Ya era raro que la Feria Internacional del Libro Universitario organizada por la UV se desarrollara en un ambiente cálido y seco, cuando su sello principal siempre habían sido las torrenciales lluvias.
Tan incómodas eran las tempestades y tan disuasivas de la tradicional asistencia, mermada penosamente por la caída del cielo en forma de ríos que en una ocasión amenazaron con llevarse en el torrente las costosas zapatillas de la entonces alcaldesa Elizabeth Morales, que no solo se cambiaron su escenario muchas veces sino también las fechas.
Agustín del Moral, entonces director de la Editorial de la UV y organizador de esta importante feria nacida en el rectorado de Emilio Gidi Villarreal y convertida en internacional con Víctor Arredondo, vio migrar la FILU de septiembre a mayo, para evitar la perspicaz intrusa traída por la temporada de ‘nortes’ o frentes fríos del declinante verano. Pero el clima –cuyo carácter voluble es proverbial–, ante el intento de cerrarle la puerta, tomó la decisión de extender inusualmente la temporada de frentes fríos.
El coso construido con premura por el gobierno duartista cuando restaban horas para el inicio de los Juegos Centroamericanos y del Caribe (de infausta memoria) se convirtió, primero, en una cocina fáustica para los amantes del papel impreso. Las altas temperaturas, inusuales en la fecha según los meteorólogos, hicieron que la palabra hablada y la palabra escrita estuvieran a punto de incendiarse, en medio de un espacio que hoy pareció tan vasto que debieron improvisarse áreas de confort para llenarlo.
Pero no contaban con la húmeda visitante que este martes llegó después de una mañana caldeada por un sol que a todos les pareció propicio más para la playa y las cervezas frías que para el café y el amor por los libros. Como si solo tratara de esconder su carácter travieso, la lluvia hizo de las suyas por toda la ciudad. Acompañada por su parafernalia de rayos y centellas, se desplomó con furia cuando nadie la esperaba.
El gimnasio convertido en sede de una de las mayores fiestas de los libros empezó a hacer agua y gruesos goterones hicieron correr a los expositores que, con improvisados toldos, trataron de salvar su colorida mercadería.
Dijo el alcalde que hacía más de 50 años que no se registraba una lluvia ‘atípica’ como la de este martes, que inundó hasta los sitios más insospechados, dejando a la ciudad en riesgo de ser comida por los torrentes y los súbitos estuarios. Ayer miércoles continuó más clmada y trajo a la ciudad la añorada neblina.
Quienes vivimos en la región hace muchos años, poco podemos pedir al clima para que sea benevolente. La FILU se ha mantenido pese a las penurias financieras de la universidad y a la lluvia. El año pasado menos suerte tuvo, por ejemplo, el Festival JazzUV, y este año no contaremos con el Hay Festival.
No nos detendrán amenazas de Arteaga Aponte
Como hoy, mi amigo Manuel Rosete Chávez y un servidor recibimos el acicate de las amenazas por nuestra labor periodística, el tiempo ha sido cruel con esta columna. Todo el día hemos gestionado la protección a nuestra integridad física, hemos respondido a la inquietud de innumerables amigos y de personas que no nos conocen personalmente pero que están muy sensibles a la situación de Veracruz, con mucho el estado más peligroso para los periodistas.
Nuestras denuncias sobre el clima de corrupción en el Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos (CECyTEV), causado por su director Fernando Arteaga Aponte, molestaron tanto este personaje oscuro de la política de las catacumbas en la entidad como a sus cómplices, amantes y aviadores. A través de ellos hicieron llegar amenazas que no podíamos menospreciar, particularmente las que tenían que ver con nuestras vidas.
Contamos con nombres y números de celular desde donde se lanzaron las amenazas. No hemos querido llevar más lejos esta situación, a la espera de que este individuo comprenda que la crítica es necesaria en una sociedad democrática. Sin embargo, si persiste en su actitud amenazante acudiremos no solo a las instancias estatales sino a las nacionales, para llevar a tribunales un comportamiento que ha puesto en jaque a la comunicación en la entidad.
Suena anecdótico que en su única alocución ante la prensa, Arteaga Aponte solo haya negado que hubiera proferido amenazas contra nosotros y que tratase de probar su versión aduciendo que no tiene el gusto de conocernos, una verdad a medias sin lugar a dudas. En lo primero debe ser cierto, porque más bien tendría el disgusto, pero de que nos conoce, por supuesto que sí. Y una cosa más, no es necesario conocerlo personalmente para poder denunciar sus flagrantes actos de corrupción, y tampoco es necesario que nos conozca para lanzarnos amenazas.
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