Me gusta la música. No soy melómano profesional, pero tengo un particular interés por esas expresiones artísticas musicales primigenias, esas que nos llevan al tun-tun, tun-tun-tun-tun del tambor primitivo, del primer sonido que escuchamos al existir, cuando desde el vientre de nuestra madre llega a nuestro oído el latir de su corazón.
Por eso las percusiones y particularmente los tambores, tienen una gran influencia en todos los seres humanos, porque fue uno de los primeros instrumentos que utilizaron nuestros ancestros. Después fueron imitando los sonidos de la naturaleza con otras herramientas musicales, pero en el principio estaba el tambor.
Viene a cuento esta historia, que nada tiene que ver con agenda política veracruzana, porque durante algunos días tuve la oportunidad de acercarme a las actividades del Primer Encuentro Internacional de Jazz que organizó el Ayuntamiento de Xalapa que preside Américo Zúñiga.
Más allá del esfuerzo de una administración, que al final cumple su obligación y trabajo, de atender la demanda de una ciudad que es eminentemente cultural, me llamó la atención la manera en la que se buscó socializar el género, lo mismo en las colonias o Delegaciones administrativas, que en el Teatro del Estado o en algunos bares de la ciudad, punto de reunión sobre todo de la juventud.
No les puedo hablar mucho de los grandes maestros que estuvieron en la ciudad, como Jonhatan Hoard, un compositor, cantautor y maestro que vive en Brooklyn, Nueva York y que estuvo aquí como maestro del Coro del Encuentro Internacional.
Reconocido internacionalmente por la peculiaridad de su voz, a Hoard lo vimos comiendo tacos Chema aquí en un expendio del Centro Histórico, pero también visitando Los Lagos o cantando con sus amigos.
El jazzista Ted Giogia, crítico e historiador norteamericano de jazz, también participó en el encuentro y comentó que nunca había visitado México y que Xalapa fue una buena elección para conocer el país.
También, por ejemplo, nos llamó la atención que otro músico avecindado en Nueva York, Mario Castro, contó que en el corazón de Manhattan él y su grupo creó una canción para este encuentro de jazz. La pieza musical llegó sin nombre y en un restaurante de Xalapa, al encontrarse con una niña de 6 años que vendía chicles, se quedaron impresionados de su seguridad y transparencia y decidieron ponerle “Clara”, el nombre de la niña, a esta obra musical.
Datos interesantes, curiosos, que reflejan cómo Xalapa se convirtió para esta pléyade de músicos internacionales, en el centro, en el corazón de sus emociones e inspiraciones.
El puertorriqueño, también avecindado en Nueva York, David Sánchez, dijo ante el numeroso público que llenó el Teatro del Estado el viernes que Xalapa le inspiraba, que era una ciudad maravillosa.
Nosotros, quienes vivimos aquí, sabemos que es una ciudad con muchos problemas y defectos, en parte también porque la vemos todos los días, pero tiene que venir gente de otros países, con otras emociones, a decirnos el potencial que tiene nuestra propia ciudad.
Pero bueno, exitoso encuentro, cargado de muchas emociones, de muchas expresiones.
En los bares donde se desarrollaron las sesiones de improvisación, como el Bar de Poesía de Claudia Constantino o Doña Lucha Bar, y aquí concluyo con el sentido de mis primeras líneas, los músicos se volcaron al origen.
Así nació el jazz, donde dos o más se reunieron en torno a un saxofón, una batería, un bajo y un piano. Ahí, donde varios espíritus se juntaron. Ahí donde dos o tres personas más sintieron el golpe del tun-tun del corazón. Así nació el jazz, entre creyentes del espíritu, entre esclavos que ansiaban libertad y hombres y mujeres que creían que la música los podía salvar, como seguimos creyendo muchos, que la música es bálsamo que salva nuestros espíritus. @luisromero