Cuando corría con banderas amarillas desplegadas por las comunidades del joven municipio de San Rafael y, con el apoyo del exgobernador Fidel Herrera Beltrán, no repartía despensas sino dinero en efectivo para iglesias, equipos deportivos y escuelas, el ‘perredista’ rojo Héctor Lagunes Reyes sabía de antemano que su inversión sería rápidamente recuperada cuando despachara en el mando municipal.

A todo mundo engañó con el garlito de que los gastos excesivos durante su campaña provenían de una casa que había vendido en el DF (seguramente a Fidel), y atrajo a su candidatura incluso a los defensores del medio ambiente que en esos momentos luchaban contra la instalación de ductos para transportar gas natural, con quienes se hizo pasar como férreo defensor de la seguridad de sus paisanos aunque, ya instalado en el palacio municipal, les dio la espalda.

Ni con el dominio que ha logrado sobre el PRD en la región, con uno de sus hijos al frente de la organización estatal de jóvenes del sol azteca y el otro, Héctor Javier Lagunes Marín, inexperto y sin residencia probada en el distrito, como candidato a la diputación federal, este alcalde ha logrado que la gente olvide sus fallidas promesas de campaña, como el otorgamiento de miles de becas municipales y un tren de obras públicas histórico porque no transaría ni recibiría moches de los constructores. Nada ha cumplido.

Como para no creerle, se ha hecho de los servicios de empresas constructoras asentadas en Misantla, con cuyos propietarios se dice que mantiene vínculos familiares, dejando fuera de toda posibilidad a las empresas locales. Uno de los maravillosos aportes de gente desconocedora de la historia de San Rafael (como el mismo alcalde), es que se está destruyendo el tejado tradicional del palacio municipal, sin que uno solo de mis paisanos (no sé en qué momento se volvieron sometidos) esté tratando de impedirlo.2015-04-09_1712

En efecto, el techo de losa del palacio municipal está cubierto por tejas de escama, una peculiaridad de las construcciones francesas que todavía sobreviven, y que el bendito alcalde ha ordenado pintar con impermeabilizante rojo (como para que no dudemos del color de su corazón político), que esconden lo original al techo con tejas de barro que, en adelante, parecerán de plástico. El asunto es que no había razón para impermeabilizar, porque ni en los más recientes ciclones hubo una sola filtración de agua a través del tejado. Dinero tirado a la basura por un ignorante que desprecia la historia de un pueblo que no parece ser el suyo.

Hasta la priista Lorena Piñón Rivera, quien anda arrastrando la cobija por los campos martinenses pues por segunda ocasión perdió una candidatura (primero a la alcaldía de San Rafael, lograda por Felipe Romagnoli, y ahora, a la diputación federal), debe estar decepcionada de que su paisano de Potrero Nuevo (de quien hizo proselitismo abierto y descarado para que derrotara al correligionario que le ganó la jugada) no le apoyó en sus ilusos intentos por llegar a la Cámara de Diputados. Dado su carácter atrabiliario, no dude que Lorena ande ofreciendo su escaso capital político a candidatos de otros partidos, incluso a la abanderada del PAN, Alba Leonila Méndez Herrera.

Corrupción descarada en un municipio empobrecido

Las leyendas negras en torno a quien se ostenta como el más honesto de los políticos, siempre ligado a los dirigentes priistas, son de espantar. La nómina del ayuntamiento está plagada de aviadores cuyos montos cobrados son derivados a sus hijos.

Según datos que nos han entregado, hay una tal Laura Lidia Córdoba Valencia, quien cobra 15 mil pesos mensuales sin trabajar y cuyo monto es para Daniel Lagunes; otro de nombre Germán cobra una cantidad similar que es entregada religiosamente a Miriam Lagunes; también cobran Laura Lizbeth Bonilla Cruz y una tal Jovita para los mismos propósitos.

Y hay varios familiares enquistados en la estructura administrativa. En materia de obra pública se encuentra un familiar suyo, Érick Reyes, quien maneja, según vox populi, tres empresas familiares fantasma que realizan obra para el ayuntamiento y que, a través de Jesús Arroyo, rentan 3 camiones de volteo al municipio por un monto de 218 mil pesos mensuales.

Tal vez por eso el alcalde sanrafaelense ha logrado aumentar su patrimonio de manera rápida. La gente señala que ha adquirido un rancho de 20 hectáreas en La Reforma, y por 650 mil pesos compró una casa vecina a la suya en Potrero Nuevo, donde hace remodelaciones con personal del ayuntamiento.

De sus innovadoras promesas hechas a diestra y siniestra durante su campaña, nada ha cumplido. Una que atrajo a cientos de campesinos fue la de proporcionar becas a niños y jóvenes desde primaria hasta universidad; no ha dado una sola. Prometió llevar fertilizantes a los ejidos y comunidades rurales para aumentar la producción, pero solo llevó un camión y nadie quiso más porque era de muy mala calidad y era vendido a un precio muy alto.

Municipio productor de limón y cítricos, prometió regalarles rejas para acarrear la producción, pero en lugar de regalarlas se las vendió caras y el negocio no prosperó.

Incluso prometió llevar a la cárcel a su antecesor, Rogelio Capitaine, pero ni un dedo movió para revisar los expedientes de las cuentas públicas municipales y, en cambio, dejó abierta la puerta secreta por la que se escabullía el priista para no atender a la gente, para hacer lo propio. Eso le permitió trabajar en su oficina sin recibir a los grupos que iban a buscar su apoyo para problemas en sus comunidades. En los últimos tres meses ha cambiado su actitud porque se ha convertido en el promotor de la campaña de su hijo a la diputación federal y necesita mostrar de nueva cuenta que es receptivo a las necesidades de sus representados.

¡Vaya desfalco político del perredismo rojo en San Rafael!

La corrupción que nos está matando

Tanto panistas como priistas se han enfrascado en una dura batalla mediática en que mutuamente se acusan de favorecer y practicar la corrupción, y ambos dicen la verdad. Es muy difícil desmentir lo que es evidente: tanto los rojos como los azules han caído en criminales actos de corrupción, pero a ellos debemos agregar a los verdes, los amarillos y los esmeraldas.

A este país se los está llevando la fregada. Los niveles de enriquecimiento ilícito que observan los miembros de nuestra clase política parecen ya no tener medida y, aunque se hayan inventado leyes y normas muy precisas y detalladas para contenerla, la corrupción está poniendo al país en un tris del verdadero desastre.

Y el presidente Enrique Peña Nieto no puede combatirla. Si fueran esos sus sinceros propósitos, él mismo correría el riesgo de ser llamado a cuentas por múltiples acciones que él y su familia han protagonizado y que representan verdaderas sangrías al presupuesto.

Que David Korenfeld, el director de la Comisión Nacional del Agua que estuvo a punto de lograr en el Congreso de la Unión la entrega de nuestras fuentes de agua a la iniciativa privada, haya renunciado a su puesto luego de haber sido puesto en evidencia usando un helicóptero de la dependencia para asuntos personales (fue el único caso documentado, porque los vecinos señalan que la práctica era normal), no solo muestra de lo que son capaces nuestros funcionarios sino también el siniestro cobijo que reciben del mismísimo Presidente de la República.

Korenfeld no debió renunciar, debió ser despedido de inmediato por el presidente Peña, pero eso no ocurrió.

Que el dirigente nacional del PRI haya logrado sacar, con la complicidad del INE, el spot panista en que se ponía en evidencia el uso de carísimas joyas como los relojes que ostenta, en lugar de redimirlo ha corroborado la versión. Pero los panistas, que abogan por medidas anticorrupción, no se salvan de esa oscura nube de sospecha.

Tampoco, ningún otro partido político, sea de izquierda, de derecha o del centro, de manera que algo debemos hacer los ciudadanos para detener ese cáncer que carcome a todo el país.

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