Nadie tenía duda de que serían unas elecciones complicadas. Con un profundo descontento y desconfianza de la sociedad hacia los partidos, escándalos de corrupción, una sensación de lejanía entre la clase política y los ciudadanos. En fin, una coyuntura difícil por todos sus ángulos. Amenazas de violencia y boicot electoral, campañas anulistas carentes de racionalidad, puros escenarios apocalípticos sobre la jornada electoral y sus posibles resultados.
Al final, ni se cumplió el Apocalipsis ni se incendió el país, ni triunfó el mal ni se autocumplieron las falsas profecías de los apóstoles de la desgracia. La gente salió a votar, con mucha más madurez y estrategia de lo que los analistas, tan dados a subestimar al elector, creyeron. Cierto es que el catálogo de candidatos era casi lamentable, que iríamos a elegir “entre lo pinche y lo peor”. La ciudadanía mandó un mensaje clarísimo: castigó a los corruptos, omisos y narcogobernantes.
Los casos más emblemáticos: Nuevo León, Sonora, Michoacán, Guerrero y Veracruz.
En Sonora, castigaron la gestión de Guillermo Padrés. Sacaron al PAN de la gubernatura y regresaron al PRI, con Claudia Pavlovich. En Guerrero fueron decisivos el factor Ayotzinapa y José Luis Abarca, así como las sospechas sobre Ángel Aguirre: sacan al PRD y regresan al PRI, con Héctor Astudillo. En Nuevo León se habla de un suceso histórico: Jaime Rodríguez, El Bronco, como el primer candidato independiente en lograr una gubernatura. Como dato extra, aunque igual de importante, es la primera vez que esta figura aparece en una boleta electoral. Sobre El Bronco, las únicas dudas que hay sobre él son si en verdad dejó atrás su pasado priista y si será realmente un factor de cambio. Por lo pronto, sus votantes castigaron la gestión de Rodrigo Medina, quitándole así, tanto al PRI como al PAN, uno de los históricamente más competidos estados.
En el DF también votaron por el cambio o la nostalgia (los lopezobradoristas obtuvieron importantísimas posiciones) rompiendo el dique amarillo. Morena logró su cometido y le arrebató al PRD cinco delegaciones. Aunque no logró Iztapalapa, la de mayor densidad demográfica (y presupuestaria), López Obrador debe estar rebosante, hablando de que sus candidatos a diputados federales lograron más que el Verde, y a apenas dos puntos porcentuales de los perredistas. No llegaron a las dos cifras en la elección federal, pero concentraron a la mitad de la capital. Ahora les resta demostrar que son una oposición real, que debate fuerte pero con argumentos y no sólo con rijosidad, descalificación y violencia.
En Veracruz la violencia generada por el PRI para inhibir el voto si funcionó, prueba de ello es el triunfo de Morena en dos distritos, del PAN en otros dos y del partido tricolor, junto con el PVEM, en 16.