Mutatis mutandis
Por Rafael Arias Hernández.
Siempre conmueve y reanima confirmar que entre la mayoría de la gente sencilla prevalece y persiste un sentimiento humanitario y solidario, autentico y desinteresado.
Muy diferente al comportamiento y actitud de muchos, de demasiados políticos, gobernantes y funcionarios públicos que no piensan y persiguen otra cosa que su interés personal, familiar o de grupo.
Excepciones aparte, que las hay. Conocidos nuevos ricos, prófugos potenciales y comprobados culpables. Irresponsables servidores públicos. Encubridores activos, eslabones de interminables cadenas de complicidades; y partes de la hasta hoy muralla de la impunidad.
Alentador comprobar la nobleza colectiva, abierta y espontánea, de las y los mexicanos que se unen y preocupan por aquellos que resultan afectados y damnificados por contingencias y catástrofes. Enternecedoras lecciones populares frente a desastres naturales que, por desgracia, pueden causar y siguen causando cuantiosos daños, algunos irreparables; pero muchos de ellos previsibles y hasta evitables, porque ya se sabe lo que va a ocurrir si los del gobierno no hacen, bien y a tiempo, lo que tienen que hacer.
Imposible ignorar y aislarse de lo que sucede. Tarde o temprano a pagar o padecer las consecuencias de permanecer impasible frente a desastres naturales; pero más, mucho más frente a los desastres económicos y sociales que causa la naturaleza humana irresponsable, de la ineficiencia y delincuencia en los diversos ámbitos de gobierno.
Si ya sabemos de qué pie cojean y las garras con lo que agarran, para qué reciclarlos, trasladarlos y asignarlos a otras responsabilidades públicas, incluyendo el fuero electoral. ¿O es por eso y para eso, para fortalecer complicidad e impunidad?
Más sastres de los desastres gubernamentales
En muchas formas presionados por la magnitud de daños ocasionados y por el justificado reclamo social. Es ya una costumbre, que sociedad y gobierno, orientan tiempo, esfuerzos y recursos casi exclusivamente a atender efectos de la emergencia, a iniciar cuanto antes la necesaria restauración y reconstrucción, y a cuantificar daños.
No se tiene presente, olvida o minimiza, que muchas de las desgracias y calamidades no llegan, ni se causan solas. A todo desastre natural acompaña uno económico y social que, son más frecuentes.
Así, para muchos en gobierno, de todos sabores políticos y colores electorales, con desastre natural o sin él, se vuelve práctica condicionar y limitar, manipular y lucrar con dolor, pérdidas y desventajas de las personas, incluyendo desde luego las inundadas en pobreza, marginación, inseguridad, hambre y sed.
Programas asistenciales, de desarrollo social y muchos servicios públicos básicos, se convierten en gran parte en medios de cambio y control, de interés político, personal o de grupo.
Desde esta perspectiva, beneficiarse del sufrimiento humano es una historia interminable, que viene de atrás, de mucho antes de que ocurran las conocidas y padecidas devastaciones de la naturaleza. ¿Y las Contralorías y los fiscalizadores? ¿Cuál actitud gubernamental responsable y justiciera? ¿Por qué sólo quedarse en la cuantificación de daños y no ir más allá?
En el caso de las afectaciones, tanto por desastres naturales, como por desastres económicos y sociales, o hasta gubernamentales, ¿por qué no atender, cuando menos tres aspectos básicos?
1.-La identificación de áreas gubernamentales y encargados, que resultan con responsabilidad parcial o total de los daños causados.
2.-La comprobación o verificación de la obligada prevención, su establecimiento o fortalecimiento, para evitar que se reproduzcan y repitan en el futuro, para romper y controlar inercia destructiva.
3.-Y tercero, impedir la operación y proliferación, en ventajas y beneficios, de los sastres de los desastres dentro y fuera del gobierno que pueden atraer para su beneficio acciones institucionales y recursos públicos canalizados para atender los efectos causados.
El caso es que el desastre mayor es conformarse y permitir que a los servidores públicos sólo se les exija hacer más de lo mismo y peor.
Evitar desastres de todo tipo, requiere más, mucho más que su identificación o la simple cuantificación de daños y el anuncio oficial que se va a atender y resolver. No bastan, no son suficientes acto, discurso, foto y boletín.
Más cuando se alerta y advierte que ineficiencia y delincuencia gubernamental crecen.
Y cuando se sabe que a desastres de todo tipo les favorecen crisis, desaceleración, recesión y confusión; inestabilidad, inseguridad e incertidumbre: y desde luego, falta de credibilidad y confianza que puede deslegitimar innumerables acciones gubernamentales y provocar o fomentar resistencia y desobediencia civil.
Sobran y se exhiben quienes, se auto promueven al exaltar o exagerar apoyos institucionales que están obligados a proporcionar; así como aquellos que asumen el papel de “salvadores”, de reales o supuestos, “eficientes funcionarios”.
En todo caso urge impedir usos indebidos y abusos de atribuciones institucionales y de recursos públicos.
Pero además, tener presente otros males. En el lugar de no pasa nada y todo va bien, demasiados presuntos responsables, sastres de los desastres, practican hasta la ignominia, la teoría y práctica del optimismo extremo, injustificado e impertinente, “todo va bien y viene lo mejor”.
Todo siempre lo ven en positivo: a todo pretenden sacar provecho, incluso de una desgracia hacen negocios; de cualquier desastre natural, económico, social o gubernamental sacan beneficio; sin el menor recato lucran con dolor y desgracias individuales y sociales; y con frecuencia, en todo caso sostienen que no importa el daño, lo que interesa es el tamaño del beneficio que pueden obtener.
Las peores desventajas
El Foro Económico Mundial (WEF) ha definido, “notables desventajas competitivas”, que para México, son ocho:
“Calidad de corrupción; regulación tributaria; ineficiencia de la burocracia pública; crimen y violencia; acceso al financiamiento; tasas tributarias; inadecuada infraestructura; regulaciones laborales restrictivas e inadecuada educación de la fuerza laboral.” (Sin Embargo.020914)
También ha resaltado que México lleva dos años consecutivos de retroceso, bajo seis lugares en el Índice de Competitividad Global 2014–2015 del Foro Económico Mundial, para situarse en el lugar 61 del ranking.
Todo esto antes de la caída del precio del petróleo y del peso frente al dólar. Antes de los inminentes recortes presupuestales oficiales y sus consecuencias.
¿Qué hacer con los sastres de desastres gubernamentales?
*Academico.IIESES-UV@RafaelAriasH Facebook:VeracruzHoydeRafaelAriasHdez