Que su llegada a la alcaldía de Xalapa se hubiera postergado tres años por el ímpetu ambicioso de Elizabeth Morales, quien se impuso pese a que el hijo del profesor Guillermo Héctor Zúñiga Martínez estaba prácticamente registrado como el candidato priista para el periodo 2011-2013, a muchos les pareció una paradoja: primero, que había sido una injusticia que a última hora se le cambiara por la candidatura a la diputación local, y segundo, que tres años más de madurez política le serviría a él para un mejor desempeño en la Presidencia Municipal, y a los xalapeños, para no tener a un edil joven e inexperto.

A la luz de su desempeño en casi dos años al frente de la alcaldía, se ha comprobado que esos tres años le sirvieron para amacizar, para adquirir más luces en la administración pública y para obtener habilidades en el tejido político, pero también para sospechar que habría sido conveniente un periodo más largo antes de acceder al gobierno de la capital veracruzana.

Y es que Américo Zúñiga Martínez es un pan. Ya he señalado en este espacio cómo ha dejado hacer y dejado pasar a sus subalternos, la mayoría impuestos por políticos amigos de la familia, por negociaciones con grupos sociales y empresariales, o simplemente por ser sus cuates de la infancia, de la universidad o de francachelas. Muchos de los que fueron llamados a formar parte de su equipo de gobierno mostraron rápidamente el diente, protagonizaron escándalos, incurrieron en actos de corrupción o violentaron la vía pública, y se han ido luego de causarle un daño en su incipiente prestigio político.

Pero varios siguen ahí, generando malestar entre sus compañeros de trabajo por haber ingresado al servicio civil sin tener merecimientos para ello, más allá de ser familiares o cónyuges de primas o de primos o amigos de la familia. Y eso es grave, porque la ley es muy clara respecto al nepotismo, un delito de servidores públicos que, para su fortuna, no tiene aplicación en Veracruz, donde en todas las oficinas vemos incrustados en las nóminas a esposos o esposa de los funcionarios, hijos, primos, cuñados y lo que a usted se le ocurra.

Lo anterior viene a colación por una versión que se ha filtrado y que, reconozco, solo la cuchara sabe qué hay en el fondo de la olla. Siempre hay empleados pecaminosos que magnifican lo malo o que inventan historias. Ya sabrá Américo si en este caso la versión es cierta o simplemente se trata de afectar su imagen: Si este es el caso seré el primero en retractarme públicamente.

La cosa es que Américo, dicen las malas lenguas, tiene una prima hermana, maestra en una comarca coatepecana, de nombre Ilama Zayra Zúñiga Ledesma , quien completa su dieta en la nómina municipal y que ha logrado algo maravilloso para su marido, José Antonio Bautista García: colocarlo en la Comisión Municipal de Agua y Saneamiento (CMAS).

Aunque no tiene estudios, si bien ostenta documentos de la Universidad Popular Autónoma de Veracruz, fundada por su fallecido tío político, lo grave es que José Antonio pocas veces se aparece por la oficina en que le pagan sus quincenas, el área de Cultura del Agua (famosa por el affaire de Iván Vicente Alarcón Cerda, aficionado al futbol, quien se fue al Mundial de Brasil sin haber cumplido el periodo estipulado para disfrutar vacaciones). Ahí, señalan, José Antonio, primo político del alcalde, hace labores de ‘auditor’, presionando a los usuarios del agua, pero la mayor parte de su tiempo transcurre en tareas familiares y como conductor del auto de su esposa.

Mal haría Américo en permitir estas irregularidades si quien me las ha comunicado dice la verdad.

Xalapa, presa de la devastación

La zona donde se ubica la ciudad de Xalapa era conocida como “bosque de niebla”. Esta característica se la da la humedad, producto de la condensación de los vientos cálidos de la costa al encontrarse con el aire frío que baja de las montañas. Esa humedad, que es cada vez menor, al igual que las lluvias, es la razón de que nuestra ciudad haya tenido una vegetación envidiada por muchas otras urbes. Pero ese verdor se decolora día a día, a una velocidad tal que pronto será historia. La depredación avanza implacable sin dejar espacios naturales que amortigüen el impacto de un urbanismo que aquí pierde su lógica.

Así lucía el paisaje cerca de la Central de Abastos.
Así lucía el paisaje cerca de la Central de Abastos.

Las irregularidades del terreno de Xalapa y sus alrededores no son obstáculo cuando el motor es la ganancia. Con una destreza técnica digna de mejores propósitos, las compañías constructoras ¿destructoras?, a la manera de un rastrillo gigante, arrasan con maquinaria pesada toda la vegetación que se encuentra en las áreas que ellas determinan deben cambiar su destino. Así acaban con árboles y plantas que son el refugio de incontables especies de insectos, aves y mamíferos. Así, hermosas cañadas, pequeños riachuelos, lomas pobladas de flora y fauna silvestres, son devastadas perdiéndose para siempre el remanso que serían para el clima, la vida, la vista y el alma.

Un caso especial, por sus dimensiones, se presenta en la zona sur de Xalapa, donde los afanes civilizatorios de un consorcio constructor llamado Casas Carpín lo han llevado a devastar cientos de hectáreas. Sería conveniente que nuestras autoridades ambientales, tanto las federales como las estatales, tan celosas de nuestro patrimonio natural, se dieran una vuelta un poco más adelante de la Central de Abastos, en el camino de terracería que lleva a la planta de tratamiento de aguas residuales. Lo que podrán observar es espeluznante: miles de árboles, vastas extensiones de follaje y de plantas típicas de la selva media han sido arrasadas. Donde antes hubo una extensión frondosa, ahora se sufre un desierto de tierra rojiza.

Así luce hoy, luego del ecocidio de Casas Carpín.
Así luce hoy, luego del ecocidio de Casas Carpín.

¿Qué se piensa construir en ese lugar? De acuerdo con la poca información disponible, parece que otros miles de casas. Al emprender tal destrucción, nos preguntamos, ¿se ha pensado en la afectación al clima, en los miles de individuos de flora y fauna que han desaparecido? ¿Se reflexionó sobre las necesidades de quienes habitan esa zona desde hace años, en el deterioro de su entorno? ¿Se ha cavilado en lo que requiere la propia ciudad de Xalapa? ¿Es posible que detrás exista un plan para hacer de ésta una ciudad más amable, con amplias avenidas, con espacios verdes, con parques y jardines? La respuesta está cerca de ahí, del otro lado de la carretera Xalapa-Veracruz: miles de casas amontonadas que desplazaron a la densa y típica vegetación de la región y que ahora uniforman de concreto el paisaje.

¿Cómo se dio este hecho lamentable? ¿Se enteró a la población de esta decisión? ¿Se hizo alguna consulta pública para conocer la opinión de los habitantes? ¿Quién otorgó los permisos para convertir un vergel en desierto? ¿Lo sabrán nuestros atentos y cuidadosos vigilantes de la legalidad como son los integrantes de la Legislatura estatal, los miembros de la respectiva comisión?

Mientras nos hacemos estas preguntas miles de árboles y plantas dejan de existir ante el imparable avance de la maquinaria que arrasa con la maleza y las sierras que tumban árboles con atroz eficacia. Si esta acción insensible y maligna no es un ecocidio, no sabemos qué pueda serlo.

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