Vilipendiadas, añoradas, incomprendidas por comunicadores y por políticos, por líderes sociales y por aspirantes a la fama de cualquier tipo, las redes de la Internet se han convertido en el sueño‎ acariciado de todos los que ejercen o quisieran ejercer la comunicación masiva, pero más por quienes quisieran domeñar la información para que sólo apareciera la parte que le conviene a ellos o a sus intereses.

Todo aquello son las redes, pero sobre todo incomprendidas, en parte por impredecibles y en parte por su novísima presencia en nuestra vida moderna.

Las redes engloban el Facebook, el Twitter, Instagram, los mensajeros electrónicos, los portales informativos, y una larga serie de posibilidades comunicativas que están surgiendo o apenas se van a inventar.

Porque además tienen un potencial creciente que nadie se atreve a determinar en sus límites futuros, si es que la imaginación humana tiene alguno. Por eso no faltan quienes están sentenciando el fin de la prensa impresa y de la comunicación como hasta ahora la habíamos conocido, de la misma manera que vaticinaron mal la sustitución de los libros por el cinematógrafo, o del cine por la televisión.

A cada nueva forma de comunicar que nos provee la tecnología, nunca faltan los que determinan la muerte de los medios anteriores. Pero han fallado en sus predicciones porque no han entendido que nuestra especie se alimenta de información y que la consume en todos los medios posibles, que terminan siendo un mensaje a su vez, como dijera el farsante McLuhan.

Las redes, pues, están en la palestra por ahora, hasta que no sean sustituidas por otro medio que tal vez aún no existe o que está apenas surgiendo sin que nos demos cuenta, así de vertiginosa se ha tornado nuestra vida contemporánea.

Las redes son útiles y usables, pero también unas grandes desconocidas para la mayoría de quienes se sienten y se asumen como “especialistas”, que vendría a ser la carrera del futuro como en su momento lo fueron la administración de empresas, las ciencias y técnicas de la información, la informática o la ingeniería en sistemas computacionales.

A lo que voy es que en realidad no existen quienes dominen el medio de comunicación que ejerce la raza humana en este momento de su historia, en este segundo infinitesimal de tiempo entre los millones de años de nuestra era geológica.

Y por eso fallamos tanto en usarlas, por eso hay tantas exageraciones, por eso se aprovechan tan mal. Nuestro mejor vehículo para comunicarnos lo hemos convertido en refugio de nuestras frustraciones, en blanco de nuestras iras, en receptáculo de nuestros peores insultos, de nuestras mayores mentiras.

El ejercicio de la comunicación por fin es accesible a todos, no sólo a los profesionales del ramo, pero estamos sufriendo por este momento en que apenas empieza a operar la educación sentimental del nuevo medio, accesible a cualquiera que tenga una computadora y una conexión a Internet.

La cascada nos ha llevado por caminos errados, orilla a la insensatez, pero las aguas tomarán su nivel algún día… y veremos que fue bueno.

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