El 22 de julio de 2023 a las 2:55 de la madrugada, Fernando Hernández -que 15 años atrás había pasado de media cuchara a ser el maistro de obras más reconocido de la capital veracruzana, y encima pintor de brocha gorda sin igual- dio la última pasada a la pared y así quedó concluida la obra del último Oxxo que se pudo instalar en Xalapa… bueno, y el último Fasti y el último X-24 y la última Jarocha Próspera.
Y fue así porque con esa obra también se aprovechó la última casa y/o terreno que quedaba libre. A partir de ese instante toda la ciudad quedó convertida en una enorme tienda de conveniencia. Nada de comercios de otra índole, o estacionamientos, o restaurantes, o edificios para oficinas públicas o escuelas…
Con las escuelas pasó un fenómeno curioso: como había una reglamentación que impedía que se instalara algún comercio con venta de cerveza o licor a menos de 50 metros de alguna institución educativa, y como llegaron a ser tantas las tiendas que solicitaban ese permiso, se optó por la medida que resultaba más fácil, que fue empezar a reubicar mejor las escuelas en los municipios cercanos, y así esos comercios se fueron comiendo a las escuelitas privadas, a los jardines de niños, a las primarias y secundarias, a las vetustas escuelas preparatorias y hasta a la imponente y benemérita Normal Veracruzana, junto con todos los campus de la otrora Universidad Veracruzana con sede en Xalapa.
El antropólogo y arqueólogo Fernando Winfield Capitaine -con toda su fuerza moral de honesto investigador y estudioso social sin par- había puesto el grito en el cielo cuando en el año 2019 la primaria Enrique C. Rébsamen fue cerrada en plena calle de Gutiérrez Zamora y se había vendido el edificio -“por razones de conveniencia pública”, decía el decreto- a la cadena de pequeños comercios del grupo regiomontano Femsa, que fundó el ya fenecido Eugenio Garza Lagüera.
Obvio, la ciudad se indignó. Hubo machas de protesta, algunas hasta violentas, con pintas y roturas de vidrios de edificios de Gobierno y de medios de comunicación. Pero la cosa no pasó de ahí, porque la autoridad fue omisa en escuchar el clamor popular, y algunos funcionarios vivales hicieron el negocio de sus vidas, pues terminaron vendiendo todos los lugares históricos y las glorietas y los monumentos y los parques.
Los integrantes de la manifestación perenne que había terminado por instalarse definitivamente en la Plaza Lerdo, fueron desalojados por la fuerza pública, aunque no para acallar la supuesta protesta popular, sino para hacer espacio a los albañiles que llegaron para construir el enorme comercio que hoy lleva el paradojal nombre de La Tiendita del Centro.
Xalapa ya no es una ciudad para vivir, pero usted tiene oportunidad de comprar cualquier antojo de comida rápida o chatarra, y acompañarla de algún refresco o ciertos tragos, con sólo caminar unos pasos hacia donde usted quiera.
Para los testaferros del comercialismo, se hizo al fin realidad aquel anuncio/predicción que decía: “Coca Cola, a un minuto en cualquier dirección”.
Confucio le podría advertir: Tengan cuidado, que se les cumplió el deseo.
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