña música popular y todos los que te estoy nombrando son de esa música llamada jazz que, incluso, estuvo prohibida después de la revolución, por eso el grupo Irakere se llama así, se iba a llamar Grupo Moderno de Jazz y les dijeron no, jazz es una palabra imperialista (risas).

Tampoco es una cuestión genética porque los cubanos y los mexicanos son muy parecidos, además, sería una aberración entrar en ese tema, «es que los negritos lo llevan en la sangre», decía mi abuela (risas), entonces ¿por qué no están en el ranking? Cuando yo te digo esto de ninguna manera estoy descalificando los excelentes pianistas que hay en México, hay muy, muy, muy buenos pero algo sucede que no están en ese lugar.
¿Qué sucede? es algo que yo siempre me pregunto y a lo que, humildemente, creo tener una respuesta porque, a pesar de que he sido partícipe aquí en Xalapa, últimamente he estado viendo el desarrollo del jazz con ojos de espectador y, sobre todo, he estado hablando con los muchachos y veo que ahí hay un problema serio del que todos son responsables.

(Hace una pausa, enciende el puro, da una larga bocanada, exhala el humo y continúa)
-No se qué te parece si hilvanamos esto como un diálogo de viejos en una ciudad calurosa (risas).

Mira, yo tuve la suerte de trabajar con los rankeados como Omara Portuondo, Ibrahim Ferrer, Rubén González, Chocolate Armenteros, Amadito Valdés, Héctor Martignon, entre otros, y traté a los jazzistas norteamericanos reconocidos, pero no tratarlos para enterarme de con qué boquilla tocaban o que métodos estudiaban, etc., no, pude tratarlos y ver su actitud con respecto a la vida y con respecto a la música y yo creo que por ahí está la respuesta a estas preguntas.

La actitud de una persona, criada en un barrio, que tiene que salir a luchar por la vida obviamente que es diferente a la de la persona que está arrullada por una institución que la patrocina. Esta institución puede ser una familia de clase media acomodada, puede ser una beca universitaria, puede ser una plaza en una universidad, etc. ¿Qué vemos en una persona que tiene que salir a luchar?, una actitud frontal, valiente y decidida. Si tú vas a tocar a un local y de los pocos centavos que vas a ganar depende si vas a comer o no vas a comer o si vas a pagar o no el alquiler de tu habitación, esa situación hace que si en alguna mesa te piden que toques Desafinado, de Jobim y tú la has oído pero no la has tocado, no tienes más remedio que lanzarte al vacío, no tienes otra opción y cuando tú sistemáticamente, por razones X, te estás lanzando al vacío y estás tomando riesgos en tu vida, te vas a formar en armonía con algo que se llama tradición oral porque, en ese momento, las fórmulas universitarias de la enseñanza no te van a salvar, pero si tú estás arrullado por una universidad, si la universidad te premia por investigar, si la universidad te da un sueldo fijo, de a poquito, se te va quitando esa agresividad de la vida con respecto a lo que es esto llamado jazz.

Todos estos músicos cubanos que te he nombrado tenían que salir a luchar a la calle, a tocar en un país en donde estaba prohibido el jazz, al que llegaban muy pocos discos, prácticamente ningún libro, ningún método de jazz (¡sacar una fotocopia en la Habana era casi una misión imposible!), un lugar donde la música popular bailable era la única opción para poder desarrollarse pero ellos pudieron conciliar esa música con eso que les gustaba que se llama jazz, en uno de sus libros, Paquito [D’Rivera] dice todo lo que tenían que pasar para poder tocar Stella by Starlight o cualquier standard.

Yo recuerdo que cuando iba a las jam sessions en La Habana venían tipos americanos y europeos increíbles y tocaban con ellos músicos buenos y otros no tan buenos, yo no soy nadie para decir cuál músico es bueno y cuál es malo pero la verdad es que no tenían todos el mismo nivel pero se subían a tocar con la misma la actitud; a mí me gusta cuando la persona, aunque esté equivocada, tiene una actitud valiosa. También me gustan mucho las personas que te saludan mirándote a los ojos, no me gustan los saludos políticos, no estoy acostumbrado a eso y en el jazz, cuando tú tocas, tienes que mirar a los ojos.

Lo que yo veo en México es que no existe esa agresividad de parte de los que enseñan y, por lo tanto, le transmiten a sus alumnos esa especie de pasividad y esa especie de entrega, casi de rodillas, a un músico americano que viene a dar clases y a «traer de la luz».
Es importante que quede claro que todo este escenario lo estoy poniendo con respecto a nuestra cotidianidad que es América Latina, no estoy hablando de las oportunidades que tiene un muchacho jazzista de Chicago o de Filadelfia, que no debe ser muy diferente porque allá también tienen que tocar en el «hueso» (como dicen aquí) pero en el contexto latinoamericano tienes que conocer tu cotidianidad, saber cómo se manejan las cosas y conocer las herramientas que necesitas.

Yo creo que la actitud es la que está fallando aquí, calidad hay de sobra, por ejemplo, si hay un pianista mexicano que admiro es Héctor Infanzón, es un fuera de serie, tiene garra, tiene power, tiene todo pero lo más probable es que no esté en el ranking porque su propio entorno le ha atado los pies con anclas.

(CONTINUARÁ)

SEGUNDA PARTE: El jazz debe ser aperturista e incluyente

 

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