No puedes hacer una tortilla sin romper un par de huevos. El refrán, con ser español, está ni mandado a hacer para la enorme efervescencia preelectoral que ya vive Veracruz, cuyos protagonistas se han destapado con mucha antelación, cuidando de no incurrir en fallas jurídicas que les puedan invocar como delitos electorales, pero pisando muchos callos a diestra y siniestra.

Los más atildados son los priistas, que hace rato menean el caldo y prueban de la cuchara; el PAN se desmenuza en trozos en una batalla soterrada entre Miguel Ángel Yunes Linares y Juan Bueno Torio, mientras la izquierda, bueno, le ha entrado un sopor lánguido y mortecino a falta de cuadros que se crean con los tamaños de lanzarse de una vez al ruedo.

Los candidatos independientes (dos hasta escribir estas notas) ya han hecho ver sus intenciones de ser protagonistas, aunque el más transparente y aventado ha sido Gerardo Buganza Salmerón, quien hizo pública su intención y renunció a la Secretaría de Gobierno, mientras que el aun diputado local Renato Tronco Gómez se desvive por estar en cuanto conflicto se le aparezca para brindar su varita mágica y solo responder a los periodistas que estaría en esa ruta.

Ya Tomás Ruiz González, secretario de Infraestructura y Obras Públicas, se negó a esa vía porque solo se lanzaría si lo postula el PRI. Hay dos, entonces, pero si fructifica la controversia constitucional presentada por Movimiento Ciudadano contra los candados impuestos a las candidaturas independientes en la codificación electoral local, es muy posible que se desgrane la mazorca y se multipliquen estas candidaturas.

La izquierda, en el atolladero

Los partidos de izquierda no se han propuesto siquiera hacer una evaluación de sus fuerzas y de quiénes podrían ser una opción conjunta para impulsar una propuesta alternativa. Lo más seguro es que irán separados, aunque hay quienes hacen cuentas alegres contando los votos obtenidos en los pasados comicios federales, como si uniéndolos artificialmente ya tuvieran el triunfo en la guantera.

Lo cierto es que para nadie será una sorpresa que Morena vaya solo y no quiera cargar con el desprestigio del PRD, cuyos dirigentes siguen tomando baños de lodo y comiendo desperdicios; que Movimiento Ciudadano busque aliarse con Morena e implore ir en coalición con las huestes de Andrés Manuel López Obrador, y que lo que quede del Partido del Trabajo acuerde una alianza de facto también con Morena.

¿Qué figuras podría impulsar la izquierda en Veracruz? Se habla, por supuesto, de Dante Delgado Rannauro, un cartucho quemado que podría distraer votos que no caerían en la cazuela blanquiazul; también, de Armando Méndez de la Luz, uno de los personajes de más limpia trayectoria, en quien López Obrador podría confiar; incluso, podría Morena fijarse en sus candidatos triunfadores a las diputaciones federales de Xalapa y Coatzacoalcos, Cuitláhuac García Jiménez y Rocío Nahle García.

En este espectro político podría saltar como candidato independiente o para apuntalar una alianza que expulse a la Fidelidad de Palacio de Gobierno Miguel Moreno Brizuela, quien ha renunciado al PRD y forma parte del equipo político del exjefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard Casaubón.

Pero todas estas son meras elucubraciones.

La locomotora del PRI, a toda marcha

Donde queda claro por dónde va la sonaja es en el PRI. Los más adelantados son los senadores Héctor Yunes Landa y José Yunes Zorrilla, quienes mantienen una alianza para derrocar el férreo control de Fidel Herrera Beltrán, pese a que varios analistas hemos observado una aparente alineación de Héctor con el gobernador Javier Duarte de Ochoa.

Aunque se tratan como amigos, aliados y hasta parientes, queda claro que tanto Héctor como Pepe enfilan sus propias carabelas. Ambos tienen certidumbres distintas, resultados de encuestas que, según sea el que las maneje, ubican a uno o a otro a la cabeza de las preferencias. Detrás de ambos, el otro Yunes, Miguel Ángel, quien seguramente logrará la candidatura panista si las cosas no se complican con la elección del próximo dirigente nacional del PAN. Y queda claro que los tres Yunes se respetan, evitan golpearse, se muestran más diplomáticos a la hora de disfrutar el horizonte político.

Luego de su informe en Boca del Río, varios columnistas tuvimos la oportunidad de dialogar abierta y francamente con el senador Héctor Yunes en Xalapa, donde compartimos el pan, la sal y el pastel con que se celebró el cumpleaños de Orlando García Ortiz, director de Newsver.

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Salvador Muñoz, Raymundo Jiménez, Orlando García Ortiz, Álvaro Belin, Héctor Yunes, Manuel Rosete, Melesio Carrillo, José Ortiz y Tulio Moreno.

Relajado, seguro, sonriente, con los oídos atentos hasta de los corrillos que se armaban entre columnistas, lo que dejó claro Héctor Yunes es que no tiene compromiso con Javier Duarte y, menos, con Fidel Herrera. A diferencia de Pepe Yunes, quien mantiene una insalvable distancia con el gobernador, Héctor se ha mantenido en el ámbito de la institucionalidad y lo ha aprovechado para hacer crecer su presencia y su proyecto político.

Aunque la charla fue muy cercana, los dardos no dejaron de salir de quienes ahí estuvimos (Manuel Rosete, Raymundo Jiménez, Joaquín Rosas, José Ortiz Medina, Orlando García, Quirino Moreno, Salvador Muñoz, Tulio Moreno, Melesio Carrillo y un servidor), y para todas las preguntas tuvo una respuesta pródiga en datos. Una de ellas se refirió a si la alianza con Pepe sigue, y con toda seguridad dijo que esa alianza es irrompible, porque no termina en la definición del candidato para la gubernatura de dos años en 2016, sino también para la de seis en 2018.

Mientras Héctor mantiene la nave muy aceitada, Pepe Yunes no ha dejado de reunirse con sectores, grupos políticos, empresarios, alcaldes, periodistas y líderes sociales por toda la geografía veracruzana. Llama la atención que sus cónclaves no sean solo para convencer de palabra a sus interlocutores sino que en la mayoría de los casos compromete gestiones del más alto nivel del gobierno federal para bajar recursos destinados a obras o programas sociales y, en muchos casos, llega con el recurso autorizado.

Su discurso se ha mantenido en una tesitura crítica frente al gobierno veracruzano, con temas que igualmente inquietan a los veracruzanos como la grave crisis de las finanzas públicas, el creciente endeudamiento, la corrupción, la ausencia de obra pública y la aprobación de leyes que lesionan a la población y a los actores políticos. Y no cambiará por más llamados que le haga el gobernador Javier Duarte a que regrese al redil.

Aunque muy lejano en preferencia electoral, los demás priistas mantienen sus veladoras prendidas. El más destacado en el corral fidelista es Érick Lagos Hernández, quien obtuvo la más alta votación en los pasados comicios, lo que le permitiría balconearse en San Lázaro como el posible líder de la bancada priista veracruzana. Debajo de él se ubica Jorge Carvallo Delfín, también diputado federal electo, y muy lejos incluso de estos otro diputado federal próximo a emigrar al DF Alberto Silva Ramos y el titular de la SIOP, Tomás Ruiz González.

Duarte pierde presencia

Lo inquietante es que la grilla sucesoria haya comenzado a tan temprana hora. Si bien en las últimas semanas ha tomado un cariz más perentorio, cuando todavía faltan 15 meses para que termine la gestión duartista, lo cierto es que hace ya tiempo que no se habla de otra cosa que no sea quiénes están en la antesala de la nominación priista para la minigubernatura.

Aunque ha habido varios distractores, como el reglamento de tránsito y vialidad, contra cuya instrumentación crece la protesta de los afectados organizados como los taxistas y transportistas, la atención en torno al tema sucesorio no ha bajado de intensidad, lo que ha puesto en segundo plano la figura del gobernador Javier Duarte de Ochoa.

Puede ser también una estrategia para bajar la tensión en medios de comunicación y sectores políticos; sin embargo, conforme más de acerque enero las cosas van a volverse un verdadero torbellino, y mucho tiempo antes de cuando normalmente sucede el apocamiento del que se va.

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