No sé qué instalaciones piensa construir o rentar la Dirección General de Tránsito y Vialidad del Estado, pues va a necesitar un gran espacio para guardar los millones de infracciones por exceso de velocidad que generará, a partir de los dispositivos electrónicos que detectarán automáticamente la velocidad a la que van los vehículos en las principales ciudades de la entidad.

Todos, todos, todos circulan a mayor velocidad de la permitida, cuando lo hace posible la vialidad y no hay taponamientos. No sé de alguien que conduzca a 60 por hora en la avenida Murillo Vidal de Xalapa, o a 40 por hora en los puentes de Lázaro Cárdenas y en las calles del centro, o a 50 por hora en ciertos tramos de las avenidas Xalapa, 20 de Noviembre, Ávila Camacho.

Nadie se salvará del ingenio electrónico que con su ojo de dios verá todos los excesos que cometen quienes manejan vehículos en Xalapa y en todo Veracruz. Así que muchos ciudadanos pronto empezarán a recibir las notificaciones de una o varias infracciones.

Ya imagino las boletas que se almacenarán en la casa de los choferes de funcionarios que tienen la indicación de llegar rápido, haiga sido como haiga sido, al evento para el que va -siempre- tarde el jefe.

O las pilas de papelitos que acumularán las señoras en sus camionetotas, que siempre tienen prisa al llevar a sus críos a la escuela, al ir de compras al súper, al dirigirse al desayuno tardío con sus amigas o al ir velozmente a la cita en la estética y/o spa.

O el cúmulo de multas que tendrán que gestionar (y seguramente terminar pagando, porque dice la autoridad que ahora la cosa va en serio) los abogados de los concesionarios de autobuses urbanos y suburbanos, y los de las asociaciones o agrupaciones de taxistas, que se la pasan desfaciendo los entuertos que cometen quienes son cafres y manejan ese tipo de unidades.

Vaya usted ahora mismo a la avenida Lázaro Cárdenas, y verá que de tramo en tramo ya han colocado una hilera de aparatos con los que se registra la velocidad que trae cada vehículo. Bueno, pues debajo de cada señalamiento permanece incólume un letrero que dice: “Velocidad excedida”.

Hasta ahora, como todos los conductores rebasan los límites que señala el reglamento, en realidad resulta una temeridad, un peligro para el propio vehículo y para los extraños, viajar a las velocidades permitidas. Si circula usted a 40 km/hora cuando todos vienen a 100 km/h, es muy probable que sufra una colisión por alcance (que no es lo mismo que una “coalición por alcance”, ¿verdad, señores del Partido Verde?). Y un vehículo que pega con una velocidad de 60 por hora puede ser un arma mortífera, en el caso de los pasajeros, y un verdadero demoledor para las carrocerías y motores de los afectados.

Alguna vez un amigo me decía que mi problema es que soy muy confiado, pero en verdad confío en que esta medida la tomen con valentía las autoridades de Tránsito y sus jefes inmediatos, de modo que se aplique sin distinciones (“distingos”, se dice ahora, no sé por qué), sin restricciones y sin excepciones contra todo aquel o aquella que no se conduzca como es debido en los asuntos de la velocidad permitida.

Por eso: Señor mío, en vos confío…

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